Trump y el mundo. Make West great again.
Donald Trump y su gobierno deberían impulsar un sano patriotismo, una nueva era de desarrollo económico y el fin de la corrupción financierista, de la cultura woke y del ecoteísmo
Morelia, Michoacán, 23 de enero de 2025.- El mundo ha cambiado radicalmente en los últimos dos años debido a la guerra en Ucrania. Y escribo guerra “en” y no “de” porque a todas luces Ucrania sólo se ha sostenido durante todo este conflicto por la ayuda más que activa de Estados Unidos y sus aliados.
Como decía, Estados Unidos se encuentra en una posición geoestratégica complicada. En el tablero del mundo no juegan ya tres países separados, sino que ahora son dos bandos con tres grandes potencias involucradas: Estados Unidos por un lado y la alianza de Rusia y China por el otro.
En este escenario, además, Estados Unidos corre en desventaja. Hemos dejado atrás la era en que los estados-nación de tamaño mediano regían al mundo. Ahora, nos encontramos en la era de los subcontinentes-nación con naturales y enormes zonas de control y ascendencia. Trump ha entendido que, en este contexto, tiene que reforzar su control sobre su primer círculo de influencia y esa es la razón por la cual está intentando hacerse de Groenlandia y del Canal de Panamá y por la que está presionando a Canadá y a México.
Donald Trump, sin embargo, debe aceptar un par de cosas. Lo primero es que China (su enemigo de cabecera) ya no es un rival al cual puede derrotar aisladamente. Será muy complicado que la administración estadounidense logre romper la alianza china-rusa. El descrédito de los políticos estadounidenses, y de los británicos, es enorme.
Lo segundo es que, y como consecuencia de lo anterior, Trump necesita recuperar el liderazgo en Occidente y revitalizarlo para tener los recursos necesarios para acometer el reto sino-ruso. Por ello, el patriotismo que promueve no puede ser ya sinónimo de un ostracismo decimonónico porque quedaría a merced de sus adversarios, ni puede ser un crudo imperialismo porque no tiene la fuerza suficiente para sostener un proyecto de esas características. Por el contrario, la siguiente administración estadounidense debe recuperar el poder de Occidente proponiendo un proyecto global que le ayude a desplazar a los grupos políticos-financieros dominantes.
En efecto, el mundo presencia otro gran enfrentamiento: la lucha intestina por el poder y el liderazgo en Occidente. Gestada desde la época de Obama, pero muy visible desde la primera presidencia de Trump, existen dos proyectos para Occidente prácticamente irreconciliables: el globalismo progresista que ha ostentado hasta ahora el poder occidental y el patriotismo tradicional que lo reta. Elon Musk y parte del equipo de Trump tienen claro este enfrentamiento y no han perdido tiempo. Han conseguido la renuncia de Justin Trudeau y Musk (sí, a través de su red social) personalmente ha hecho tambalear al gobierno británico.
Así como las holgazanas élites occidentales han promovido el globalismo progresista para intentar perpetuarse en el poder mientras parasitan a sus sociedades provocando la postración económica y (como dirían los clásicos) espiritual de sus países y la decadencia occidental, Donald Trump y su gobierno deberían impulsar lo contrario en este hemisferio: un sano patriotismo, una nueva era de desarrollo económico y el fin de la corrupción financierista, de la cultura woke y del ecoteísmo.
En otras palabras, el trumpismo debería promover sin pudor aquellos principios, muchos de ellos cristianos, que hicieron de Occidente el líder mundial durante cinco siglos. ¿Tendrá la voluntad? ¿Podrá hacerlo?