López Obrador, un presidente contra un libro
Los miembros del Foro de San Pablo predican el “fundamentalismo indigenista” porque tiene como objetivo inconfeso, provocar una nueva balcanización de las repúblicas hispanoamericanas
Buenos Aires, Argentina, 01 de septiembre de 2021.- El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en el transcurso de un gran acto que montó en la capital mexicana este 13 de agosto para conmemorar el 500.º aniversario de la liberación (para él, caída) de Tenochtitlán intentó rebatir la tesis principal que desarrollo en mi obra “Madre Patria”, donde afirmo que España no conquistó América sino que España liberó América.
Por si usted lo ha olvidado, me gustaría también recordarle que el presidente mexicano es quien ha exigido en repetidas ocasiones que España pida perdón por el Descubrimiento y liberación -para López Obrador conquista- de América.
Se preguntará usted, estimado lector, ¿por qué en un acto público de tal envergadura el muy ilustre presidente de México se sintió obligado a intentar rebatir un libro, un simple libro? Se preguntará también ¿Qué se esconde en realidad detrás de esa insistencia en que España pida perdón por el descubrimiento y liberación -para el presidente de México ocupación- de América? Creo encontrar, estimado lector, tres razones.
La primera es que en mi libro dije una verdad sencilla e irrebatible, pero que nadie se atreve a decir por temor a las represalias de los guardianes -de los rottweiler implacables- del sistema mediático académico que ha instaurado la dictadura de lo políticamente correcto, una verdad, repito, sencilla pero irrefutable que los ha demolido: el estado azteca era un estado totalitario que oprimía a su propio pueblo y que llevó a cabo como política de estado la conquista de otros naciones indígenas para poder tener seres humanos para sacrificar a sus dioses y usar la carne humana así conseguida como alimento principal de los nobles y sacerdotes.
Esta es la verdad que no se puede decir porque entonces la leyenda negra de la conquista española de México se cae como un castillo de naipes cuando es empujado por una pequeña brisa. Esa es la verdad que me lleva a afirma que si España tuviese que pedir disculpas por haber vencido al imperialismo antropófago azteca tanto los Estados Unidos, como Rusia, tendrían que pedir perdón por haber derrotado al imperialismo genocida nazi. Claro que la batalla por Tenochtitlán fue sangrienta, pero tan sangrienta, por cierto, como la batalla por Berlín, que puso fin al totalitarismo nazi.
Las pruebas que presento en mi obra “Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas al separatismo catalán” sobre el Holocausto azteca son abrumadoras. Hoy la evidencia científica es abundante e irrefutable, piedras de sacrificios con restos de hemoglobina, herramientas de obsidiana para esta labor, esqueletos humanos ejecutados por cardioectomía con marcas de corte en las costillas, decapitaciones.
Cuando se analiza la historia sin prejuicios y no se quiere ocultar la verdad, como hacen los supuestos historiadores que asesoran a López Obrador y que escriben sobre el supuesto genocidio que implicó la conquista española de América, pero que callan el tema de los sacrificios humanos realizados por los aztecas; se llega a la conclusión que el imperialismo azteca fue el más atroz de la historia de la humanidad.
Año tras año los aztecas arrebataban a los pueblos que habían conquistado a sus niños y niñas para asesinarlos en sus templos. Era tal la cantidad de sacrificios humanos que realizaban los aztecas de gente de los pueblos por ellos esclavizados que, con los cráneos construían las paredes de sus edificios y templos. El número de víctimas inmoladas fue inmenso. Casi ningún científico lo computa en menos de veinte mil cada año, y aún hay alguno que lo hace subir hasta ciento cincuenta mil.
Es por eso que el 13 de agosto de 1521 los pueblos indios de Mesoamérica festejaron la caída de Tenochtitlan. Ese día una inmensa alegría inundó el corazón de las masas indígenas oprimidas por los aztecas. La contradicción principal era, para las naciones dominadas por los aztecas, la contradicción vida o muerte. Continuar bajo la dependencia azteca habría significado, para los tlaxcaltecas y totonacas, por ejemplo, seguir siendo -literalmente- devorados por los aztecas. La liberación significó dejar de ser el principal alimento de los aztecas. Las otras contradicciones eran, dicho esto, evidentemente secundarias.
