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Democracia, virtudes y problemas (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

La democracia sigue siendo el sistema de gobierno preferido por muchos debido a su potencial capacidad para garantizar la participación ciudadana, la rendición de cuentas y la protección de los derechos individuales

Morelia, Michoacán, 19 de marzo de 2024.- La democracia (del griego: demos, «pueblo» y kratos, «poder») es una forma de organización social y política presentada en el platonismo y aristotelismo que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía. 

En su esencia, la democracia es un sistema en el que el poder político emana del pueblo, quienes participan en la toma de decisiones por medio de la elección de sus representantes. 

Su origen se encuentra en la Ciudad Estado de Atenas, donde los ciudadanos tenían derecho a votar en asuntos de importancia pública. 

Pero vale la pena agregar que este sistema no era universal, pues estaba restringido a una minoría de hombres libres, excluyendo a las mujeres, esclavos y extranjeros. Nota: Es importante no olvidar que Platón en realidad fue un crítico de la democracia.

Analizando el tema se puede constatar que no es sencillo hacer una crítica a la democracia en estos tiempos en que un autoritarismo corrupto avanza contra las democracias liberales. 

Es un hecho que cuando uno se atreve a poner en duda las “virtudes” de la democracia, sus defensores solo nos dan dos opciones, o con ella o con las dictaduras; esto en lógica es caer en la llamada “falacia de falsa dicotomía” también llamada falacia del blanco o negro; en ella se han reducido el número de opciones a dos, siendo normalmente las más extremas ocultando las otras posibilidades. 

Es una falacia lógica porque se simplifica al extremo y se omite todo el espectro de opciones.

Por más virtudes que se le atribuyan la democracia no es una panacea, no es algo milagroso, recordemos la definición dada por Winston Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”. 

En la actualidad existe un importante rechazo a los políticos en casi todo el mundo. 

La desilusión ciudadana ha erosionado la democracia, la abstención tiende a aumentar y un fenómeno preocupante es que un número creciente de votantes ha optado por grupos y partidos de corte francamente populistas y radicales. 

Es innegable que la abstención sólo deslegitima cualquier proceso democrático, por donde se le vea y como se le vea.

Las razones del descontento ciudadano son muchas. 

Algunas son de índole estructural al aparecer en puestos de mando gran número de tecnócratas a los cuales nadie eligió como gobernantes. 

Otras causas son de naturaleza local: las costosas campañas que han convertido a los políticos en rehenes de los grupos de mayor poder económico en los Estados Unidos y la falta de regulación de su sistema financiero o el déficit democrático de la Unión Europea. 

En México tenemos la cerrazón del sistema partidista en el poder, la escasa o nula rendición de cuentas pero sobre todo una enorme corrupción en prácticamente todos los niveles, eso sin tomar en cuenta la proverbial incompetencia de las autoridades para resolver problemas gravísimos como lo es la inseguridad que padecemos todos los mexicanos.

La democracia, como toda obra de humanos, no es perfecta, en realidad es altamente perfectible. 

En muchos casos, la corrupción, la polarización y la desigualdad pueden socavar sus fundamentos. 

Ejemplos históricos de países que han enfrentado tragedias con la democracia incluyen la República del Weimar, donde la fragilidad institucional y las tensiones socioeconómicas contribuyeron al ascenso del nazismo. 

Votaciones definitivamente irracionales también tenemos muchas, está el caso de los triunfos de Mussolini, Peron, Ferdinand Marcos, Bachar El Assad, Hugo Chávez, Peron, etc.

Además, la democracia puede verse obstaculizada por la manipulación de la información, la influencia de intereses particulares y la falta de participación ciudadana. Para que la democracia funcione de manera efectiva, se requiere un conjunto de condiciones y prácticas institucionales sólidas. 

Estas incluyen la separación de poderes, la independencia judicial, la libertad de expresión y prensa, competencias justas y un sistema de partidos políticos plural y transparente.

No entro en discusión sobre el perverso mantra que evapora la calidad: “Un ciudadano, un voto”.

En conclusión, la democracia sigue siendo el sistema de gobierno preferido por muchos debido a su potencial capacidad para garantizar la participación ciudadana, la rendición de cuentas y la protección de los derechos individuales (en teoría). 

Sin embargo, debemos aceptar que para que la democracia prospere es necesaria una profunda autocrítica. 

Pero lo más, lo más importante es que exista el firme deseo de implementar los muy necesarios cambios.

Posibilidad de que eso suceda en México: Cercana al cero.

Alejandro Vázquez Cárdenas

Entre la demagogia y el narcisismo, la personalidad de un dictador

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