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El acuerdo de paz para Gaza: ¿La solución real o fría resignación?

Lo que hace apenas unas semanas parecía impensable, hoy se cierne sobre la región con la posibilidad de materializarse. Sin embargo, este borrador genera muchas más preguntas que respuestas.

Coimbra, Portugal, 03 de octubre de 2025.- La noticia dominante en Medio Oriente es la propuesta de acuerdo de paz impulsada por la administración de Donald Trump. Lo que hace apenas unas semanas parecía impensable, hoy se cierne sobre la región con la posibilidad de materializarse. Sin embargo, este borrador genera muchas más preguntas que respuestas.

De entrada, surge la duda sobre la confianza que merecen los actores principales. ¿Aceptará Hamás los términos impuestos? ¿Tendrá Israel la voluntad de respetarlos? Y, sobre todo, ¿mantendrá el presidente Trump su posición, o esta iniciativa corre el riesgo de ser una más de sus decisiones volátiles?

Es innegable que se necesita un alto al fuego. Desde una perspectiva puramente humana, es urgente detener el atroz genocidio que sufre la población palestina. Pero la tregua también es vital para los intereses económicos de las principales potencias regionales y de Estados Unidos. A pesar de la sorpresa general -nadie esperaba un acuerdo de esta naturaleza, y menos aún con la anuencia, aunque forzada, de Netanyahu-, este parece ser el «mejor» trato disponible para los palestinos en las circunstancias actuales. (Personalmente, creo que Netanyahu aún anhela que Hamás rechace el pacto).

Si bien este acuerdo podría, en el mejor de los escenarios, sentar las bases para un tratado posterior, dista mucho de ser una solución real. Desde una perspectiva pragmática, es fácil ver esta propuesta como una herramienta de marketing político: una maniobra de Trump para coronarse como el «presidente de la paz».

La historia nos obliga a ser escépticos. Debemos recordar cuántos acuerdos, nacidos de una ilusión ingenua, terminaron desembocando en el caos total. Pensemos en el Tratado de Versalles, que solo alimentó el revanchismo para una Segunda Guerra Mundial, o en los pactos de entreguerras que fueron cínicamente violados por el régimen nazi.

En un mundo cada vez más convulso e incierto, un acuerdo de paz siempre debe ser recibido como una buena noticia. No obstante, si el siglo pasado nos dejó una lección, es esta: no podemos ser tan idealistas como para creer que organismos internacionales como la ONU (o su predecesora, la Sociedad de Naciones) resolverán todos los conflictos. Tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados, permitiendo que algunos gobiernos actúen por encima del derecho internacional. Si hoy se tolera una violación, mañana otros países imitarán el precedente, y cuando finalmente queramos actuar, será demasiado tarde.

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