Editoriales

En defensa de las fiestas de San Diego y las cañas / Teresa Da Cunha Lopes

Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS
Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS

Morelia, no sería Morelia sin sus tradiciones. Sin embargo, entre tradición y economía existe, en el mundo moderno una interdependencia que no podemos olvidar y que por veces, cuando no es debidamente encauzada, termina por ahogar la vida de la ciudad. Cuando debería ser todo lo contrario.

Morelia, Michoacán, 07 de diciembre de 2015.- Debo ser de las pocas personas a quien, todavía, le gusta (mucho) la idea de un mercado pre-navideño en Morelia que mantiene la tradición de las cañas, de las mandarinas, de los cacahuates y, principalmente de las “gorditas” de nata y dulces durante las Fiestas de San Diego y de la Virgen de Guadalupe.

Morelia, no sería Morelia sin sus tradiciones. Sin embargo, entre tradición y economía existe, en el mundo moderno una interdependencia que no podemos olvidar y que por veces, cuando no es debidamente encauzada, termina por ahogar la vida de la ciudad. Cuando debería ser todo lo contrario.

Yo continúo defendiendo que las tradiciones que dan su carácter a la ciudad deben ser mantenidas. Pero, tal como se hizo una política de calidad para la oferta hotelera de Morelia, también el mismo enfoque debería ser aplicado a este tipo de mercados. Ganaría la ciudad, los comerciantes y la ciudadanía con una estrategia a que los economistas llaman de  “win win”.

De hecho, si fueran bien planeados, este tipo de eventos de temporada podrían ser un (otro) elemento de atracción turística para Morelia. Pero, de momento, no lo son.

No están pensados para crear el placer de andar de puesto en puesto, con los amigos, en pareja o en familia con los niños, en seguridad y, principalmente como un placer visual, gustativo o como una aventura,  una descubierta en cada puesto. Todo lo contrario. Por ejemplo, el tianguis/mercado de cañas que se instala cada año en la Plaza Morelos, San Diego y calles aledañas, no está organizado para agradar a los clientes, no está pensado para crear experiencias y memorias en las familias morelianas. Y, principalmente no está pensado para promocionar a Morelia y a las tradiciones michoacanas.

Está organizado de forma caótica, sin un mínimo de higiene, sin pensar en la comodidad del visitante local o del turista foráneo. El resultado de esta ausencia de un esfuerzo de organización municipal es deprimente. Durante semanas, una de las plazas más bellas de Morelia se transforma en una tiangada cuyos olores a basura suplantan el olor de las natas y que, como “feria” popular ni tiene el encanto de lo antiguo, ni se ha adaptado a las nuevas expectativas de calidad modernas.

O sea, lo que podría ser un fantástico hito en la vida de la ciudad en época de posadas navideñas, se ha, poco a poco, degradado en un  proceso contaminación urbana, visual, olfativa, destructiva.

¿Es molesta esta situación? Sí. ¿Tiene este problema  solución? Sí.

Sin embargo,  estoy convencida de que este problema no debe ser (ni será) solucionado a “golpes” de amparos, con la consecuente “judicialización” de un enfrentamiento que transforma a los comerciantes en potenciales delincuentes /violadores de derechos.

La posición “legaloide”, de “judicializar” el caso, de usar y abusar de los nuevos instrumentos jurídicos, me parece prepotente, egoísta, hasta imbuida de un cierto “racismo” clasista y  que , además, raya en  lo absurdo de un ejercicio en que se gastan millares de pesos y centenas de horas de trabajo en los Juzgados de Distrito, para no aportar al final, ninguna ventaja colectiva evidente.

Considero que las ciudades tienen ritmos y tradiciones sin las cuales pierden el alma. Las Fiestas de San Diego  son parte integrante de esa identidad emocional y cultural de la Ciudad, del alma secular de Morelia.  Ahora bien, desde la antigüedad, pasando por el Virreinato y durante el México Independiente, las fiestas religiosas tienen asociadas las tradiciones de grandes intercambios económicos (comercio) y de grandes reuniones colectivas en que participan todos los grupos sociales, en manifestaciones de convivencia que rescatan lo “pagano” . Esto no es un trazo exclusivamente moreliano, lo encontramos en Japón en los grandes festivales budistas o shintoistas, en Europa en todos los grandes momentos de peregrinación.

Pero, para que se mantenga el equilibrio sustentable entre tradición, religión y economía en un mundo moderno, tienen que ser hechas adaptaciones, que son responsabilidad de los ayuntamientos. Los Gobiernos municipales deben encuadrar el comercio, pero nunca deben retirar al ciudadano el disfrute de la tradición y del espacio público. Este equilibrio entre diversos intereses no ha sido asegurado, en los últimos años, durante las Fiestas de San Diego.

