Más vale un mal acuerdo que una “buena” guerra / Teresa Da Cunha Lopes
El acuerdo nuclear con Irán no sólo es necesario bajo un punto de vista político y militar, si no que puede ser la solución pragmática que nos permite tener el tiempo necesario para iniciar un cambio sistémico de los paradigmas de la doctrina de las relaciones internacionales y el tiempo para completar un proceso de transición a un nuevo sistema económico
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Morelia, Michoacán, 14 de septiembre de 2015.- Al momento en que escribo esta columna parece evidente que Obama ha superado el bloqueo al acuerdo nuclear con Irán ya que los senadores republicanos se quedan a dos votos de los necesarios para impulsar una resolución de rechazo del pacto 1. Enhorabuena.
Por dos ocasiones, en columnas publicadas en diversos medios me he referido a la cuestión del acuerdo con Irán y a los riesgos y mitos de un Irán con tecnología nuclear. Así, el 6 de marzo del 2015 refería que: “Sinceramente pienso que la vía del acuerdo es la única plausible. Sin acuerdo, solo tendremos la emergencia de nuevas tensiones. Irán volverá a su esquina y a enriquecer uranio al 20%, lo que tendrá como consecuencia el fortalecimiento interno de la ala radical que usará el discurso de “que no vale la pena la negociación” y de que “Irán tiene derecho a enriquecer uranio” para regresar al poder. Los moderados serán asesinados porque políticamente Rohani ha supeditado su futuro en gran medida a la capacidad de conseguir firmar el acuerdo nuclear. Ahora bien, si los radicales llegan al poder en Irán, no será posible volver a negociar. Por lo menos en la próxima década. O sea, el escenario alternativo a las negociaciones es la peor política.” (ver mi artículo “¿Qué ganamos con el acuerdo nuclear con Irán?” 2).
Continuo convencida de lo que escribí en marzo de este año y voy más allá. Aún que considere que el acuerdo nuclear entre el Grupo 5+13 e Irán tiene algunos fallos, pienso y defiendo que hasta un mal acuerdo es mejor que una “buena” guerra.
También creo, y las dos condiciones no son exclusivas, que es tiempo de aceptar que no existe una respuesta simple sobre lo que necesitamos hacer y qué podemos hacer en Irán y en Medio Oriente. Si algo ha quedado en evidencia con la crisis de Siria y la emergencia del Daesh (“Estado Islámico”) es que necesitamos de dialogar con nuestros enemigos tradicionales y neutralizar las cargas históricas de enfrentamiento ideológico, condiciones sine qua non para introducir opciones políticas y, eventualmente, militares que puedan ser funcionales en un contexto altamente volátil sobre el terreno.
Es precisamente esta complejidad que queda en evidencia con el debate público que se inició en Israel desde el año 2011 (ya por el hecho de ser un debate público sobre seguridad nacional, es un hecho que no tiene precedente histórico en este país), y que se ha desarrollado en una dirección interesante, diría mismo, inesperada a lo largo de estos últimos cuatro años. Sin embargo, es un debate que no es exclusivo al Estado de Israel ya que la onda expansiva de efectos directos de la(s) crisis y convulsiones en la región llegó a nuestras puertas con la emergencia humanitaria de los refugiados de las guerras regionales.
Este debate público sobre la seguridad nacional de Israel que tenía como horizonte en el 2011 la perspectiva de vivir con un Irán con armas nucleares (ver mi artículo del 7 de diciembre el 2011 “Un Club Muy Exclusivo” 4 ) y que hoy puede vivir con un Irán que acepta renunciar a la bomba atómica y estar vigilado por inspecciones internacionales de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), ha tenido como una de las figuras centrales de oposición al radicalismo del gobierno de Netanyahu sobre la cuestión iraní a Meir Dagan, ex director del Mossad 5.
Meir Dagan ciertamente no es un hombre propenso a hablar en público ni es una paloma. Estuvo al frente del Mossad durante tres gobiernos, o sea sobrevivió a tres primeros-ministros (uno de ellos Ariel Sharon), lo que sólo es posible cuando se aportan resultados sobre el terreno y un control de la cadena de mando en el interior.
O sea, es una voz que debemos escuchar. Su oposición al partido «belicista» y a un eventual ataque unilateral contra Irán en el 2011, estaba basada en argumentos sólidos, fruto de un conocimiento extenso de la cuestión y de sus diversas aristas. Su apelo a acabar con una política hostil a Obama y al acuerdo nuclear con Irán, enunciado viernes pasado en el cuadro de la conferencia internacional anual del Instituto para el contraterrorismo, en Herzliya 6, desnuda la inanidad de la “estrategia “ del bloqueo al acuerdo nuclear con Irán, compartida por el gobierno israelí y por el Partido Republicano norteamericano (ver declaraciones de los diversos candidatos del GOP de Donald Trump a Huckabee, pasando por Ted Cruz). Meir Dagan denuncia sus argumentos populistas y su narrativa simplista, pero manipuladora de la opinión pública y lo hace a partir del pragmatismo de quien tiene que lidiar con realidades y que desconfía de absolutos.
