El Derecho a la Ciudad: ¿Bajó la pobreza? ¿En qué se gasta más?
Es innegable que ha habido una disminución en la cobertura de servicios públicos de salud, y esto ha generado una presión económica en los hogares para lograr financiar estas necesidades

Morelia, Michoacán, 26 de agosto de 2025.- Ahora que el tema de la pobreza ocupó los titulares, se habló de “pobreza extrema”, “vulnerables por ingreso”, “pobreza multidimensional”, “vulnerables por carencia social” y otros tantos términos que, lejos de aclarar la situación, confunden más. Por esta razón, consideré conveniente remitirnos a conocer en qué gastamos lo que ganamos.
De acuerdo con el INEGI y su Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), el ingreso en los hogares mexicanos aumentó en promedio 10.6% entre 2022 y 2024, mientras que los gastos crecieron 7.9%. Esto, en buena medida, puede explicar una mejora significativa en la disponibilidad de recursos.
Un dato revelador para considerar es que, en la actualidad los hogares tienen cada vez menos integrantes, el tamaño promedio es de 3.4 personas, de los cuales, en promedio, 2.2 miembros del hogar obtienen algún tipo de ingreso, pero sólo 1.63 de los integrantes cuenta con empleo. En otras palabras, hay una parte del ingreso del hogar que proviene de otra fuente, como: renta, pensión, beca, etc., esto corresponde con el número de integrantes de 65 años o más, que aumentó en 21.3% por hogar, producto de la tendencia del envejecimiento de la población.
Los hogares reportaron que, del gasto promedio trimestral, la mayor proporción se destinó a alimentos, bebidas y tabaco (38%), en orden de relevancia, se ubica en segundo término el transporte (20%), que sigue siendo uno de los rubros de mayor impacto en la vida cotidiana de la población urbana. La vivienda, energía y mantenimiento del hogar (15%), educación (10%), vestido y calzado (4%), salud (3%), así como otros bienes y servicios, como cuidados personales y transferencias de gasto (10%). Es decir, el gasto de las familias se concentró principalmente en el consumo cotidiano de bienes y servicios esenciales.
Claro está que los rubros anteriores tienen diferencias significativas según el nivel de ingreso; en el caso de la población con menores recursos, lo destinado a alimentación representa hasta el 51%, mientras que en los de mayores ingresos tan sólo el 29% del total de percepciones. En el caso del transporte, el comportamiento es inverso, ya que, en los tres deciles de ingreso más altos, lo destinado al transporte representa 21% del total, mientras que en el decil con menos ingresos se reduce a 13%.
Resulta por demás significativo que, en el gasto en educación se observe una tendencia en que los hogares con menores ingresos destinan menos recursos a servicios y artículos educativos, en contraste con aquellos hogares que disponen de más recursos económicos y destinan un mayor porcentaje de éstos a la educación. Si se considera la deficiente calidad de la educación pública en México, dicho comportamiento propicia que se incremente la brecha educacional, pues hoy en día, la instrucción educativa sigue siendo el principal elevador de movilidad social.
Es innegable que ha habido una disminución en la cobertura de servicios públicos de salud, y esto ha generado una presión económica en los hogares para lograr financiar estas necesidades. El promedio nacional es que 34 de cada 100 personas carece de acceso a servicios de salud.
Bajo la perspectiva anterior, las inversiones que se realicen en materia de transporte público deben tener como principal objetivo disminuir el gasto de los hogares en materia de movilidad urbana, así como en materia de salud pública, y que se logre comprender que es necesario que la construcción de clínicas y hospitales no es suficiente, si no se ponen a disposición personal y medicamentos suficientes para garantizar la salud de los habitantes de la ciudad, más allá de nivel de ingreso.