Cuando los astros se alinearon; Trump, AMLO y las elecciones del 2018
Para poder comprender este fenómeno tan insólito necesitamos echar la vista hacia atrás hasta las elecciones del 2018 y explicar cómo fue que AMLO logró llevarse la victoria con más de la mitad de los votos emitidos
Dublín, Irlanda, 13 de mayo de 2024.- Hace unas semanas señalé aquí en ATIEMPO (www.atiempo.mx), la posible injerencia de los demócratas estadounidenses en las elecciones presidenciales mexicanas y algunas personas no se explicaban cómo ocurrió la cercanía de Donald Trump con López Obrador que describí en esa editorial.
Para poder comprender este fenómeno tan insólito (por sus diferencias ideológicas) necesitamos echar la vista hacia atrás hasta las elecciones del 2018 y explicar cómo fue que AMLO logró llevarse la victoria con más de la mitad de los votos emitidos cuando nunca había superado el treinta y tres por ciento en las preferencias electorales
En primer lugar, debemos entender que los dos grandes partidos o bloques que compitieron contra AMLO venían totalmente divididos y resquebrajados. En primer lugar, Acción Nacional había perdido a varios de sus grandes liderazgos, incluyendo a Felipe Calderón, y a una parte considerable de su militancia en los tres años anteriores debido a las restricciones en sus elecciones internas.
El PAN también cometió un error estratégico cuando impidió que el Partido de la Revolución Democrática compitiera con un candidato propio. Por ello, AMLO no tuvo competencia desde la izquierda y el PRD vivió una desbandada pues sus militantes no quisieron votar por un candidato de derecha.
El partido del entonces presidente Peña Nieto, el Revolucionario Institucional, no respetó tampoco el sentir de muchos de sus militantes que veían al entonces secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong como el relevo natural en la presidencia. Posiblemente, Osorio Chong fue vetado por los estadounidenses por su supuesta cercanía con los gobiernos chinos, pero en cualquier caso la elección de José Antonio Meade como candidato no motivó a nadie del PRI debido a que su perfil era más tecnócrata que priista.
A este excelente caldo de cultivo que se le presentó a AMLO en el escenario interno hay que agregarle el contexto estadounidense. Donald Trump se había estrenado en la presidencia apenas seis meses antes de las votaciones mexicanas y su propia elección había sido muy seguida en México.
Tanto así que varios legisladores del PAN apoyaron abiertamente a Hillary Clinton en una de las mayores torpezas políticas del México contemporáneo. Obviamente, Trump lo no olvidó y esto seguramente anuló un eventual apoyo desde el vecino del norte a Ricardo Anaya o a Margarita Zavala.
La opción de Trump, por otra parte, de apoyar a Meade tampoco debió ser atractiva para el neoyorkino. Esto debido probablemente a la debilidad del priista y a la cercanía de Meade con el partido blanquiazul. De esta manera, Donald Trump no tuvo mucho margen de maniobra a la hora de elegir candidato mexicano.
Como dirían los clásicos: a López Obrador se le alinearon los astros. AMLO con su gran sentido de la oportunidad política no perdió su momento y negoció, literalmente, a diestra y siniestra, e incluso modificó su discurso haciéndolo más “neoliberal” y estadista, lo que le ayudó a afianzar su propia relación con el gobierno estadounidense con los resultados ya conocidos.