Esta simplicidad miope de la visión del ala conservadora en el Senado norteamericano y en la derecha israelí nace de una deficiente lectura de los cambios geoestratégico y de una interpretación incorrecta de los retos de inteligencia y de los riesgos estratégicos en un nuevo medioambiente de seguridad regional y global. No solo aplican a las dinámicas del siglo XXI conceptos propios de la segunda mitad del siglo XX y de la guerra fría, sino que también favorecen la opción rígida belicista por encima de la panoplia de opciones que se abrieron con las rondas de negociaciones con Irán.
Ahora bien, la rigidez de la opción belicista no permite responder a los retos de este nuevo ambiente.
El primer reto es la creación de servicios de inteligencia adaptados para hacer frente a acontecimientos que ocurren como resultado de dinámicas caóticas no planificadas o derivados de la falta de objetivos claros establecidos por los diversos niveles de toma de decisiones. Hoy en día, al contrario de lo que era usual en el siglo XX – en que los acontecimientos eran el resultado de metas claras, cuando podíamos estimar con claridad las capacidades del enemigo, y por ende diseñar las acciones destinadas a alcanzar objetivos definidos – nos tenemos que mover en contextos de incertidumbre altamente volátiles.
El segundo desafío surge como resultado de los cambios en la forma en que la guerra se libra: 1.-Israel se enfrenta ahora a una nueva generación de enemigos, como Hamas y Hezbolá; 2.- EE.UU y las potencias occidentales se enfrentan a la amenaza del Daech y del terrorismo global; 3.- Rusia se enfrenta al problema de mantener operaciones encubiertas masivas en diversas regiones, con prioridades y objetivos diferentes.
O sea, hoy es difícil identificar los planes militares de enemigos que “mutan”, que no se identifican con estados, que no están contenidos al interior de fronteras definidas. Localizar objetivos precisos que permitan ataques eficaces contra ellos en contextos de guerra asimétrica y/o de guerra de baja intensidad es una prioridad.
El tercer reto es la rapidez de la respuesta. La velocidad de los acontecimientos es vertiginosa y con frecuencia requiere decisiones que tienen que ser tomadas dentro de un margen de tiempo muy corto que no se adapta a los meandros burocráticos de las cadenas de comando tradicionales.
El cuarto desafío es el del cambio introducido por el impacto de la revolución tecnológica y, en particular, por las posibilidades de tratamiento masivo de la información. Información producida a partir de un gran número de fuentes pero cuya cantidad hace cada vez más difícil la identificación de su pertinencia y relevancia. .
O sea, los cambios geopolíticos que tienen lugar a nuestro alrededor son realmente enormes, y los eventos “sorpresa” de los últimos años, muestran, sin lugar a dudas, la creciente dificultad de predecir el futuro. En consecuencia, la miopía conservadora de los “halcones” conservadores puede transformarse en potencialmente letal y contraproducente para la supervivencia de nuestras democracias liberales de corte occidental.
En última instancia, el acuerdo nuclear con Irán no sólo es necesario bajo un punto de vista político y militar, si no que puede ser la solución pragmática que nos permite tener el tiempo necesario para iniciar un cambio sistémico de los paradigmas de la doctrina de las relaciones internacionales y el tiempo para completar un proceso de transición a un nuevo sistema económico, que naturalmente crea tensiones internas sobre las cuales nos tenemos que concentrar. Tiempo que es escaso, tiempo que es precioso. Así que más vale un mal acuerdo que una “buena” guerra, si este acuerdo nos da ese tiempo que tanto necesitamos.
1 Ver http://cnnespanol.cnn.com/2015/09/10/victoria-para-la-casa-blanca-democratas-bloquean-la-resolucion-republicana-contra-el-acuerdo-con-iran/
2 Ver mi artículo completo en http://www.atiempo.mx/editoriales/que-ganamos-con-el-acuerdo-nuclear-con-iran/
3 Grupo 5+1 se refiere a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania
4 Ver mi columna completa en http://radiarnoticiasmichoacan.blogspot.com/2011/12/un-club-muy-exclusivo.html
5 El Mossad, equivalente israelí de la C.I.A. es una de las agencias de inteligencia más efectivas del mundo, responsable de la recopilación de información de inteligencia, acción encubierta, espionaje y contraterrorismo en el exterior
6 http://www.haaretz.com/news/diplomacy-defense/1.674986