Proyecto Secreto: El kerigma en un mundo terrible
¿Resucita Cristo para quienes viven sin Dios, seducidos por bienes finitos, temporales, mundanos y sometidos a pruebas terribles?
Morelia, Michoacán, 13 de abril de 2020.- El hijo de un amigo muy cercano, que practica su fe, se accidenta, su camioneta queda hecha pedazos. Él me platica su desamparo y miedo. En el lugar del accidente, el espera a su papá. Mientras llega un hombre desconocido lo acompaña. Cuando llega su papá aquel hombre desaparece y nadie lo vuelve a ver más.
Hay muchos relatos parecidos de apariciones de Cristo resucitado. Su servidor ha sido beneficiario de varias.
Dios resucita a su Hijo y lo muestra respondiendo a una esperanza secreta de los hombres, tal vez a un deseo innato.
Los hombres llevan una fe secreta, a veces indefinida y tenue en un Dios que en lo alto espera para descender a ayudarlos. Es un sentimiento religioso presente en todo el mundo.
Dios hace que su Hijo resucitado se muestre a sus hermanos, de manera más o menos velada, en el momento en que más lo necesitan, en apariciones o bajo la forma de otras personas y mediaciones. De manera privilegiada, se manifiesta a quienes tienen fe y están preparados por la Palabra y los sacramentos a reconocerlo y seguirlo.
Él nos encomienda a los testigos privilegiados de anunciar que Él está muy cerca, a pesar de la falta de fe de sus hijos que se encuentran en grande prueba.
Nos da la misión de denunciar que muchos están perdiendo su poca fe, deslumbrados por los inventos de la tecnología, que los ha seducido el mundo y están placeres del cuerpo siguiendo sus bajas pasiones.
También nos manda a anunciar un mundo nuevo de riquezas y placeres verdaderos, definitivos, de bienes del mundo de lo alto que superan infinitamente a los bienes pasajeros, perversos, engañosos de este mundo.
Nos pide que indiquemos dónde se encuentra la seguridad, el orden, el amor y la plenitud, el Bien supremo por el que suspira el hombre. Que demos a los hombres su sabiduría para distinguir los bienes plenos y definitivos, verdaderos de los bienes finitos y breves, que los llevemos a disfrutar de los bienes verdaderos, los que sí llenan los deseos del corazón de manera plena y definitiva.
Es tiempo de abrir nuestra vida a las manifestaciones de Cristo resucitado. Hay que limpiar la mirada de la contaminación y de toda la basura del mundo, de las cataratas y cegueras para reconocer a Cristo resucitado que se acerca.
Hay que limpiar la mirada de los brillos fatuos de las seducciones mundanas de manera que puedan ver la Realidad con la luz pura y serena de la resurrección.
Hay que bajar de la enajenación de un mundo de mentira y fantasía para seguir al divino Maestro alcanzando su inmensidad de bienes que el mundo no valora. Hay que vaciar a la persona de toda la basura y vanidades que les ofrece el mundo para recibir la presencia pura y vivificante del Padre Dios.
Hay que recibir la visita de Cristo resucitado, dejarse alcanzar y seguirlo. Hay que renunciar a los bienes y seguridades mundanas para ir con él para seguir sus enseñanzas y los bienes verdaderos.
Necesitamos escuchar y obedecer al evangelio, vivir una vida nueva para resucitar un día, no muy lejano, a la gloria de Cristo resucitado.
Como en el camino de Emaús, el Resucitado se acerca a los discípulos desalentados y derrotados y lo reconocen al llegar a casa y partir el pan (eucaristía).