Cuando el enemigo está en casa: La crisis interna de Morena
La mitificación del líder, aunque efectiva en su momento, dejó una institución sin la fortaleza para sostenerse por sí misma

Morelia, Michoacán, 06 de septiembre de 2025.- Inicia un nuevo mes y con él, una nueva etapa en la política mexicana. La reciente renovación del Poder Judicial, impulsada y aprobada por el oficialismo, representa una de las mayores victorias legislativas para el partido gobernante.
No sólo lograron que la ley pasara, sino que los candidatos apoyados por su facción se impusieran, probablemente con la ayuda de «acordeones» distribuidos a lo largo del país. A esto se suma la aplastante mayoría que Morena posee tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, mientras la oposición sigue fragmentada e incapaz de ofrecer una alternativa creíble.
Ante este panorama, podría concluirse que Morena dominará la vida pública de México por años. Sin embargo, para la salud de la democracia, la verdadera amenaza no yace en sus oponentes, sino en su propia casa. El mayor obstáculo que enfrentan es una guerra interna de facciones que está minando su poder desde dentro.
Pensábamos que el debate se centraría exclusivamente en la reforma judicial. No fue así. En las últimas semanas, los escándalos de figuras prominentes de la Cuarta Transformación han eclipsado la agenda.
La reciente revelación de propiedades y gastos de lujo de ciertos gobernadores y senadores, por ejemplo, contrastan dramáticamente con el discurso de austeridad republicana que la propia presidenta, Claudia Sheinbaum, intenta mantener. Estos incidentes no son solo una distracción; son una fisura en el proyecto político que los ha mantenido unidos.
La presidenta Sheinbaum, enfrenta una difícil tarea para controlar estos conflictos. Aunque es cierto que una gran parte de su atención se ha centrado en resolver los complejos asuntos fronterizos con Estados Unidos, esto no excusa la falta de control sobre las divisiones internas. Su reto principal, sin embargo, es la sombra de Andrés Manuel López Obrador.
El expresidente, a pesar de su figura polarizante, poseía un carisma y un control político que mantenían a las facciones a raya. Era el aglutinador del movimiento, el eje sobre el cual giraba todo.
Sheinbaum, por su parte, no ha demostrado tener la misma capacidad de liderazgo carismático para imponerse sobre estos políticos rebeldes dentro de Morena. No ha logrado consolidar una autoridad incuestionable ni para sus votantes ni, lo que es más crítico, para sus propios colegas de partido.
Esto nos lleva a una conclusión crucial: Morena nunca ha sido un partido político tradicional, sino un movimiento aglutinado por la figura de Obrador. La mitificación del líder, aunque efectiva en su momento, dejó una institución sin la fortaleza para sostenerse por sí misma. Ahora que el líder se ha retirado, las diferencias ideológicas y de poder han resurgido, abriendo una pequeña, pero real, oportunidad para que las divisiones internas debiliten a este gigante político.