Con peras y manzanas (Por: Jorge Luis Hernández Altamirano)
Aunque el viejo consejo dice que de política, religión y futbol no se habla en la mesa, nos empeñamos en hacerlo todo el tiempo. Porque son fenómenos tan cercanos a nosotros que todos tenemos una opinión y, generalmente, estamos dispuestos a defenderla con mucha pasión.
Morelia, Michoacán, 07 de febrero de 2020.- Aunque el viejo consejo dice que de política, religión y futbol no se habla en la mesa, nos empeñamos en hacerlo todo el tiempo. Porque son fenómenos tan cercanos a nosotros que todos tenemos una opinión y, generalmente, estamos dispuestos a defenderla con mucha pasión.
Pero, en este tiempo de redes sociales, la mesa ha quedado rebasada como el espacio de intercambio de ideas. Contar con espacios virtuales de debate sonaba muy bien porque nos permitiría dialogar con personas fuera de nuestro entorno y escuchar otros puntos de vista.
Lamentablemente, las redes se han convertido mucho más en burbujas en las que las personas sólo leemos cosas para confirmar nuestras creencias (https://verne.elpais.com/verne/2017/05/08/articulo/1494256354_211697.html) o, peor aún, en espacios en los que perdemos tiempo y nos desgastamos peleando con troles que, las más de las veces, corresponden a cuentas falsas enfocadas en hacer perder la cabeza a usuarios verdaderos (https://www.etcetera.com.mx/opinion/troles-por-que-redes-sociales-triada-oscura/).
Es decir que la conversación remota, Twitter especialmente, se entiende como un terreno en el que se busca más imponer que dialogar, denostar que construir. Y, para conseguirlo, valen todas las falacias argumentativas, la tergiversación de la realidad y la descarada difusión de noticias falsas.
La paradoja es que, en la medida en que tenemos más información a la mano también llegan a nosotros un caudal de notas falsas o imprecisas que nos ayudan a confirmar nuestros sesgos: un ejemplo muy claro está en aumento de los anti-vacunas, cuya reticencia a la inmunización infantil ya ha motivado brotes de enfermedades que se creían erradicadas en países desarrollados.
El uso de la mentira para promover causas e ideas está modificando la manera en la que interactuamos no sólo en el espacio virtual sino también en el físico. Y es que confrontar lo falso frente a lo verdadero se convierte en una misión desgastante y hasta peligrosa, ¿cuántas veces no preferimos dejar pasar de largo una discusión que estimamos estéril con una persona que no está dispuesta a escuchar?
El problema es que, al asumir esa polarización, estamos dando por hecho que no quedan personas dispuestas a informarse, contrastar esa información y formarse un criterio propio. Esa convicción se evidencia en los medios de comunicación y la crisis que muchos de ellos experimentan, pues, por lo menos a nivel político, muchas compañías han optado por ceñirse a los dogmas chairos o fifís y asegurar, con ello, su supervivencia: convirtiéndose en juguetes que sólo dicen lo que a sus seguidores les agrada ver.
La alternativa es seguir discutiendo de política y las otras cosas que nos apasionan, pero, en medio del ruido, urge hacerlo con responsabilidad, información y disposición a escuchar a los otros.
Con esa convicción empiezo este espacio llamado “Con peras y manzanas”, una columna semanal en la que me dedicaré a rebatir algunos de los argumentos falsos o erróneos que protagonizan la discusión política en redes sociales. Agradezco a Nicolás y Alejandra de “Atiempo”, por el espacio. Estaré feliz de leer comentarios y preguntas en mi Twitter: @HernandezJorge