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Quiénes fueron los 12 apóstoles y cómo murieron

Después de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús el carácter universal de la misión de los Apóstoles se hará explícito: Cristo los enviará a todo el mundo

Morelia, Michoacán, 23 de enero de 2025.- ¿Por qué debería interesarnos la vida de los 12 apóstoles? El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Deus caritas est, expresa una verdad fundante que ilumina toda vocación: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

De manera que es el Señor quien nos invita y nos persuade a seguirlo por un camino de dis- cipulado, de la misma forma en que en el pasado llamó a Doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar.

Cuando en el Credo decimos: “Creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica”, en esta última nota encontramos que la Iglesia está fundada en la roca firme de los 12 apóstoles.

Después de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús el carácter universal de la misión de los Apóstoles se hará explícito: Cristo los enviará a todo el mundo, a todas las naciones, hasta los confines de la tierra.

Conocer o recordar la vocación y la misión de los Apóstoles, es una gran oportunidad para meditar sobre nuestra decisión fundamental en torno al llamado de Jesús: dejémonos conquistar por Él, no cerremos los ojos a todo lo que Jesús hace por nosotros.

¿Quién fue el apóstol Pedro?

Según la tradición, Pedro, el Apóstol más importante, fue 7 años obispo de Antioquía; luego, en el año 42 partió a Roma.

Después de Jesús, Simón Pedro es el personaje más citado en el Nuevo Testamento: la mayoría de las veces con el nombre de Pedro, y en ocasiones con el de Simón. Tenía un sincero interés religioso que lo impulsó a ir, con su hermano, a Judea para seguir la predicación del Bautista, y después a seguir el llamado de Jesús.

Es preciso señalar que Pedro, quien un día le prometió a Jesús fidelidad absoluta, tuvo que experimentar la amargura y la humillación de haberlo negado tres veces, dejándolo solo al momento de su Pasión y muerte en cruz. Y es que también Pedro tenía que aprender que era débil y que necesitaba perdón.

El momento más importante en la vida de Pedro es cuando Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes -les preguntó-, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios

vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la

sangre, sino mi Padre que está en el Cielo. Y yo te digo: ‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del Infierno no prevalecerá contra ella’. Yo te daré las llaves del Reino de los

Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Así, Pedro quedó instituido por Jesús como el primer Papa, del cual todos los demás Papas son sucesores.

Así como lo hizo con Pedro, también Jesús nos muestra el camino a seguir, pese a toda nuestra debilidad.

Nosotros lo seguimos con nuestra pobre capacidad de amor y sabemos que Jesús es bueno y nos acepta. Pedro tuvo que recorrer un largo camino hasta convertirse en testigo fiable, en “piedra” de la Iglesia, por estar constantemente abierto a la acción del Espíritu de Jesús.

En una de sus cartas, Pedro se define a sí mismo como “testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse”. Cuando escribe estas palabras ya es anciano y está cerca del momento de su martirio.

Entonces es capaz de describir dónde se puede encontrar la alegría verdadera: el manantial es Cristo, en el que creemos y al que amamos con nuestra fe débil pero sincera, a pesar de nuestra fragilidad.

¿Quién fue el apóstol Judas Tadeo?

Mientras Mateo y Marcos lo llaman simplemente “Tadeo” (Mt 10, 3; Mc 3, 18), Lucas lo llama “Judas de San- tiago” (Lc 6, 16; Hch 1, 13). Según san Juan, Judas Tadeo hace una pre- gunta a Jesús en la Última Cena: “Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?”. Realmente poco es lo que se sabe de Judas Tadeo; pero el Nuevo Testamento conserva una carta que se le atribuye a él, y que hace alusión a quienes toman como excusa la gracia de Dios para desviar a otros a sus costumbres depravadas, a quienes llama: nubes sin agua, zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas”.

Se cree que Judas Tadeo predicó primero en Judea, luego en Mesopotamia, después Persia, donde se reunió con Simón el Cananeo, y juntos combatieron las herejías de Zaroes y Arfexat, dos sacerdotes paganos.

Judas Tadeo nos enseña que, contrariamente a quienes “se han ido por el camino de Caín”, es necesario desarrollar fuerza, claridad y valentía frente a las contradicciones del mundo en que vivimos, edificarnos sobre la fe, orar en el Espíritu Santo y tratar de convencer a quienes vacilan en la fe de mantenerse firmes en el Dios único.

¿Quién fue el apóstol Simón?

