La nueva piel de la Tierra (Por: Javier Ríos)
La próxima piel electrónica de la Tierra estará generando más sensaciones de información inacabables en un planeta hiperconsciente a través de la convergencia y la singularidad tecnológica
Morelia, Michoacán, 24 de agosto de 2021.- Según la biología, cuando alguna especie muda su piel, se dice que renueva los tegumentos, mejor conocidos como los recubrimientos del cuerpo. La piel en las especies, incluida la humana, más allá de la función de protección, nos transmite grandes sensaciones, que en la actualidad se han buscado emular a través de la ciencia y la tecnología para captar algunas reacciones en diversos animales y plantas.
Pero en relación al planeta Tierra, ¿qué sensaciones transmite su recubrimiento o su piel, y cómo las detectamos y analizamos de acuerdo al interés de los científicos y del sector académico?
Es verdad que la tierra se toca, se siente, tiene su aroma, etcétera. Algunas sensaciones más intensas o más profundas como los sismos, que han sido muy difícil de predecir a pesar de que se detectan con algunos movimientos con los sismógrafos y acelerógrafos mientras el terreno se mueve en varias direcciones y, ayudan a medir el tamaño del movimiento en dichas direcciones.
También desde la parte ambiental, donde se intenta medir algunos daños sobre el impacto de la contaminación y otros fenómenos que arrojan datos necesarios para concluir que la tierra nos está dando mucha información al respecto.
Aún esos detectores y satélites desde hace varios años, tal vez no habían sido capaces para sistematizar alguna propuesta o solución que ayude a mejorar los grandes problemas que emite el planeta tierra; pero el futuro es esperanzador y, esto se debe a los grandes esfuerzos de tecno filántropos, científicos y académicos, que con su activismo muy pronto seremos conscientes de que la Tierra mudará a una gran piel electrónica que nos dará los datos en tiempos récords para poder enmendar los problemas, para innovar y disrumpir hacia un mundo mejor.
Esta nueva piel se ha estado tejiendo desde hace unos años que las tecnologías exponenciales y disruptivas, que gracias a su calidad convergen remediando magnos problemas.
La gran piel que se está tejiendo, está formada por millones de medidores electrónicos convergentes, como lo son los termostatos, manómetros, detectores de contaminación, cámaras, micrófonos, sensores de glucosa, electrocardiogramas, electroencefalogramas, entre muchos otros. Gracias a las tecnologías exponenciales y convergentes como la robótica, la nanotecnología, la inteligencia artificial, entre otras con todas sus herramientas para maravillarnos con los avances que hoy tenemos; estos aparatos en unos cuantos años monitorizarán la Tierra, en especial nuestros pueblos, nuestras ciudades, las montañas, los ríos, las especies en peligro de extinción, la atmósfera, los barcos, los aviones, las autopistas, naves, las flotas de camiones y, aunque parezca increíble también nuestros diálogos, nuestros cuerpos, e incluso nuestros sueños mejorando el intento del famoso anillo Oura, desarrollado en el país de Finlandia, que monitoriza el sueño y el bienestar, pero con la convergencia tecnológica se obtendrán diferentes datos.
Desde hace algunos años que esta piel está cada vez más constituida.
En el año 2009, el número de aparatos conectados nos sorprendió a propios y extraños, el dato superaba la cantidad de habitantes, éramos alrededor de 6.800 millones de habitantes y había alrededor de 12.500 millones de dispositivos, algo así como 1.84 dispositivos por persona.
Para el año 2010, la evolución que tuvieron los teléfonos inteligentes modificó el precio de los sensores a gran velocidad. Para el año 2015, la cifra continuó el ascenso e incrementó a 15.000 millones de aparatos conectados.
Como muchos de estos dispositivos incluyen varios sensores, para el año 2020 se estuvo cerca de llegar a un billón de aparatos conectados; sabemos que la contingencia que hemos tenido también tuvo repercusiones, pero ¿imaginan un billón de dispositivos conectados? Con estas cifras las posibilidades de disrumpir en el sector empresarial son bastante interesantes.
De acuerdo a la ley de Moore sobre el crecimiento exponencial de las tecnologías y de acuerdo a la ley de rendimientos acelerados de Raymond Kurzweil, esto parece que no se detendrá pronto, ya que muchos investigadores, por ejemplo de la Universidad de Stanford, han previsto que alrededor del año 2030 haya unos 500.000 millones de dispositivos conectados y con los beneficios de tener un gran número de sensores, lo cual, según un estudio realizado por Accenture, las posibilidades de negocios son geniales, su valor se traduce en 14,2 billones de dólares.