Como el mismo López Obrador tuvo que reconocer en su discurso, a regañadientes y entre líneas, resulta materialmente imposible pensar que, con apenas 300 hombres, cuatro arcabuces viejos y algunos caballos, Hernán Cortés pudiera derrotar al ejército de Moctezuma integrado por trescientos mil feroces soldados disciplinados y valientes. Hubiese sido imposible, aunque los 300 españoles hubiesen tenido fusiles automáticos como los que hoy usa el ejército español. Miles de indios de las naciones oprimidas lucharon, junto a Cortés, para poder poner fin al imperialismo antropófago que los aztecas habían establecido en Mesoamérica. Por eso el mexicano José Vasconcelos afirma que “la conquista la hicieron los indios”.
Por otra parte es indiscutible que el pueblo azteca -no la nobleza y la casta sacerdotal- sintió un gran alivio cuando se produjo la caída de Tenochtitlán porque el estado azteca era un estado totalitario que oprimía a su propio pueblo sobre todo a las mujeres. El estado estaba compuesto de una casta oprimida –conformada por los esclavos, los labriegos y los artesanos- y una casta opresora integrada por la nobleza y los sacerdotes encargados del culto a los dioses.
No hay duda alguna que el pueblo azteca sufría la tiranía del emperador Moctezuma. Bajo el despotismo de Moctezuma –como demostró también José Vasconcelos- “las mujeres eran poco menos que mercancía y los reyezuelos y los caciques disponían de ellas a su antojo y para hacerse presentes”. No hay duda alguna que “el lazo que unía a Moctezuma con sus feudatarios era de terror, que cada rey comarcano dejaba en rehenes en la capital hijos, parientes, amigos”.
La segunda razón es que como los magos -y el presidente de México no es uno de los buenos- con sus gestos y palabras trata de ocultar una gran verdad. Esa verdad que deja muy mal parada a buena parte de la clase política mexicana es que México al momento de su independencia era un país más rico y próspero que los Estados Unidos.
La supuesta valentía del presidente de México al denunciar la conquista Española de América es en realidad una cortina de humo para encubrir su cobardía frente a los Estados Unidos. Porque él, cómo ningún presidente negrolegendario de México, se ha atrevido a denunciar -ni siquiera en voz baja- que una de las causas principales del subdesarrollo que sufren los mexicanos tiene su origen en el robo, por parte de los Estados Unidos, del 60 por ciento del territorio que México heredó de España cuando se independizó.
Criticar a España sirve para ocultar que la élite política mexicana –con honrosas excepciones- no supo ni siquiera conservar la herencia recibida de España, un territorio inmenso que se extendía desde la bahía de San Francisco hasta la península de Yucatán.
Mi abuela diría pobrecito AMLO tan valiente frente al Rey de España y tan cobarde delante del presidente de los Estados Unidos.
Si el presidente de México tuviese el mismo coraje que tiene frente al rey de España frente al presidente de los Estados Unidos entonces el próximo 2 de febrero, en que se cumple un nuevo aniversario del ignominioso tratado de Guadalupe Hidalgo -por el cual México se vio obligado luego de haber sido derrotado militarmente a cederle a los Estados Unidos 2.378.539 kilómetros cuadrados de su territorio-, realizaría un gran acto como el que organizó para el 13 de agosto.
Para realzar el mismo, invitaría al presidente de los Estados Unidos Joseph Biden y en un gran discurso, cuando estén cara a cara, le exigiría a Biden que pida perdón al pueblo mexicano por haberle robado Texas, California, Nuevo México, Nevada, Utah, Colorado y Arizona que fueron indiscutiblemente parte de México.
También López Obrador aprovecharía la ocasión para recordarle a los mexicanos que ese mismo año de 1848 en que se firma el tratado de Guadalupe Hidalgo, gracias a haberse apropiado por la fuerza de California, Estados Unidos se convirtió en el principal productor de oro del mundo. Un oro que le permitiría financiar la construcción del primer ferrocarril transcontinental que se inauguró en 1869 y que dinamizó espectacularmente la industria norteamericana. Le recordara también al pueblo de México que gracias al oro negro de Texas a partir de 1901 Estados Unidos se convirtió en uno de los principales productores de petróleo del mundo.
Finalmente si el presidente López Obrador tuviera el mismo coraje que manifiesta delante del rey de España con el presidente de los Estados Unidos cerraría su discurso exigiéndole al presidente de Estados Unidos que pida perdón por las matanzas de los indios californianos cometidas por el ejército norteamericano desde 1846, cuando Estados Unidos le arrebató California a México, entre ellas las masacres del río Sacramento ocurrida el 6 de abril de 1846, la masacre del lago Klamath en el 12 de mayo de 1846 o la masacre de Sutter Buttes del 21 de junio de 1846, todas ellas ejecutadas por el capitán John Frémont, amigo y protegido de Joel Roberts Poinsett.
