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Salvador Hernández Mondragón; un atleta michoacano de oro

Ha ganado 8 medallas olímpicas de las cuales tres son de oro y ha viajado prácticamente a todos los continentes del mundo representando a México en competencias

Morelia, Michoacán, 18 de octubre de 2024.- “Las limitaciones están en la mente y no en el cuerpo…”, es una de las frases que el paraatleta michoacano, Salvador Hernández Mondragón ha utilizado y repetido en innumerables entrevistas que le han hecho a nivel estatal, nacional y mundial.

Con ocho medallas olímpicas en su haber, de las cuales tres son de oro, el moreliano es para mí, precisamente un atleta de oro; Dios me ha permitido conocer su trayectoria desde sus inicios, los cuales son ya más de 35 años; siempre ha sido un hombre disciplinado, metódico, decidido, responsable, dedicado, pero también cuenta con el total y absoluto respaldo de su esposa, la señora María Guadalupe, Alejandra Ramírez García, con quien procreo a su único hijo, Allan Salvador Hernández Ramírez.

He de decir, que los conocí a ambos como atletas; la señora María Guadalupe era una destacada paraatleta de levantamiento de pesas, quien estuvo seleccionada para ir a una contienda mundial en Inglaterra; después de su embarazo tomó la decisión de dedicarse totalmente al cuidado de su hijo y apoyar en todo a su esposo Salvador, convirtiéndose así en la gran ayuda idónea del atleta.

Hace apenas unos meses, Salvador Hernández Mondragón, participo en los Juegos Olímpicos de Francia, siendo, además, el orgulloso portador y abanderado del equipo mexicano. Recibió del presidente Andrés Manuel López Obrador, la enseña nacional. Y repito, lo admiro, como hombre y como atleta, porque a sus 58 años de edad, aún sigue vigente y con deseos de que su legado continué, esta es su historia:

 “Desde muy pequeño, Salvador Hernández Mondragón tuvo que luchar contra la adversidad y contracorriente; antes de que cumpliese un año de edad, la poliomielitis invadió su cuerpo, causando serios estragos en sus extremidades, principalmente sus piernas y brazo izquierdo, sin afectar sus neuronas…

 “Hernández Mondragón es el número 7 de 10 hijos que tuvieron sus padres José Carmen Hernández Girón y María Dolores Mondragón Rodríguez; estudio el primero, segundo y tercer grado de primaria en la escuela Mariano Matamoros, cerca de Santa María; posteriormente tuvo que trasladarse a la Ciudad de México en donde curso el 4° y 5° grado en una escuela particular de monjas.

En esos tiempos, nos dice, veía la televisión y los deportes le encantaban, se imaginaba que se sentiría ganar una competencia, soñaba con ganar una medalla o un trofeo, pero en esas fechas, sólo estaba en sus pensamientos.

En su niñez, su estado físico no era impedimento para jugar fútbol, ya que, con sus muletas, él jugaba, y lo hacía de portero y en ocasiones se iba al frente de delantero, para meter gol…

Posteriormente regreso a Michoacán a concluir su primaria; y más tarde ingreso a la escuela Secundaria Federal Número 2, que esta casi enfrente del zoológico de Morelia; en su plena adolescencia sufrió un golpe más, la muerte de su señor padre, lo cual lo marco sobremanera y tuvo que reponerse rápidamente, ya que lo único que pensaba era en ayudar a su madre, para costear sus estudios y llevar algo de dinero a su casa…

Fue así que tomó la decisión de trabajar y estudiar al mismo tiempo; afortunadamente tenía un primo que laboraba o tenía un grupo de radio taxis, ahí obtuvo su primer empleo: era la persona que tomaba las llamadas y se comunicaba con los taxistas para brindar el servicio; muy rápidamente tuvo que aprender las casi 40 claves, con las cuales se manejaban…

Llega el tiempo de rebeldía y libertad de Salvador Hernández Mondragón

El trabajar con un grupo de taxistas, convirtió a Salvador en un joven extrovertido, ya que los choferes se reunían periódicamente para dos cosas: jugar futbol y tomarse unas cervezas, club al que Salvador de sumó con singular alegría y donde experimento la libertad y además consumía alcohol e incluso llego a probar la mariguana…

Recuerda el atleta, que uno de los lugares en donde se reunían, era en los cenadores conocidos como de Santa María; tomaba, pero siempre sin perderse, ya que estaba consciente de su limitación física que podría ocasionarle algún accidente…

Esa etapa concluyó, debido a que el grupo de taxistas culmino… Y nuevamente tuvo que empezar a buscar trabajo, pero uno de sus amigos taxistas, le habló de las combis y de que necesitaban checadores, fue así que busco a Miguel Corona Salto para pedirle trabajo, pero éste le comento que ya estaban ocupados todos los lugares, pero que podría darle trabajo de comodín, es decir, dos días de trabajo en cada ruta; y así empezó su labor en las rutas, naranja, café y amarilla… En la segunda parte, de esta entrevista, continuaremos con los inicios de su carrera deportiva….

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