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El deterioro del sector salud, causas y consecuencias

La narrativa oficial ha insistido en la construcción de un sistema “nórdico”, universal y eficiente, pero la realidad cotidiana de millones de usuarios revela una situación muy distinta

Morelia, Michoacán, 02 de diciembre de 2025.- Desde la llegada de la llamada Cuarta Transformación, el sistema de salud en México ha experimentado cambios profundos que, lejos de fortalecerlo, han derivado en un deterioro evidente de su operación, infraestructura y capacidad de respuesta. La narrativa oficial ha insistido en la construcción de un sistema “nórdico”, universal y eficiente, pero la realidad cotidiana de millones de usuarios revela una situación muy distinta: hospitales saturados, falta de medicamentos, desaparición o debilitamiento de instituciones clave y recortes presupuestales.

Uno de los elementos centrales para entender la crisis es la política de austeridad aplicada de manera torpe e indiscriminada. La reducción del gasto público en salud no ha sido menor: compras consolidadas fallidas, recortes administrativos y cambios en los mecanismos de adquisición han generado desabasto recurrente y una pérdida de capacidad operativa en hospitales de todo el país.

Surge entonces la pregunta inevitable: ¿Por qué se recorta un sector tan estratégico como la salud? Existen varias hipótesis. Por un lado, los recursos parecen haberse redirigido hacia programas sociales, regalar dinero, cuyo impacto político es inmediato pero cuyo financiamiento resulta muy costoso. Por otro lado, los megaproyectos de infraestructura como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el Aeropuerto Felipe Ángeles han absorbido cantidades multimillonarias, muchas veces por encima de lo originalmente presupuestado.

La idea de que “no hay dinero” se vuelve cuestionable cuando se observan incrementos en otras áreas menos prioritarias o el crecimiento de proyectos con sobrecostos significativos. En este escenario, la austeridad no parece un ejercicio de eficiencia, sino una redistribución política del presupuesto.

Los institutos nacionales de salud, Cardiología, Nutrición, Neurología, Cancerología entre otros, han sido históricamente centros de referencia, formación médica y desarrollo científico. Su prestigio internacional se construyó durante décadas con investigación de alto nivel, atención especializada y protocolos de vanguardia. Sin embargo, el recorte presupuestal ha afectado capacidades críticas: mantenimiento de equipos, adquisición de insumos y continuidad de proyectos de investigación.

Cuando a un instituto como Cardiología se le reduce el presupuesto, las consecuencias no son abstractas: se realizan menos cirugías, se extienden listas de espera, se limita el acceso a estudios diagnósticos avanzados y se pone en riesgo la vida de pacientes que dependen de tratamientos oportunos. Lo mismo ocurre en Nutrición o Neurología, donde enfermedades complejas requieren medicamentos, tecnología y especialistas que no pueden improvisarse.

Definitivamente desmantelar o debilitar estos centros es hipotecar el futuro de la medicina de alta especialidad en el país.

El desabasto de medicamentos se ha convertido en uno de los símbolos más visibles del deterioro del sistema. Millones de recetas quedan sin surtir cada año, afectando no solo a pacientes con enfermedades crónicas, sino también a niños con cáncer, personas con VIH, adultos mayores y pacientes con enfermedades autoinmunes. Las fallas en los procesos de compra, la ruptura con proveedores especializados, la centralización de decisiones y la falta de planeación logística han creado una tormenta perfecta.

Un sistema sin medicamentos no es un sistema en austeridad: es un sistema colapsado. Y el costo se mide en vidas.

Aunque los discursos oficiales niegan la crisis, la población que usa el servicio público sí percibe el deterioro. Las quejas por falta de consultas, saturación, tiempos de espera prolongados y ausencia de tratamientos son cada vez más frecuentes. Sin embargo, una buena parte de la ciudadanía aún no dimensiona la magnitud del problema. La propaganda gubernamental, el uso político de los programas sociales y la desinformación han contribuido a minimizar la percepción del deterioro.

¿Qué hacer ante este panorama? Superar la crisis requerirá una estrategia integral basada en evidencia y no en discursos ideológicos: Restituir el presupuesto del sector salud y blindarse de recortes discrecionales. Fortalecer a los institutos nacionales, garantizando autonomía técnica y financiera. Reconstruir la logística de adquisiciones, con criterios técnicos y no políticos. Instituir mecanismos de evaluación y auditoría que eviten la improvisación. Concretamente, asumir que la salud no puede financiarse con austeridad, sino con inversión sostenida.

México no podrá aspirar a un futuro digno sin un sistema de salud funcional. La gravedad del deterioro exige reconocer la realidad y actuar antes de que las consecuencias se vuelvan irreversibles.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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