El Derecho a la Ciudad: El principal desafío para Morelia a sus 484 años
El cambio no es fácil, pero es posible generar un esquema de ciudad en el que todos mejoremos nuestra calidad de vida

Morelia, Michoacán, 20 de mayo de 2025.- A 484 años de distancia de aquel 18 de mayo de 1541, en que se fundó, por mandato del virrey Antonio de Mendoza, bajo el nombre de Nueva Ciudad de Mechuacán, la ahora ciudad de Morelia, al igual que muchas otras ciudades en el país, enfrenta grandes desafíos en materia urbana.
El primero y más significativo es la gran dispersión urbana que hoy presenta. De acuerdo con el Programa Municipal de Desarrollo Urbano de Morelia 2022-2040 (PMDUM), la ciudad comprende aproximadamente 15 mil hectáreas, dentro de las cuales los terrenos baldíos suman un total de 2,915 hectáreas que representan poco menos que el 20% del total del área urbana. Evidencia irrefutable de la incapacidad de contener el crecimiento ante los intereses económicos sobre la especulación del suelo.
La prestación de servicios básicos como el transporte, recolección de basura, vigilancia, así como la distribución de agua potable, disponibilidad de drenaje y alumbrados públicos, entre muchos más, resultan altamente ineficientes y, por lo tanto, las tarifas se incrementan constantemente, afectando la economía de sus habitantes y de las finanzas municipales.
Hoy Morelia enfrenta procesos de metropolización, que acentúan la dependencia de las zonas habitacionales de los municipios colindantes, hacia los equipamientos y servicios de Morelia. Esta situación hace aún más urgente que se controle la expansión urbana, que se instrumenten medidas de control para evitar la urbanización de predios cada vez más alejados del área urbana, e incentivar de forma contundente la ocupación de predios baldíos en zonas ya consolidadas donde se cuenta con todos los servicios.
Es impostergable que se lleven a cabo acciones tendientes a contrarrestar el impacto negativo que traerá la construcción de un segundo libramiento, y que indudablemente ocasionará la urbanización de predios colindantes y con ello la dispersión urbana.
Detener el crecimiento del área urbana e incentivar la ocupación de predios baldíos permitiría acercar la ciudad hacia un modelo de mayor densidad, porque actualmente es de 59 habitantes por hectárea, cuando en 1980 era prácticamente del doble con 128 habitantes por hectárea.
Una ciudad más densamente poblada conlleva a desplazamientos más cortos, desincentiva el uso del automóvil y, en consecuencia, se genera menos contaminación, mejorando la calidad del aire en el área urbana. Claro está que el aumento en la densidad también demanda un incremento en áreas verdes.
El cambio no es fácil, pero es posible generar un esquema de ciudad en el que todos mejoremos nuestra calidad de vida; esto debe ser la prioridad y nunca es tarde para comenzar a planear la vida de los habitantes de la urbe y olvidarnos de planear la ciudad donde nunca hay continuidad en sus políticas urbanas y sólo se realizan planes y programas urbano-administrativos a largo plazo e inalcanzables.