Cómo mueren las democracias
Los regímenes autoritarios modernos frecuentemente nacen de gobiernos democráticamente elegidos

Morelia, Michoacán, 03 de junio de 2025.- Actualmente las democracias no suelen morir de forma súbita, a través de golpes militares o revoluciones violentas, como ocurría en el siglo XX. Hoy, en cambio, tienden a descomponerse lentamente desde dentro hasta su total desintegración. Mueren cuando los propios mecanismos democráticos son usados para debilitar las instituciones y eliminar los contrapesos del poder, con el único y exclusivo propósito de perpetuarse en el mando.
Los regímenes autoritarios modernos frecuentemente nacen de gobiernos democráticamente elegidos. Esto no es ninguna novedad, es un fenómeno ampliamente analizado.
Históricamente uno de los ejemplos más estudiados, por la enormidad de sus costos, es el de la República de Weimar (Alemania 1919-1933). Esta república parlamentaria surgida tras la Primera Guerra Mundial representó un experimento democrático en un país con poca tradición liberal y sus resultados fueron catastróficos. El ascenso y final triunfo electoral de Adolf Hitler fue legal y legítimo. En 1933, tras su nombramiento como canciller, Hitler usó un incendio en el Reichstag como pretexto para restringir libertades civiles. Luego diseñó una verdadera “camisa de fuerza” electoral , la llamada Ley Habilitante, que le permitió legislar sin el Parlamento. En pocos meses, Alemania era una dictadura.
Otro ejemplo fue el golpe de Estado en Chile en 1973. El gobierno socialista de Salvador Allende, aunque elegido democráticamente, rápidamente enfrentó una grave polarización, seguida de una severa crisis económica y bloqueo institucional. Esto fue aprovechado por sectores militares y civiles, con apoyo externo, para lograr el derrocamiento del régimen. Augusto Pinochet instauró una dictadura militar que duró 17 años. Curiosamente, la dictadura desapareció por la vía democrática, al ponerse de acuerdo prácticamente todas las fuerzas políticas de oposición, algo poco usual.
Países como Hungría y Turquía han sido señalados en la última década por retrocesos democráticos. En Hungría, el primer ministro Viktor Orbán ha utilizado mayorías parlamentarias para controlar el poder judicial, los medios de comunicación y restringir libertades. Lo alarmante es que todo ha ocurrido a través de procedimientos legales.
Venezuela es otro caso. En 1998, Hugo Chávez ciertamente fue elegido democráticamente. Sin embargo, a lo largo de su gobierno y el de su sucesor Nicolás Maduro, se desmantelaron totalmente las instituciones independientes, se persiguió a la oposición, se manipularon elecciones y se restringió la libertad de prensa. Hoy Venezuela, sin sombra de dudas, es considerada una dictadura.
Los peligros para las democracias modernas son múltiples y no provienen sólo de asonadas militares ni son necesarios tanques en las calles. Entre las amenazas más graves se encuentran:
-La polarización extrema: Cuando la sociedad se divide en bandos irreconciliables. La oposición deja de ser vista como rival legítimo y pasa a considerarse enemiga del país.
-El debilitamiento de las instituciones: La democracia requiere contrapesos, como un poder judicial independiente, un parlamento activo y medios de información absolutamente libres. Cuando estos órganos son cooptados o debilitados, es espectro de la dictadura avanza
-El populismo autoritario: Esta amenaza es extremadamente peligrosa, aquí hay líderes que se presentan como salvadores del pueblo contra una élite corrupta, prometen soluciones simples a problemas complejos y buscan concentrar poder. Estos líderes, verdaderos mesías iluminados no respetan las reglas del juego.
-La desinformación y la manipulación de la opinión pública: Las redes sociales y los medios controlados por el poder son usados para difundir mentiras, dividir a la población y justificar medidas antidemocráticas.
-La apatía ciudadana: Es lo más triste; el desinterés, el escepticismo o el cinismo pueden llevar a que la gente no defienda la democracia hasta que es demasiado tarde.
Ahora bien, ¿qué puede hacer el ciudadano común? El ciudadano tiene un rol fundamental. Algunas acciones concretas, pero debo reconocer que en México son definitivamente utópicas, incluyen:
Informarse y educarse políticamente: Conocer las reglas de la democracia, la historia y los peligros del autoritarismo ayuda a reconocer las señales de alerta.
Participar activamente: Votar, asistir a debates, exigir transparencia, organizarse en asociaciones civiles y apoyar medios independientes.
No tolerar discursos de odio o discriminación: La democracia se basa en el respeto a las minorías y a la diversidad de opiniones. El silencio ante el autoritarismo es complicidad.
Defender la legalidad y la institucionalidad: No justificar violaciones al estado de derecho sólo porque «el fin lo justifica».
Valorar y exigir pluralismo: Rechazar el pensamiento único, exigir rendición de cuentas y respetar la existencia de una prensa libre y crítica.
Como podemos ver el papel de los ciudadanos es más que complicado. Una verdadera tarea titánica. ¿Confianza en ellos, en este atribulado México? Cercana al cero.
Es cuanto.