El cerebro político (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)
Como ya lo habrán constatado muchos al querer dialogar con datos verificables con algunos de los abundantes fanáticos de alguna secta política disfrazada de partido, se ha demostrado que las regiones cerebrales implicadas en la política no muestran la actividad que deberían cuando se trata de confrontar realidades.
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Morelia, Michoacán, 30 de octubre de 2018.- ¿Ha intentado Ud., amable lector, debatir en plan civilizado con algún miembro de alguna de las sectas religiosas de moda en México? ¿Ha pretendido convencerlos de los errores y falacias que propalan utilizando argumentos con datos verificables y fundamentados? ¿Ha procurado llevarlos fuera del terreno de los dogmas, que es donde ellos se mueven, para enfrentarlos a la realidad?
Si lo ha intentado se habrá dado cuenta que convencer a un fiel seguidor de esas sectas es prácticamente una misión imposible. En cuanto se sienten amenazados en sus creencias se refugian dentro de una muralla ideológica formada de duros bloques de impenetrables dogmas; y de ahí no hay quien los mueva.
Igual sucede en el terreno de la política, como ya lo habrán constatado muchos al querer dialogar con datos verificables con algunos de los abundantes fanáticos de alguna secta política disfrazada de partido. Y no, no es que los fieles seguidores de “X” Mesías no razonen, lo cual en ocasiones también es verdad, sino que se ha demostrado que las regiones cerebrales implicadas en la política no muestran la actividad que deberían cuando se trata de confrontar realidades.
Resulta que cuando se trata de formarse opiniones y emitir juicios sobre temas políticos, digamos que conflictivos o espinosos, los simpatizantes de cada partido político no permiten que los hechos determinen o afecten sus decisiones. Según un estudio del Psicólogo Drew Western en la Universidad Emory, en Atlanta.
Solemos creer que nuestra decisión de votar por X candidato es resultado de un proceso razonado para llegar a una conclusión lógica. Deseamos creer que únicamente los fanáticos y los ignorantes toman decisiones irracionales pues son fáciles víctimas de una manipulación emocional perversamente diseñada; nos agrada suponer que nosotros si estamos bien informados y no vamos a caer en las trampas de una propaganda.
Eso creemos, pero resulta que tomar una decisión es un fenómeno altamente complejo, en el que intervienen numerosas áreas del cerebro, muchas de las cuales se oponen entre sí.
Históricamente consideramos que la razón es la función cerebral más valiosa, sobre todo cuando se toma una decisión; la desarrollada corteza frontal cerebral, el asiento de la razón y el pensamiento analítico, es un rasgo distintivo entre el cerebro humano y el cerebro de otros animales. Sin embargo existe un gran “pero”, pues como diría Pascal, “el corazón tiene razones que la razón no conoce”. Resulta que las emociones, aparentemente más primitivas, en muchos casos predominan sobre la razón a la hora de tomar una decisión.
Los investigadores emplearon neuroimagen funcional (fMRI, que permite observar la actividad del cerebro) para estudiar una muestra de republicanos y demócratas comprometidos en la vida de sus partidos. Se les dio una tarea de razonamiento en la cual debían evaluar información amenazante para su propio candidato. Lo que encontraron los investigadores fue notable.
“No vimos ningún incremento en la actividad de las partes del cerebro normalmente involucradas en el razonamiento”, “En vez de eso, vimos encenderse una red de circuitos emocionales, incluyendo algunos que se suponen involucrados en regular la emoción”.
Una vez que los militantes de partidos habían llegado a conclusiones equivocadas, esencialmente encontrando los medios para ignorar la información en contra, se apagaron los circuitos que median las emociones negativas. “Esencialmente, parece como si los militantes giraran el calidoscopio cognitivo hasta lograr las conclusiones que desean”
Estuvieron notablemente ausentes las activaciones de la corteza dorsolateral prefrontal, la parte del cerebro más asociada con el razonamiento. Esto sugiere que el sesgo del juicio ocurre fuera de la conciencia. Los militantes no saben que están distorsionando información. “El resultado es que las creencias de los partidarios están calcificadas y la persona puede aprender muy pocos datos nuevos”, concluye Westen.
Conclusión. Es extremadamente difícil convencer a un firme creyente de una secta, religiosa o política. Será la vida la que les demuestre su error.
Alejandro Vázquez Cárdenas