Sobre este Apóstol hay muy pocas referencias. Simón recibe un epíteto diferente en las cuatro listas de Apóstoles: mientras Mateo y Marcos lo llaman el “Cananeo”, Lucas lo define como el “Zelota”. En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo. En hebreo, el verbo Canà significa “ser celoso, apasionado”, y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo que eligió (cf. Ex 20, 5), como a los hombres que tienen celo ardiente por servir al Dios único con plena entrega, como Elías (cf. 1 R 19, 10).

Se dice que Simón el Cananeo predicó el Evangelio en Egipto, antes de unirse al Judas Tadeo en Persia.

Es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina.

Simón estaría entonces en las antípodas de Mateo que, por el contrario, como publicano procedía de una actividad considerada totalmente impura.

Lo anterior, es un signo evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales y religiosos, sin exclusiones. A Jesús le interesan las personas, no las categorías sociales ni las etiquetas.

Es hermoso que en el grupo de los seguidores de Jesús, a pesar de ser diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Esto constituye claramente una lección para nosotros.

¿Quién fue el apóstol Juan?

Juan fue un Apóstol prominente: escribió el Evangelio de San Juan, tres epístolas y el Apocalipsis. Aunque todos los evangelistas hablan del amor, dado que el amor es un elemento esencial en el cristianismo, Juan profundiza en las tres fases fundamentales del amor cristiano: en primer lugar, nos da una especie de definición de Dios: nos dice que “Dios es Espíritu” (Jn 4,24), que “Dios es luz” (1 Jn 1,5), y con profunda intuición también señala que “Dios es amor”.

En segundo lugar, nos habla de la forma en que Dios ha demostrado concretamente su amor al entrar en nuestra historia mediante la persona de Jesús. Y en tercer lugar, nos habla de que los seres humanos somos destinatarios de un amor que nos precede y nos supera, lo que nos compromete a seguir el nuevo mandamiento de Jesús: “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”.

En el Apocalipsis, aunque hace referencia a sufrimientos, tribulaciones y llanto; también alude a frecuentes cantos de alabanza, que representan la cara luminosa de la historia.

A finales del siglo I, Juan fue hecho prisionero en la isla griega de Patmos por dar testimonio de Jesús; en esta isla tuvo visiones grandiosas y escuchó mensajes extraordinarios que escribió en el Apocalipsis.

¿Quién fue el apóstol Felipe?

El cuarto Evangelio, el de san Juan, cuenta que, después de haber sido llamado por Jesús, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a Aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el Hijo de José, de Nazaret” (Jn 1, 45). Ante la respuesta más bien escéptica de Natanael (“¿De Nazaret puede salir algo bueno?)”, Felipe no se rinde y replica con decisión: “Ven y lo verás”.

Se dice que Felipe predicó en Grecia, Siria y Frigia.

Podemos pensar que Felipe nos interpela también a nosotros con esos dos verbos, que suponen una implicación personal. También a nosotros nos dice lo que le dijo a Natanael: “Ven y lo verás”. El Apóstol nos invita a conocer a Jesús de cerca. En efecto, la amistad, el conocer de verdad al otro, requiere cercanía; más aún, en parte vive de ella.

¿Quién fue el apóstol Bartolomé?

El nombre de Bartolomé aparece en los Evangelios de san Mateo, san Marcos, san Lucas y en Hechos de los Apóstoles (Mt 10,3) (Mc 3,18) (Lc 6,14) y (Hech 1,13). En el Evangelio de san Juan aparece como Natanael, y en él Jesús lo llama “un verdadero israelita, en quien no hay engaño”. A Bartolomé se le identifica como Natanael por la lista que hace el evangelista san Juan, en la que señala: “Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos”. En el lugar de Natanael, los otros Apóstoles sitúan a Bartomolmé.

Cuando Jesús dice de Natanael: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”, éste replica: “¿De dónde me conoces?”. Jesús le dijo que lo vio cuando estaba bajo la higuera. Seguramente había estado orando allí solo, y comprendió que si Jesús lo vio, es que era Dios.

De manera que así fue como respondió: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Las palabras de Natanael reconocen a Jesús tanto en su relación especial con Dios Padre, como en su relación con el pueblo de Israel; es decir, lo sitúan en sus dos aspectos: el celestial y el de su lugar concreto en la historia de la humanidad.

Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé, también llamado Natanael, no se tienen noticias precisas, pero según notas del historiador Eusebio del s. IV, un tal Panteno habría encontrado en la India signos de su presencia.

¿Quién fue el apóstol Tomás?

Los Evangelios de san Mateo, san Marcos y san Lucas no mencionan nada acerca del Apóstol, salvo su nombre. En cambio, en el Evangelio de san Juan ocupa un lugar más preponderante: Cuando Jesús decidió ir a Betania para resucitar a Lázaro, acercándose de manera peligrosa a Jerusalén, Tomás dijo a sus condiscípulos: “Vayamos también nosotros a morir con él” (Jn 11, 16).

