Estación Catorce: Ópera prima de Diana Cardozo en el 19 FICM
De cuando en cuando las campanas del pueblo alertan sobre la llegada de hombres armados. Como una coreografía bien ensayada, todos se ocultan en sus casas hasta que pasa el peligro, solo entonces averiguan el nombre de las víctimas y participan de la rapiña.
Morelia, Michoacán, 29 de octubre de 2021.- “La idea de la vida propia como un estreno”, es una de las frases con las que Diana Cardozo define Estación Catorce (2021), en donde un niño de siete años descifra con una mirada inquisitiva el mundo que le rodea. El segundo largometraje de ficción de la directora nacida en Uruguay pero afincada en México, se presentó en la sección oficial en competencia del 19 Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).
Diana Cardozo no es ajena al festival moreliano, La luna de Antonio (2003), ganó el premio a mejor cortometraje de ficción, mientras que Siete instantes (2004), en donde entrevista a mujeres que participaron en la guerrilla uruguaya a principios de los años setenta, obtuvo el Premio Musa a mejor largometraje documental realizado por una mujer.
No se debe confundir Estación Catorce con el famosísimo Real de Catorce, uno de los sitios turísticos más conocidos de San Luis Potosí. Ambos lugares se encuentran apenas a 13 kilómetros de distancia, pero buena parte del camino que los comunica está (a menos que lo hayan arreglado en los últimos años) en muy mal estado. Estación Catorce era una de las tantas paradas que operaban a lo largo del ferrocarril que comunica a la ciudad de Monterrey con el centro del país. El tren sigue transitando diariamente, solo que ahora pasa de largo por todos los pequeños poblados que se establecieron a su vera, dejando en abandono una buena cantidad de antiguas estaciones de pasajeros.
En este lugar vive Luis con su familia. De cuando en cuando las campanas del pueblo alertan sobre la llegada de hombres armados. Como una coreografía bien ensayada, todos se ocultan en sus casas hasta que pasa el peligro, solo entonces averiguan el nombre de las víctimas y participan de la rapiña. Siguiendo la costumbre del pueblo, el padre de Luis consigue hacerse con un enorme sillón rojo. Sucio y desgastado, el mueble se convertirá en un objeto que representa sus aspiraciones, aunque al final solo termine como percha para las gallinas.
Luis es testigo de la fijación del padre con el mueble, no solo ayuda a limpiarlo sino que acompaña a su padre con la intención de venderlo en un pueblo cercano. El viaje, una de las mejores secuencias de la película, resulta tan desgastante como inútil. Pero servirá a Luis para valorar el verdadero carácter de su padre.
Luis debe descubrir su mundo al lado de un padre terco, bravucón y caprichoso, quien no duda en gastarse el dinero de la renta para comprarle un costoso balón a su retoño, pero lo abandona por horas para dedicarse a ocasionales escarceos amorosos, es alguien que elige robar en vez de ayudar a un vecino en apuros, pero se ofende cuando lo llaman ladrón.
Cuando la violencia se normaliza y no hay más que una forma agresiva de expresar la masculinidad, puede plantearse la pregunta: ¿cómo puede un niño interpretar el mundo que le rodea? Cardozo nos responde con cámara en mano, siguiendo los pasos de Luis y sus amigos. Entre juegos y desconcierto, el niño tiene su primer encuentro con la muerte, descubre el valor relativo de la palabra de un adulto, así como sus vulnerabilidades. Así es como Luis descubre lo que hay a su alrededor, solo el futuro dirá si se adapta a las circunstancias o intenta cambiar su entorno.
Se estrena en el 19 FICM: 50 (o dos ballenas se encuentran en la playa)