Pena de muerte, consideraciones (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)
Llegar a un acuerdo en este tema es difícil. En el caso concreto de México quizá en lo único que lleguemos a ponernos de acuerdo es en que aquí la justicia no es confiable. La tradición de fabricar culpables por parte de nuestras autoridades imposibilita confiar en ellas.
Morelia, Michoacán, 03 de marzo de 2020.- El inocultable e imparable incremento de los feminicidios en México, ha hecho que muchas personas, justamente indignadas y exasperadas por esta ola de crímenes, rescaten la idea de implantar la pena de muerte como justo castigo para este tipo de delitos. Para ellos recurren a los códigos de justicia más antiguos, desde el “ojo por ojo” bíblico hasta los mas nuevos estudios que avalan la pena de muerte.
El fenómeno es perfectamente entendible, en México, siendo amables, tenemos un aparato de justicia lento, torpe, burocratizado, indolente, apático, ineficaz, misógino e incompetente. Imposible negarlo. Tenemos un índice de impunidad de un escalofriante 95%. Casi cualquier país bananero o del África subsahariana está mejor que nosotros.
Pero, ¿resolverá la pena de muerte este problema. De entrada, con nuestro ultra deficiente sistema judicial y sus nada confiables jueces podemos soltar un rotundo NO. Definitivamente no podemos confiar en la sabiduría (que no la tienen) o la imparcialidad (que tampoco la tienen) de los procuradores de justicia en México. La pena de muerte en nuestro país significaría, indefectiblemente, matar inocentes, “chivos expiatorios”. Esto es tan cierto como que mañana saldrá el sol. No intenten negarlo.
Pero veamos algunos datos
Los Estados Unidos de América es uno de los muchos países que mantiene vigente la pena de muerte como castigo para delitos de alto perfil y singular crueldad, y dentro de los EUA el estado de Texas uno de los que con mayor frecuencia la aplican. La prisión de Huntsville, sitio donde esperan turno para ser ejecutados, se ha vuelto famosa.
¿Sirve de algo la pena de muerte? ¿O, como afirman algunos de sus detractores es solo simplemente el ejercicio de una venganza? Las opiniones se dividen y si nos ponemos a buscar encontraremos una gran cantidad de argumentos tanto de un lado como del otro; razonamientos religiosos, filosóficos, económicos, psicológicos, psiquiátricos, políticos etc. Tal parece que casi todas las disciplinas tienen algo que decir de la pena de muerte.
Los que rechazan la pena de muerte alegan fundamentalmente desde razones religiosas hasta argumentos económicos de que sale muy caro ejecutarlos por lo largo de estos juicios y los inacabables recursos de apelación, otros dicen que al ser una pena irreversible no hay manera de corregirla si ha existido un error en el juicio, otros por que piensan que es lo mas parecido a una venganza y para ellos la venganza es inaceptable, otros por que afirman que diversos estudios muestran que la existencia de la pena de muerte no inhibe la futura conducta delictiva de otros criminales, otros por que consideran el derecho a la vida como algo supremo e incuestionable, así sea el mayor criminal que hay existido. Los más candorosos argumentan que si el Estado se lo propone estas personas pueden ser reeducadas y redimidas hasta convertirse en seres útiles a la sociedad.
Los que apoyan la pena de muerte afirman con igual convicción que, similar a un contrato social básico uno pierde su derecho elemental a la vida propia cuando incumple su deber humano elemental de respetar la existencia ajena. Estas personas están muy de acuerdo con la pena de muerte para todos aquellos (violadores de niños, homicidas, terroristas, cabecillas del narcotráfico y secuestradores) que atacan con violencia atroz los valores que más se deben proteger en la sociedad (integridad del niño, vida del prójimo, tranquilidad, salud pública y libertad individual). También sostienen su posición recordándonos algo evidente, muchos criminales son absolutamente irrecuperables, irredimibles, y si por algún azar del destino son liberados inevitablemente volverán a delinquir. También tienen razones económicas pues a este grupo de personas les repugna la idea de que con sus impuestos se esté financiando la manutención de los grandes criminales por el resto de su vida.
Llegar a un acuerdo en este tema es difícil. En el caso concreto de México quizá en lo único que lleguemos a ponernos de acuerdo es en que aquí la justicia no es confiable. La tradición de fabricar culpables por parte de nuestras autoridades imposibilita confiar en ellas. Sencillamente no les creemos. En México la pena de muerte siempre tendría una gran sombra de duda.
Alejandro Vázquez Cárdenas