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Cuando el pueblo se equivoca

En vez de elegir a representantes conscientes y responsables, las masas terminan eligiendo a demagogos, populistas o caudillos carismáticos

Morelia, Michoacán, 29 de julio de 2025.- La democracia, palabra de origen griego que significa literalmente “gobierno del pueblo”, es hoy por hoy el sistema político más difundido y aceptado en el mundo moderno. 

Surgida en la antigua Atenas la democracia fue una forma rudimentaria de participación directa, reservada únicamente para los varones libres y nacidos en la ciudad. 

A pesar de sus limitaciones iniciales, la idea de que el poder debía residir en el pueblo se convirtió, siglos después, en la base de los sistemas representativos modernos.

En su forma actual, la democracia se expresa a través del sufragio universal y se sostiene, al menos hipotéticamente, en la existencia de instituciones autónomas y la participación ciudadana informada y activa. 

Su capacidad para incluir diversas voces, su flexibilidad para adaptarse a diferentes contextos culturales y su promesa de libertad e igualdad la han vuelto la opción preferida, cuando menos en el discurso oficial, por la mayoría de las naciones.

No obstante, como toda construcción humana, la democracia es imperfecta. Su fragilidad radica, en parte, en la propia libertad que garantiza. Esa misma libertad puede ser explotada por actores políticos que utilizan la propaganda, la mentira o las dádivas para manipular al electorado. 

En muchos países, el voto ha sido secuestrado por campañas mediáticas millonarias, clientelismo, desinformación y corrupción institucionalizada.

El resultado es que, en vez de elegir a representantes conscientes y responsables, las masas terminan eligiendo a demagogos, populistas o caudillos carismáticos que, una vez en el poder, destruyen los mecanismos democráticos desde dentro.

Los mayores fracasos de la democracia en la historia suelen estar marcados por el ascenso al poder de líderes autoritarios a través de mecanismos democráticos, que luego destruyeron desde dentro el sistema que los eligió. Estos errores han tenido consecuencias gravísimas en términos de vidas humanas, pérdida de libertades y deterioro de la calidad de vida. Ejemplos los hay y muy graves. Veamos:

  1. Alemania: El ascenso de Adolf Hitler (1933) 

Fracaso democrático: Hitler llegó al poder por medios legales, a través de las urnas y alianzas parlamentarias.

Consecuencias: Segunda Guerra Mundial (1939–1945). Más de 60 millones de muertos en todo el mundo. Destrucción de Europa, caída del Reich y división de Alemania.

  1. Venezuela: La elección de Hugo Chávez (1998)

Fracaso democrático: Chávez fue elegido democráticamente prometiendo una “revolución bolivariana”. Luego, concentró el poder, eliminó contrapesos institucionales y modificó la Constitución para perpetuarse en el poder.

Consecuencias: Crisis humanitaria, hiperinflación y colapso económico. Más de 7 millones de venezolanos emigraron (2014–2023). Pobreza estructural: más del 90% de la población vive con lo mínimo. Represión y violaciones sistemáticas de derechos humanos.

  1. Rusia: Vladimir Putin (elección inicial en 2000)

Fracaso democrático: Putin fue elegido en elecciones populares. Una vez en el poder, desmontó la oposición, restringió la prensa libre, manipuló la Constitución y se convirtió en líder autoritario.

Consecuencias: Anulación de libertades básicas y eliminación de la oposición política. Guerras externas (Chechenia, Guerra contra Ucrania (2022–presente): más de 500,000 bajas estimadas, entre ambos lados.

  1. Egipto: Mohamed Morsi y el regreso del autoritarismo (2012–2013)

Fracaso democrático: En la llamada «Primavera Árabe», Egipto eligió por voto popular a Morsi, del partido islamista Hermanos Musulmanes. Su gobierno fue acusado de intolerancia, imposición religiosa y exclusión política.

Consecuencias: Golpe militar en 2013, represión brutal. Matanza de manifestantes (Masacre de Rabaa, más de 800 muertos en un solo día). Retorno al autoritarismo con el general Al-Sisi, hoy en el poder.

Estos casos muestran que la democracia de ninguna manera garantiza buenos gobiernos, y que los errores al votar pueden tener consecuencias trágicas y duraderas.

La democracia puede fallar, y lo ha hecho. Es urgente fortalecerla, dotar a los ciudadanos de información y pensamiento crítico.

Elegir mal no es solo un error individual: puede hundir al país y arrastrar a generaciones enteras al sufrimiento. Lo estamos viendo.

No basta con tener elecciones; se requiere que éstas sean libres, limpias y basadas en decisiones informadas.

¿Posibilidad en México? Remota. No en esta generación.

Alejandro Vázquez Cárdenas

El derecho de morir con dignidad, entre la compasión y la ética

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