Y en Jn 20,25, tras la Resurrección de Jesús, vemos a Tomás diciendo que, a menos que vea las marcas de la crucifixión de Jesús en sus manos y en su costado, él no habría de creer que había resucitado. Y por esto, Tomás llegó a ser conocido como el Apóstol incrédulo.

La determinación de Tomás para seguir al Maestro hacia Betania es verdaderamente ejemplar y nos da una lección valiosa: revela la total disponibilidad a seguir a Jesús hasta identificar su propia suerte con la de Él, y querer compartir con Él la prueba suprema de la muerte.

Por otra parte, ocho días después de que Tomás ha dudado de la Resurrección del Maestro, Jesús se hace presente e interpela al Apóstol. “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente… Porque me has visto has creído. Bienaventurados los que crean sin haber visto”.

 “¡Señor mío y Dios mío!”. Tomás dijo entonces a Jesús estas palabras, mismas que decimos al momento de la Consagración, como muestra de fe ante Jesús, Presente en la Eucaristía. Es por eso que, creer sin ver, sin tocar y sin palpar, es la situación en la que hoy nosotros hallamos nuestra bienaventuranza. ¡Paz y Bien!

El Martirologio Romano afirma que Tomás predicó el Evangelio entre los partos, medos, persas e hircanios, y que después fue hacia la India.

¿Quién fue el apóstol Mateo o Leví?

El nombre de Ma- teo significa “don de Dios”. El primer Evangelio lleva su nombre, y en él nos lo presenta con un apelativo muy preciso: “el publicano” (Mt 10, 3).

De este modo, se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús invita a seguirlo de esta manera: “Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió” (Mt 9, 9). También san Marcos y san Lucas narran la llamada del hombre sentado en el despacho de impuestos, pero le dicen “Leví”.

Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que era considerado un pecador público: Mateo no sólo manejaba dinero ‘impuro’ por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de “publicanos y pecadores” “publicanos y prostitutas”.

Mientras Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados por Jesús cuando pescaban; Mateo fue llamado mientras estaba sentado en un despacho de im- puestos. Como señala Jesús: “No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mc 2, 17). Mateo dejó todo para seguir a Jesús. Ya no le importó el dinero que ganaba. Aplica en su caso lo que diría san Pablo: “todo lo tengo por basura con tal de seguir a Cristo” (Flp 3,8)

¿Quién fue Santiago el Menor?

Hechos de los Apóstoles subraya el papel destacado que Santiago el Menor desempañaba en la iglesia de Jerusalén: en el Concilio Apostólico celebrado en Ciudad Santa tras la muerte de su homónimo (Santiago el Mayor), señaló que los paganos sí podían ser aceptados en la Iglesia sin tener que someterse a la circuncisión (cf. Hch 15, 13).

El acto más notable que Santiago realizó, fue su intervención en la difícil relación entre cristianos de origen judío y cristianos de origen pagano: contribuyó a integrar la dimensión judía del cristianismo con la exigencia de no imponer a los paganos convertidos la obligación de someterse a todas las normas de la ley de Moisés.

Con este Apóstol se inicia una praxis de no exigir a los paganos convertidos al cristianismo que se circuncidaran, sino sólo que no fornicaran ni comieran lo inmolado a los ídolos.

En el Nuevo Testamento, la carta que lleva su nombre es la primera de las ‘Cartas Católicas’, y en ella Santiago insiste en la necesidad de no reducir la fe a cuestiones orales abstractas, sino a saber compartir los bienes con los más necesitados.

De acuerdo con la tradición, él escribió la Epístola de Santiago, predicó en Palestina y Egipto y fue crucificado en Egipto.

¿Quién fue Santiago el Mayor?

El Evangelio nos cuenta que Santiago el Mayor, junto con su hermano Juan y Pedro, pertenece al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús en los momentos más importantes de su vida: en su agonía en el huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la Transfiguración.

En el primero, Santiago el Mayor experimenta la Gloria del Señor, y en el segundo ve con sus propios ojos cómo el Hijo de Dios se humilla haciéndose obediente hasta la muerte.

Cabe señalar que, como se narra en Hechos de los Apóstoles, cuando llegó el momento de dar testimonio supremo de Jesús frente a Herodes, Santiago el Mayor no se echó para atrás, aunque le esperara la muerte. Es un gran ejemplo de valenía y de amor a su Señor.