Detrás de estas cantidades, y con la ayuda de las tecnologías exponenciales que ahora convergen, se esconde una gran piel electrónica, la cual está registrando demasiadas sensaciones importantes del planeta.
Si en estos momentos traemos a nuestra mente los aparatos de gran tamaño y de mucho costo que se fabricaban con el auge de las primeras computadoras, hoy en día, en los dispositivos móviles se encuentran digitalizadas, desmaterializadas y desmonetizadas muchas herramientas, como por ejemplo las cámaras o los sensores ópticos, pero no solo en los dispositivos móviles, se encuentran prácticamente por todas partes, en los nuevos coches, en los drones, los teléfonos y los satélites.
Lo interesante es, que cada vez se mejora en su resolución de imagen y procesamiento de datos, y si añadimos la convergencia que sucede, por ejemplo los satélites fotografían la tierra con una precisión increíble de medio metro, los drones se dice que la reducen a un centímetro, pero los sensores de los coches autónomos que están irrumpiendo recientemente lo captan casi todo, recopilando así una gran cantidad de referencias por segundo.
La sorpresa de esta reducción de costes y tamaño e incremento del rendimiento está irrumpiendo por todas partes con muchos dispositivos; por ejemplo el primer GPS aparece en el mercado en 1981, pesaba unos 24 kilos y su precio era de 119.00 dólares, pero en el año 2010 ya se había reducido entre 4 y 5 dólares, además ser muy pequeño; podemos analizar del mismo modo basándonos en la unidad de medición inercial que manejaba a los primeros cohetes, ya que a mediados de los años 60, era un artilugio de un costo elevado de 20 millones de dólares y, su peso era de 22 kilos.
Hoy se encuentra digitalizado o desmaterializado dentro de los teléfonos celulares que hacen la misma función con el acelerómetro y el giroscopio por tan solo 3 o 4 dólares y con un peso inferior al de un gramo de arroz.
Con todo esto, estamos pasando así del mundo microscópico al nanoscópico desencadenando así grandes oportunidades, impulsando la aparición de prendas, joyas y gafas inteligentes, pero en poco tiempo vamos a ver que estos sensores se trasladan a nuestros cuerpos.
Otro gran ejemplo que se analiza, es el polvo inteligente. Una red inalámbrica de muy pequeños sensores microelectromecánicos, robots o aparatos que pueden detectar señales de luz, temperatura, vibraciones, entre otras.
De momento tiene el tamaño de una semilla de manzana, pero en poco tiempo ese polvo se hará nanoscópico y circulará por nuestros cuerpos recopilando datos mientras explora nuestro cuerpo.
Los datos que se captan con toda esta nueva piel electrónica son dignos de análisis y existe un Big data tremendo. Según las investigaciones de científicos como Peter Diamandis, Steven Kotler y Raymond Kurzweil, un coche autónomo genera cuatro terabytes al día, una cantidad de información comparable a la contenida en mil largometrajes; un avión de pasajeros, cuarenta terabytes; una fábrica inteligente, un pentabyte; ¿qué oportunidades tenemos con toda esta información?
Por ejemplo los médicos ya no dependerían de los tediosos chequeos anuales, porque tendrán el big data las 24 horas al día, 7 días a la semana.
Un agricultor, ya puede conocer la humedad del suelo y del cielo en tiempo real, lo que permite oportunidades de creatividad e innovación como para programar el riego con la precisión necesaria para tener cultivos más saludables, cosechas más grandes y por supuesto un menor desperdicio de recursos vitales como el agua y otros.
Estos tiempos ya están aquí con la ley de rendimientos acelerados tejiendo y mudando la nueva piel del planeta. Dentro de una década viviremos en un mundo donde se medirá casi todo, desde los confines del universo, hasta el fondo del mar y el interior de nuestro maravilloso cuerpo que aún falta mucho por conocer.
La próxima piel electrónica de la Tierra estará generando más sensaciones de información inacabables en un planeta hiperconsciente a través de la convergencia y la singularidad tecnológica, aprovechemos al máximo está nueva piel, el futuro es mejor de lo que pensamos.
Referencias bibliográficas
Kurzweil, R. (2005). La singularidad está cerca: cuando los humanos trascendamos la biología. Madrid: Loola Books.
Peter H. Diamandis, S. K. (2013). Abundancia: El futuro es mejor de lo que piensas. Barcelona: Antoni Bosch Editor.
Peter H. Diamandis, S. K. (2015). BOLD. New York: Simone & Schuster Paperbacks.
Peter H. Diamandis, S. K. (2021). El futuro va más rápido de lo que crees. Barcelona: Planeta, S.A., 2021.