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La inseguridad en México: Un ejemplo de que Morena debe soltar el pasado

Ante este panorama de descontrol, la respuesta desde la presidencia se ha vuelto una melodía repetitiva y ya desafinada: la culpa es del pasado

Coimbra, Portugal, 08 de noviembre de 2025.- La promesa de transformación que trajo consigo la Cuarta Transformación parece desdibujarse en una niebla de cifras rojas y violencia desbordada. El gobierno de MORENA, que llegó al poder sostenido por una narrativa de cambio y esperanza, comienza a mostrar fisuras graves, especialmente en la arteria vital de la seguridad. Lo ocurrido con el presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo a quien lamentablemente le arrebataron la vida, no es un incidente aislado; es un hecho que evidencia la pérdida del control por parte del gobierno y de la nula capacidad que tiene para hacerle frente al crimen organizado. La violencia no sólo no ha parado, sino que cada día está más incrustada en la sociedad mexicana.

Ante este panorama de descontrol, la respuesta desde la presidencia se ha vuelto una melodía repetitiva y ya desafinada: la culpa es del pasado. La presidenta Claudia Sheinbaum ha recurrido a una excusa tan gastada como ineficaz, señalando con insistencia al fantasma de Calderón y Peña Nieto como arquitectos únicos de la tragedia actual. Esta estrategia, más que una herramienta de diagnóstico, es una loza de cemento que mantiene a la administración amarrada al ayer. La lógica es simple y, a estas alturas, resulta ridícula: si se sigue apuntando con el dedo al espejo retrovisor, se legitima la ineficacia del presente. La estrategia de seguridad actual, por más que se vista de nuevas siglas, no ha logrado apagar los incendios; solo ha conseguido que el fuego se propague a la vista de todos.

El pasado, por supuesto, debe ser recordado, estaríamos fallándole a nuestra historia si no lo hiciéramos así. Es menester entender los errores estructurales y las decisiones fallidas de sexenios anteriores, empero, jamás debe ser utilizado como un refugio, un manto conveniente que oculte la falta de resultados propios.

La verdadera madurez política reside en soltar el peso muerto de la culpa pretérita para poder alzar la mirada hacia el horizonte del presente y del futuro. Es tiempo de que la presidenta y su gobierno suelten los sexenios pasado y cumplan las promesas que le hicieron a los ciudadanos mexicanos, la de un país libre de violencia. Sé que esto último es algo que para muchos de nosotros se antoja imposible, debido a la corrupción que acecha desde las más bajas hasta las más altas estructuras de poder y que todos los partidos hasta empresas y estructuras están contaminadas. Aún así, algo debe de hacerse, algo debe de pasar.

El costo de esta obsesión con el pasado es la inacción sistémica. El fantasma de los ex presidentes es una cortina de humo que impide ver la urgencia de redefinir una estrategia de seguridad que funcione. La República no puede darse el lujo de seguir esperando a que el tiempo sane heridas que requieren una cura inmediata. La estabilidad institucional y la vida de los ciudadanos son el precio diario de esta gastada retórica. Recordemos que también la historia nos da ejemplos de países que se han levantado de guerras mundiales, epidemias y hasta de bombas nucleares y todos ellos miraron al pasado para saber lo que no quieren ser, pero sobre todo, miraron al futuro para saber lo que sí, dejemos las excusas y demostremos la capacidad de construir una mejor vida para los que ya están y para los que vienen.

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