Populismo y la 4T (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)
Cuando el líder populista sugiere que la pobreza puede reducirse o que se hará justicia quitándole dinero al rico o elevando los salarios por decreto, le dan a los pobres la impresión de que su pobreza puede y debe ser eliminada por ley
Morelia, Michoacán, 19 de octubre de 2021.- Definiciones de populismo existen muchas; una de las más sencillas y de fácil comprensión es la siguiente: “Se entiende por populismo a la postura política que busca, a través de diversas estrategias, el apoyo y consentimiento de las clases populares”. Así, escuetamente.
Pero el asunto no es tan sencillo, el término populismo es más amplio y mas complejo, básicamente por que en la práctica se puede aplicar la etiqueta de “populismo” a un abanico de estrategias políticas, económicas y sociales que en teoría se proponen defender los intereses de una sociedad con la idea de lograr el bienestar de la población.
Dado que la idea, de borrosos límites, de un “bienestar de la sociedad” es común en cualquier corriente política que se respete, las propuestas populistas las podemos encontrar en partidos colocados en cualquier posición del espectro político; derecha, ultraderecha, centro, izquierda moderada o radical.
Para fines prácticos podemos definir al populismo en política como un sistema que adopta y utiliza fundamentalmente aquellas medidas destinadas a ganar la simpatía de la población, aún a costa de tomar decisiones contrarias al estado democrático. Para hacer triunfar al movimiento el futuro del país se hipoteca pues el presente es lo que importa. El populismo triunfa por lo general en un país cuando buena parte de su población está en la pobreza, con una gran insatisfacción y cierto grado de politización sin ver salidas o rutas claras.
¿Cómo funciona? El arranque es fácil, el populismo promueve y exalta la división entre ricos y pobres y sienta las bases de una inestabilidad social. Se busca la radicalización. Su gran inconveniente: Basan las políticas públicas en medidas que crean expectativas falsas que no pueden ser cumplidas. Cuando el líder populista sugiere que la pobreza puede reducirse o que se hará justicia quitándole dinero al rico o elevando los salarios por decreto, le dan a los pobres la impresión de que su pobreza puede y debe ser eliminada por ley.
Intrínsecamente el populismo promueve la idea de que la redistribución de los ingresos y la riqueza puede reducir la pobreza. Pero las cosas no son tan sencillas, la pobreza más bien es el resultado de un bajo crecimiento económico por malas decisiones políticas. La pobreza en países como Zimbabue , Cuba, Venezuela o Nicaragua es ocasionada por sus políticas gubernamentales que dificultan, niegan o espantan cualquier inversión. Un mejor camino para la reducción de la pobreza sería disminuir las barreras a las actividades legales que crean empleos. Una de las lecciones de la economía global es que sólo las iniciativas privadas pueden crear crecimiento económico sustentable y empleo, pero las inversiones de largo plazo de los hipotéticos empleadores nunca llegarán si existe la amenaza de acciones caprichosas de un gobierno populista o infiltrado por el crimen organizado.
Un denominador común del populismo es el aumento del gasto público por creación de empleos, subsidios y crecimiento exorbitante del aparato burocrático. El discurso del populismo es la lucha contra los «poderes fácticos» que mantienen en la pobreza a la mayoría de la población. La culpa, se dice, es de los privilegiados que viven bien a costa de la miseria del pueblo. Obviamente no se les ocurre hablar de responsabilidad, productividad y de la estructura de la economía.
¿Y cómo es un líder populista? El líder apela a los resentimientos de los pobres y amenaza a los privilegiados, curiosamente siempre se gana a una fracción de estos, por ser ambiciosos o por tener ideologías contrarias al sistema vigente. Apela más a los símbolos que a la razón para convencer. El líder es afecto a los actos grandiosos, masivos, discursos emotivos llenos de lugares comunes. Recurre al patriotismo y a las tradiciones culturales para unir a los que lo apoyan y acusa a los que se oponen de ser traidores y antipatrióticos. La lucha de clases ya no es la bandera, pero sí la pobreza, el nacionalismo más radical y el indigenismo. En síntesis, ignorancia pura y dura.
El ataque sistemático a las estructuras del Estado, la aniquilación mediática de las figuras públicas representativas del orden establecido y la destrucción de las instituciones que no sean afines son parte de la misión del líder populista; líder que por antonomasia es mesiánico, todo lo sabe y tiene soluciones para todos los problemas. Él y solo él puede interpretar la voluntad de las masas y quien no esté de acuerdo con él es un traidor.
La propuesta que promueven estos mesías populistas es quimérica. Promesa de un mundo perfecto, el otorgamiento de infinidad de derechos y ausencia de obligaciones y responsabilidades. «Garantizan» el empleo y en ausencia de éste, un estado paternalista que pague holganza y prebendas.
¿Conoce usted a algún líder así?
Alejandro Vázquez Cárdenas
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