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El huevo de la serpiente; cómo nacen las dictaduras

No hay dictadura que llegue sin avisos: Todos los huevos de serpiente estuvieron a la vista, sólo que muchos prefirieron no verlos

Morelia, Michoacán, 24 de junio de 2025.- La expresión «el huevo de la serpiente» tiene un origen literario y simbólico, y se ha convertido en una metáfora para describir cómo las dictaduras y los regímenes autoritarios no surgen de la noche a la mañana, sino que incuban en entornos propicios de descomposición social, crisis económica y desconfianza institucional. La frase es conocida principalmente por el título de una película del director Ingmar Bergman de 1977 (The Serpent’s Egg), ambientada en la Alemania de los años veinte, cuando el nazismo comenzaba a gestarse entre la miseria, el resentimiento y el caos político tras la Primera Guerra Mundial.

En palabras del personaje principal de la cinta, «como un huevo de serpiente, si lo sostienes contra la luz puedes ver el reptil ya formado dentro», es decir, el peligro aún no ha nacido, pero ya está allí, creciendo, evidente para quien quiera mirar. Esta imagen sirve como advertencia: las señales del autoritarismo futuro son visibles en el presente, aunque muchos prefieran ignorarlas o justificarlas.

La Alemania de la posguerra, humillada por el Tratado de Versalles y golpeada por la hiperinflación y el desempleo, se convirtió en el ambiente ideal para que germinara el huevo del nazismo. La frustración colectiva, la desconfianza hacia la democracia liberal y la manipulación del miedo y el odio por parte de líderes carismáticos como Adolf Hitler, permitieron que un régimen totalitario tomara el poder legalmente. Una vez en el poder el nazismo desmanteló el aparato democrático, eliminó las libertades fundamentales y persiguió a quienes pensaban diferente, culminando en el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.

Lo trágico no es solo el resultado, sino que muchos alemanes apoyaron activamente al régimen o miraron hacia otro lado. El huevo había estado a la vista: discursos de odio, exaltación del nacionalismo, desprecio por la prensa libre, ataque a los jueces y a los parlamentos, polarización de la sociedad; pero fue ignorado.

Ahora una incomoda realidad. En la actualidad, líderes con vocación autoritaria han encontrado terreno fértil en democracias debilitadas, donde las instituciones no han sabido responder con eficacia a los problemas sociales. En Estados Unidos, Donald Trump representó un claro ejemplo de cómo el populismo puede abrir la puerta al autoritarismo: desprecio por las reglas democráticas, ataques a la prensa, deslegitimación de procesos electorales y una creciente división social. Su intento de revertir el resultado electoral de 2020 con falsedades y presión institucional evidencia que el huevo ya estaba casi por romperse.

En México, el caso de Andrés Manuel López Obrador ofrece otro ejemplo preocupante. Aunque electo democráticamente, su gobierno se dedicó con celeridad a centralizar el poder, debilitando organismos autónomos, descalificando a críticos y periodistas, militarizado tareas civiles y promoviendo activamente y perversamente una narrativa de polarización social. La persecución política disfrazada de justicia, y el culto a la personalidad, recuerdan los síntomas de gobiernos que, si no se corrigen, derivan en autoritarismo pleno. Como en otros casos históricos, muchos ciudadanos, por afinidad, ignorancia, estupidez o hartazgo, escogieron no ver el reptil que crecía dentro del cascarón.

Ahora bien, después del niño ahogado, ¿cómo identificar y frenar el huevo de la serpiente? El primer paso para evitar que eclosione la serpiente es reconocer sus signos tempranos. Entre ellos:

  • Desprecio sistemático por la legalidad y la división de poderes.
  • Estigmatización de la prensa, la oposición y la crítica. Uso del aparato del Estado para fines personales o de grupo.
  • Narrativas de odio o exclusión basadas en raza, clase o ideología .
  • Y lo más peligroso, concentración progresiva del poder en una sola figura.

Idealmente las sociedades deben ser capaces de mantener su conciencia cívica activa; para esto la educación en valores democráticos, el fortalecimiento de la prensa libre, la independencia judicial y la exigencia ciudadana son herramientas indispensables. También lo es la memoria histórica: conocer cómo se gestaron las dictaduras del pasado es la mejor vacuna contra su repetición. Lamentablemente la historia no es precisamente un tema importante en nuestra sociedad.

La ciudadanía debe entender que la democracia no es un estado permanente, sino una construcción frágil que se erosiona cuando se tolera lo intolerable. No hay dictadura que llegue sin avisos: Todos los huevos de serpiente estuvieron a la vista, sólo que muchos prefirieron no verlos.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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