Medicinas alternativas (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)
La medicina alternativa pretende, en el colmo de lo irracional, ser una opción frente a la medicina científica. Pero sus defensores olvidan algo, la medicina científica se asienta en ciencias establecidas como la bioquímica y la fisiología. ¿Y la "alternativa"?, pues no.
Morelia, Michoacán, 04 de agosto de 2020.- «Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano», afortunada frase atribuida generalmente al poeta y filósofo alemán Friedrich Schiller, si bien otros la atribuyen a Goethe. Como sea, la frase es de una actualidad absoluta.
Analizando publicaciones, programas de radio, televisión y las populares redes sociales da la impresión de que el ciudadano promedio tiene una infinita capacidad para creer prácticamente cualquier cosa, y mientras más absurda más fácilmente se le traga; como ejemplos tenemos las noticias sobre OVNIS, la utilidad del Tarot, meditación trascendental, psicoanálisis, la Atlántida, combustión humana espontánea, actividad paranormal, ángeles, el poder de diversas piedras, las «filosofías» orientales, astrología, numerología, iridología, homeopatía, Flores de Bach y un etcétera que puede ser tan largo como se desee.
El tema es extenso, pero me concretare a hablar sobre el fraude la medicina alternativa. Definamos: las medicinas alternativas son todas aquellas cuya eficacia terapéutica no está demostrada, hasta ahí es fácil de entender, lo que ya no es tan fácil de procesar es el hecho de algunos médicos las aceptan o cuando menos las toleran. ¿Por qué? Ya lo veremos.
Nos informa el filósofo Edmund Burke “para que las medicinas alternativas triunfen, basta con que los buenos médicos no hagan nada”. ¿Por qué algunos médicos, lejos de criticar y rechazar a las medicinas alternativas, las toleran sin ningún problema? ¿Por qué incumplen los principios éticos más básicos de la medicina? ¿Por qué los colegios médicos no expresan su tajante condena a este fraude?
Si la profesión médica en conjunto las hubiera criticado desde su aparición, probablemente hoy día tendrían una aceptación muchísimo menor. La respuesta a esta cuestión no es sencilla, a continuación las probables razones.
En primer lugar, dinero, las medicinas alternativas son un negocio creciente, en muchos casos dejan enormes ganancias. Y negocios son negocios.
En segundo lugar, desinformación e ignorancia; la incómoda realidad es que la formación de los médicos durante la carrera no es todo lo completa que debería ser. En farmacología se memorizan muchos datos, pero pocas veces se les explica de dónde vienen esos datos y cómo se ha llegado a ellos a través de estudios científicos. Dicho de otra manera, se enseñan los conocimientos de medicina que se obtienen de la ciencia, sin explicar cómo se han obtenido de ella. El método de investigación es poco conocido.
La mayoría de los médicos, utilicen o no medicinas alternativas, no tienen idea (ni les interesa) de la evidencia científica que exista o no detrás de ellas.
Otro. Criticar a las medicinas alternativas durante una consulta garantiza una incómoda y en ocasiones feroz respuesta de sus convencidos usuarios. Por lo tanto muchos médicos evitan esto para llevar la fiesta en paz con sus pacientes.
La medicina alternativa pretende, en el colmo de lo irracional, ser una opción frente a la medicina científica. Pero sus defensores olvidan algo, la medicina científica se asienta en ciencias establecidas como la bioquímica y la fisiología. ¿Y la «alternativa»? pues no, nada de eso. Por eso, algunos vivales, más cautos, han optado por redefinirlas como medicinas «complementarias», que suena más inofensivo. Pero sigue siendo pseudomedicina.
Veamos ahora algunas características de las medicinas alternativas:
Primero, su declarada hostilidad hacia la ciencia médica. Esta actitud negativa tiene una explicación , pues las bases de la medicina científica son incompatibles con las «bases» de las terapias alternativas.
Otro. Las pseudomedicinas se caracterizan por el abuso que hacen de palabras grandilocuentes. Por ejemplo, la «Medicina Psiónica»; suena importante pero solo se habla de un simple péndulo. Se apela a palabras complicadas para encubrir lo vacío de sus conceptos; así encontramos a la Medicina Integral Quántica, la Biorresonancia, la Moraterapia, Quirorreflexoterapia, Magnetoterapia, Ozonoterapia, Técnica Bioenergética Cuántica Holográmica (?). Observamos también un abuso indiscriminado de vocablos extraídos de la física como energía, iones, cuantos, cargas positivas, cargas negativas, electromagnetismo, salto quántico, frecuencia vibratoria, inducción, radiaciones, fotón, etc., sin tener la menor idea de lo que significan. También son frecuentes las expresiones importadas de las culturas orientales, chakras, feng shui, zen. Todas sin bases científicas.
En los casos como la iridología y la reflexología simplemente se inventan conexiones «neurológicas» o «canales energéticos» entre el órgano a estudiar y su imaginaria expresión en el iris o en el pie. Esto nos manda de dos mil a tres mil años para atrás, cuando se revisaban las entrañas de animales sacrificados para adivinar el futuro.
Finalmente, ¿puede alguna de estas pseudomedicinas considerarse como tal? ¿Existe algo, en todo esto, que haya sido demostrado? No, nada. Ningún partidario de las pseudomedicinas ha demostrado (ni intentado demostrar) que las energías que dicen manipular existan en algún lugar fuera de su imaginación. Ni que la alteración de esas «energías» sea causa de la enfermedad. Ni que los cristales de cuarzo sirvan como algo más que de adorno.
Y si en la búsqueda de salud el paciente pierde dinero o la vida, eso no le importa al charlatán; dinero es dinero.
Alejandro Vázquez Cárdenas