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Sindicatos y su historia

En México el sindicalismo no goza de buen cartel. El común de las personas perciben a los sindicatos como corruptos e ineficientes.

Morelia, Michoacán, 03 de diciembre de 2024.- Iniciemos por lo más obvio, ¿qué es y para qué sirve un sindicato? Una definición más o menos genérica sería la de una asociación de trabajadores cuyo fin es mejorar las condiciones económicas y sociales de éstos y salvaguardar sus legítimos intereses. En este caso el sindicato representa los intereses de sus afiliados, negociando con el empresario los incrementos salariales y las condiciones laborales.

Los sindicatos aparecen fundamentalmente como una respuesta de los trabajadores ante los aspectos más negativos de la incipiente industrialización. Los primeros sindicatos se crearon en Europa occidental y en Estados Unidos a finales del siglo XVIII y principios del XIX, como reacción ante el desarrollo del capitalismo. Un dato curioso y que muchos profesionales del sindicalismo parecen olvidar. Los sindicatos autónomos, tal y como los conocemos, no existen ni se permiten en los países que teóricamente son los «paraísos del obrero» como es el caso de Cuba, Corea del Norte y China continental.

Los sindicatos han sido una fuerza clave en la lucha por los derechos de los trabajadores, marcando hitos en la historia laboral mundial. Surgieron en Europa durante la Revolución Industrial, cuando los trabajadores enfrentaban largas jornadas, condiciones peligrosas y salarios miserables. En Inglaterra, a finales del siglo XVIII, nacieron las primeras asociaciones de trabajadores para exigir mejores condiciones. Estas organizaciones evolucionaron en medio de una intensa represión, y para el siglo XIX, el sindicalismo comenzó a consolidarse en otros países europeos y en los Estados Unidos.

En México, los sindicatos tienen sus raíces en los movimientos laborales de finales del siglo XIX y principios del XX, en un contexto de desigualdad social exacerbada durante el régimen de Porfirio Díaz. Movimientos como las huelgas de Cananea (1906) y Río Blanco (1907) marcaron el inicio de la lucha organizada de los trabajadores mexicanos.

Con la Revolución Mexicana, el sindicalismo adquirió un carácter político y se vinculó estrechamente con el Estado. En 1917, la Constitución consagró derechos laborales como la jornada de ocho horas, el derecho a huelga y la organización sindical. Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), los sindicatos se fortalecieron bajo el auspicio del Estado, consolidándose organizaciones como la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Sin embargo, esta relación también generó dependencia política y sometimiento a intereses gubernamentales.

En México el sindicalismo no goza de buen cartel. El común de las personas perciben a los sindicatos como corruptos, ineficientes, casi siempre en componenda con el régimen y con empresarios que se aprovechan del charrismo sindical o «sindicalismo blanco», ese que no representa a los trabajadores, sino los intereses del patrón.

Sigue siendo un asunto pendiente su transición hacia una verdadera democracia; las asambleas y votaciones «a mano alzada» son lo más antidemocrático que existe. El sindicalismo, con escasas excepciones, es un corporativo en beneficio de líderes corruptos, de tráfico de influencias, de dinero para los comités ejecutivos. ¡Ojo!, es dinero no sujeto a fiscalización.

Actualmente muchos sindicatos, sobre todo los más grandes, esos que tienen los contratos colectivos más obesos, se han convertido en gestores de irresponsabilidades, en defensores de una absurda división y especialización del trabajo que aporta toda clase de coartadas para defender a los impuntuales a los inútiles y a los faltistas.

¿Qué decir de los líderes sindicales? Resulta indignante constatar las difíciles condiciones de subsistencia de la mayoría de los trabajadores y observar la opulencia, el lujo y el derroche que ostentan sus millonarios líderes. Resulta irritante corroborar cómo los lujos de los malos líderes los pagan los trabajadores de base literalmente a precio de sangre; centenares de obreros han servido y sirven de carne de cañón para defender la fortuna y el poder de las cúpula sindicales.

¿Por qué pelean los líderes de los grandes sindicatos? Evidentemente no por sus agremiados, que les importan un comino, ellos pelean por las más viejas de las razones: Poder y dinero.

Es cuanto

Alejandro Vázquez Cárdenas

Conspiranoicos, la psicología de la desconfianza

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