La tercera razón es sin embargo la más importante y la más peligrosa. El Foro de San Pablo está detrás de todo esto que estamos viendo, discursos contra España, derribo de las estatuas de Isabel la Católica en Colombia y de Pedro de Valdivia en Chile y un largo etc.
Los miembros del Foro de San Pablo predican el “fundamentalismo indigenista” porque tiene como objetivo inconfeso, provocar una nueva balcanización de las repúblicas hispanoamericanas, haciendo aparecer un estado mapuche, un estado quechua o un estado aimara…
Así, nuevamente divididos, seremos aún más impotentes en el concierto de las naciones y, por ende, más subdesarrollados. Porque nosotros no estamos divididos porque somos subdesarrollados, sino que somos subdesarrollados porque estamos divididos.
Perdonadme estimado lector que sea nuevamente autorreferencial, pero como demuestro en mi libro “Madre Patria.” -y eso les ha dolido muchísimo- el movimiento indigenista fue fomentado primero por el imperialismo inglés, luego por el imperialismo yanqui y hoy por numerosas ONG al servicio del capital financiero internacional o dicho más precisamente al servicio del imperialismo internacional de dinero.
Esa política buscaba y busca romper la unidad lingüística y religiosa de Hispanoamérica a fin de fomentar una nueva balcanización, dado que la política permanente de las grandes potencias y del poder mundial consiste, siempre, en dividir para reinar es por ello que el movimiento indigenista puede ser definido sin duda alguna como un instrumento del imperialismo para fragmentar las repúblicas hispanoamericanas y convertirlas en segmentos anónimos del mercado internacional.
Los indigenistas tienen el mismo concepto de nación que tenían los nazis. Una noción de la nación basada en la raza. Los líderes indigenistas -como los separatistas catalanes- son racistas aunque traten de disimularlo para parecer simpáticos ante la opinión pública mundial.
Con respecto al indigenismo como política permanente del imperialismo anglosajón el historiador marxista Jorge Abelardo Ramos afirma: “. Muy noble resulta la tesis de la defensa de los indios. Pero muy sospechoso el origen. Pues separar a las masas indígenas o negras, de las criollas o blancas de la actual Nación Latinoamericana, es acentuar las condiciones de esclavización general y de la balcanización hasta hoy lograda. Se trata -y he aquí el servicio que rinde una vez más la ‘izquierda’ y los ‘progresistas’ al imperialismo- de separar a las etnias; después de haber separado a las clases y a los Estados del magno proyecto bolivariano. Es una campaña contra la nación latinoamericana..
Esta afirmación lapidaria de Jorge Abelardo Ramos –más allá de que utilice erróneamente el concepto de Latinoamérica que es un concepto inventado por el imperialismo francés– lo dice todo.
Por otra parte Andrés Soliz Rada, una de las figuras más destacadas de la izquierda boliviana sostiene que el movimiento indigenista es una construcción neocolonial, ejercitada por pseudoizquierdistas, para destruir los Estados nacionales “in constituidos”, e impedir la construcción de un Estado continental iberoamericano, único instrumento político capaz de enfrentar con éxito a las grandes compañías transnacionales, al capital financiero internacional y a las grandes potencias del siglo XXI.
Si el indigenismo fue un instrumento de la política exterior de Gran Bretaña y de los Estados Unidos y hoy lo es del imperialismo internacional del dinero se desprende, por lógica consecuencia, que quienes predican el indigenismo trabajan consciente o inconscientemente para el imperialismo.
El excelentísimo señor presidente de México, don Andrés Manuel López Obrador, el excelentísimo presidente de la república del Perú, don Pedro Castillo (que paradoja de la historia todos ellos portan apellidos españoles) la chilena Elisa Loncon, presidente de la Asamblea Constituyente de Chile, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, el expresidente de Bolivia Evo Morales y todos aquellos que los acompañan en la prédica de la leyenda negra de la conquista española de América y en el intento de crear artificiales repúblicas plurinacionales, son sin duda alguna, la mano de obra más barata que ha tenido el imperialismo a lo largo de toda su historia para ejecutar su plan estratégico de fragmentación territorial de las repúblicas hispanoamericanas.
Carta de un profesor del fin del mundo al presidente López Obrador