El Derecho a la Ciudad: Colonias dormitorio
Cada vez son más y de mayor extensión las colonias o desarrollos habitacionales que se califican como “colonias dormitorio”, debido a que sus habitantes salen de su hogar muy temprano y regresan muy tarde o noche
Morelia, Michoacán, 05 de diciembre de 2023.- Cada vez son más y de mayor extensión las colonias o desarrollos habitacionales que se califican como “colonias dormitorio”, debido a que sus habitantes salen de su hogar muy temprano y regresan muy tarde o noche. En otras palabras, sólo utilizan su casa para dormir.
Las causas de que esto ocurra son varias y de diversa índole, van desde la especulación inmobiliaria que permite construir cada vez más lejos en búsqueda de un suelo barato que garantice la máxima ganancia, la corrupción que propicia autorizaciones a sabiendas del impacto ambiental que generan dichas urbanizaciones, hasta la ineficiencia del transporte público.
La dimensión de la ciudad actual ha propiciado que cada vez sean mayores las distancias que recorremos en nuestros traslados cotidianos, ya sea que utilicemos automóvil propio o transporte público, no estamos exentos de tener que destinar cada vez más tiempo de nuestro día a ir y venir de nuestro hogar a los lugares de trabajo o estudio.
De acuerdo con los datos obtenidos del cuestionario ampliado del Censo de Población y Vivienda 2020, en morelia, el tiempo promedio de traslado al trabajo es de 30 minutos, y 81.8% de la población tarda menos de una hora en el traslado, mientras que 6.62% tarda más de 1 hora en llegar a su trabajo. Los traslados del hogar al lugar de estudios son menores y promedian 20 minutos, donde el 96.3% de la población tarda menos de una hora en el traslado, mientras que 2.53% tarda más de una hora.
En términos de movilidad urbana, la realidad para los habitantes de Morelia, así como de muchas ciudades, es mucho más complejo de lo que ilustran las optimistas estadísticas, toda vez que los tiempos-promedio distan mucho de los tiempos reales en las denominadas “horas pico”, que son, al final de cuentas, parte de lo que padece la ciudadanía. En otras palabras, durante las primeras horas de la mañana, para los traslados al trabajo o escuelas es necesario destinar 1 hora y hasta 1.5 horas. De igual forma entre las 14:00 y 16:00 hrs., y de forma similar por la tarde, cuando finalizan las labores en la mayor parte de las oficinas, negocios y escuelas.
Las implicaciones de la movilidad urbana a la que estamos sujetos en el estilo de vida urbana que llevamos va más allá del tiempo, conlleva implicaciones de mayor relevancia, como las de índole económico y social.
En el primer caso hay que considerar que la tarifa promedio es de $10 pesos por ruta, y una persona que habita en algún desarrollo habitacional del Oriente de Morelia, como Villas del Pedregal o del Norte, como los ubicados en Tarímbaro, requiere de al menos dos rutas, o para llegar a su destino el traslado ida y vuelta les demanda $40 pesos diarios por persona. De forma tal que, si en un hogar tres integrantes de la familia se trasladan de forma cotidiana a estudiar o trabajar, el gasto en transporte significa $600 pesos/semanales, tan sólo de lunes a viernes.
La relevancia del monto destinado a traslados permitiría explicar, en buena medida, la proliferación de motocicletas como medio de transporte, de bicicletas, cuando las distancias lo permiten, así como la cantidad de casas en desuso o abandonadas por lo caro que resulta vivir tan lejos de la ciudad.
Las condiciones de tiempo y costo propician que las personas no regresen a su hogar, aún si tiene dentro de su jornada laboral o de estudios un tiempo para comer, así que terminan consumiendo alimentos de baja calidad o costo durante su jornada, lo que deriva en problemas de salud por mala alimentación.
El incremento en los tiempos de traslado es proporcional al tiempo que los habitantes de la ciudad le restan a su tiempo de descanso, y sobre todo de convivencia familiar; ya que ante la necesidad de cumplir con su jornada laboral simplemente optará por salir más temprano o inevitablemente llegará más tarde a su casa después del trabajo o la escuela.
La falta de tiempo de convivencia familiar ha traído consecuencias inimaginables al interior de las familias, pues los padres no están al pendiente de la educación de sus hijos o de su crecimiento y necesidades.
Para dimensionar este fenómeno, baste ilustrar el caso de Tarímbaro, municipio colindante a Morelia, que fue utilizado por los desarrolladores inmobiliarios para la construcción de extensos conjuntos habitacionales, sin que el H. Ayuntamiento tuviera la necesidad de invertir en equipamiento, pues los habitantes de estos desarrollos trabajan y estudian en Morelia y, por lo tanto, es en este último municipio donde demandan equipamiento de salud, recreativo, cultural, etc.
Con el paso del tiempo la situación ha cambiado; en 1995 Tarímbaro concentraba tan sólo el 27% de las viviendas en la Zona Metropolitana de Morelia, y ahora concentra más del 50% del total de viviendas. Esta situación ha llevado a invertir en equipamientos y comercios para abastecer las necesidades de todos los habitantes de estos miles de viviendas; lo que permite suponer que a mediano plazo podrían de dejar de ser “colonias dormitorio”.
Lo que resulta ineludible es la búsqueda de una eficiencia en el transporte público; como se mencionó en un principio, este proceso se presenta en todas las ciudades, en mayor o menor escala. Por ejemplo, para el caso de la CDMX se impulsa el tren Interurbano México-Toluca, que permitirá el traslado en menor tiempo y a menos costo de habitantes de la Zona Metropolitana de Toluca con el Poniente de la Ciudad de México.
Si consideramos que la ubicación de las viviendas es determinante en el desarrollo integral de una ciudad, resulta impostergable que las políticas públicas de desarrollo urbano dejen de lado la vieja práctica de la zonificación de usos de suelo y pensar en modelos más novedosos e integrales que garanticen la perspectiva social, humana de la ciudad y así garantizar una mejor calidad de vida de sus habitantes.
El Derecho a la Ciudad: Pátzcuaro, campañas políticas y la tragedia de los bienes comunes