La agonía de Jesús en el pueblo de Getsemaní constituyó para él una ocasión de maduración en la fe, para corregir la interpretación triunfalista de la Transfiguración: tuvo que vislumbrar que el Mesías esperado por el pueblo judío como un triunfador, en realidad no sólo estaba rodeado de honor y de gloria, sino también de sufrimientos y debilidad en su calidad de Hombre. Santiago el Mayor nos da ejemplo de prontitud para acoger la llamada del Señor, y también nos enseña que hay que estar disponibles para dar testimonio de Jesús con la vida.

Una tradición originada en el siglo VII señala que Santiago estuvo en España; mientras que otra refiere que sus restos fueron llevados a ese país, específicamente a Santiago de Compostela.

¿Quién fue el apóstol Andrés?

Según san Marcos, Andrés originalmente fue discípulo de Juan el Bautista (Mc 16-18), y tras su encuentro con Jesús, fue a dar aviso a su hermano, Pedro, con las siguientes palabras: “Hemos hallado al Mesías”. De manera que fue Andrés quien llevó a Pedro con Jesús.

Siendo el Apóstol Andrés, en un primer momento, discípulo de Juan Bautista, podemos entender que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería conocer más de cerca la Palabra del Señor. Es decir, que era un verdadero hombre de fe y esperanza. Andrés nos enseña a seguir a Jesús con prontitud y a hablar de Él con entusiasmo a quienes encontremos en nuestro camino.

Se dice que Andrés predicó en Siria, Grecia y Asia Menor.

¿Quién fue el apóstol Matías?

Poco se sabe de él. En Hechos de los Apóstoles se señala que, tras la Pascua de Jesús, fue elegido para ocupar el lugar del traidor Judas Iscariote: en la Iglesia de Jerusalén la comunidad presentó a dos discípulos; y después echaron suertes: “José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías” (Hch l, 23). Matías fue el escogido, y agregado al número de los doce Apóstoles” (Hch 1, 26). Sabemos que fue testigo de la vida pública de Jesús (cf. Hch 1, 21-22), y le fue fiel hasta el final.

De Matías obtenemos una lección muy importante: aunque en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrarrestar el mal que ellos realizan, mediante nuestro testimonio fiel a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

De la traición de Judas Iscariote también podemos obtener lecciones importantes si nos preguntamos sobre la razón por la que Judas traicionó a Jesús. En este sentido, Juan dice expresamente que el diablo había puesto en su corazón el propósito de entregarlo”, y algo similar expresa Lucas en su Evangelio. Como a los otros once, Jesús invitó a Judas a seguirlo y le dio trato de amigo. Pero en sus invitaciones a seguirlo no forzaba voluntades ni les impedía caer en las tentaciones de Satanás, respetando la libertad humana. De Judas, pues, aprendemos que las posibilidades de perversión del corazón humano son muchas, y el único modo de prevenirlas consiste en no cultivar una visión individualista de las cosas, sino en ponernos siempre al lado de Jesús y asumir su punto de vista.

¿Quién fue Judas Iscariote?

No se puede dejar de mencionar a Judas, al que los evangelistas incluyen al final en la lista de Apóstoles, haciendo notar que fue el traidor. Es interesante que lo hayan incluido.

Que uno de los Doce hubiera hecho eso era tan penoso, que tal vez hubieran preferido no mencionarlo, pero lo hicieron, y ello nos ayuda a tener presente que aun quienes están más cerca de Jesús pueden traicionarlo, por lo que nadie puede sentirse a salvo de caer, nadie debe soltarse de Su mano.

¿Por qué Judas traicionó a Jesús? Es una pregunta que ha resonado a lo largo de los siglos, sin respuesta segura. Algunos Padres

de la Iglesia consideran que Judas no aceptaba que Jesús predicara el amor y el perdón a los enemigos; él sabía que era el Mesías y esperaba que fuera un líder que los librara de los romanos, así que pensó que si lo entregaba, lo obligaría a defenderse y a iniciar la revuelta.

Pero Jesús no se defendió. Y cuando Judas comprendió la tremenda implicación de lo que hizo, se desesperó y se ahorcó. Hacen notar que cometió dos graves errores: no seguir la voluntad del Señor, sino pretender que Él siguiera la suya, y una vez caído, no pedir perdón, no confiar en la infinita misericordia divina.

Sobre la razón por la que Judas traicionó a Jesús se han hecho varias hipótesis; algunas, por ejemplo, hacen alusión a su amor al dinero; otras apuntan a que habría quedado decepcionado al ver que Jesús no incluía en su programa la liberación político-militar de su país. Pero la verdadera razón la dan Juan y Lucas: Satanás había entrado en él. (CON INFORMACIÓN DE: DESDE LA FE)

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