Existe, entonces aquí una ausencia de una política municipal inteligente, realista y sobretodo, que, en estos casos, “interprete” el espacio público desde una óptica de cultura histórico-popular, de una tradición, que no es solamente religiosa si no también lúdica y, cuya defensa puede ser un optimizador del desarrollo de Morelia al asegurar  la rentabilidad económica de diversos sectores,  durante la temporada navideña.

O sea, lo que pasa con el mercado pre-navideño de las cañas, no es culpa (exclusiva) de los comerciantes. El ayuntamiento, a lo largo de varias administraciones no ha hecho un esfuerzo, para en el dialogo con los empresarios/comerciantes que instalan sus puestos, los vecinos y con la secretaria de turismo del estado, proponer un proyecto factible en términos urbanísticos, económicamente atractivo, que promueva el turismo de Morelia durante esta temporada  y que permita la manutención de tradiciones que conectan, entre sí,  las diversas generaciones de morelianos. Yo soy de la opinión que debemos dar un voto de confianza a la actual administración municipal (cuyo cambio es muy reciente) que tiene la posibilidad de hacer una reflexión a fondo sobre este tema y de crear nuevas condiciones para el próximo año.

Otras ciudades, con historia y alma como Morelia, han sabido guardar la tradición de estos eventos religiosos y de incorporar  un comercio tradicional pre-navideño y navideño, que los transformaron en puntos de referencia y de atracción turística, local, regional y hasta mundial.

Les dejo, aquí, un enlace periodístico con diez ejemplos de estos mercados navideños que son una fuente inagotable de placer para los habitantes de esas ciudades, un rescate de tradiciones ancestrales, fuente de empleos de temporada y una derrama económica para el sector comercio y turismo.

12208510_427897557401208_6221956804908418509_n 151207No ataquemos las tradiciones. No ataquemos aquellos que trabajan y luchan para llevar a casa un ingreso extra durante esta temporada. Seamos críticos de lo que no está funcionando, pero seamos propositivos. Colaboremos en encontrar una solución integral. Si este año, ya es tarde para cambiar la dinámica, que se abra un dialogo ciudadano del cual salgan propuestas dinámicas, a implementar el próximo año.

Para el caso que nos ocupa, yo propondría, por ejemplo: 1.-una uniformización de la arquitectura temporal de los puestos con diseño pre -establecido por especialistas en mobiliario urbanístico no permanente y por especialistas en conservación y de sitios y monumentos (tal vez con tres tipos de diseño, adaptados a tres dimensiones, según la naturaleza de la actividad comercial y el tipo de inversión en renta de espacio urbano que puede hacer cada comerciante) ; 2.- la extensión de permisos para venta de artesanías michoacanas; 3.- la creación de un pequeño programa de actividades culturales (música tradicional michoacana; danzas folclóricas; pequeñas obras teatrales) que coloquen un ritmo festivo y que pueden usar la estructura fija ya existente en la plaza  4.-otorgar permisos para venta de comida  a los participantes en la semana de las “cocineras de Michoacán” para transformar estas dos semanas en una feria gastronómica popular que respete las tradiciones de la maravillosa cocina tradicional ; 5.- hacer una organización racional y rigurosa  de la distribución de los espacios a rentar, vigilando que los comerciantes con permiso, no “agandallen” sobre la vía pública; 6.- crear un reglamento de higiene y  verdadera inspección  de su implementación.

No acabemos con la tradición de las cañas, pero sí con la contaminación urbana, visual y con la “aculturación “china en que se transformó el “asalto” anual a San Diego y calles vecinas. No acabemos con la tradición de las Cañas, refundemos esa tradición fortaleciendo la presencia de los elementos  michoacanos, tales como artesanías, gastronomía, música etc.

Espero que el ayuntamiento de Morelia estudie algunos casos de suceso, en que, como les digo se mantienen las tradiciones, pero con belleza, higiene y comodidad.

Espero que cada uno de nosotros, los apasionados por Morelia, por sus tradiciones, sus ritmos y sus gentes, contribuyamos a crear opciones económicamente factibles, urbanísticamente accesibles  y socialmente agradables, en que todos posamos convivir, disfrutar de la ciudad, pero sin impedir una actividad (es) comercial(es ) que es importante y fuente de ingresos de muchas familias. Me declaro desde ya acérrima defensora de las Fiestas de San Diego y de las cañas, porque no puedo tener otra posición que amar lo que hace única a Morelia. Pero, también reconozco que todos tenemos que colaborar para regresar Morelia y sus espacios públicos a sus ciudadanos. Han querido manipularnos y hacernos pensar que son dos cosas incompatibles. En la realidad no lo son.

Feliz Navidad a todos.

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