Pensar en Educación
Debemos ya de pensar en el sistema educativo como garante de los derechos a estar, aprender, participar y convivir de los estudiantes

Morelia, Michoacán, 18 de abril de 2025.- Pensar la educación en Michoacán significa reconocer una realidad compleja, donde convergen una gran cantidad de fenómenos económicos, sociales, políticos, culturales y también, en donde existen tradiciones entreveradas con desafíos contemporáneos apremiantes.
Nuestra tierra, cuna de movimientos magisteriales históricos y de profundas raíces culturales, enfrenta la urgente necesidad de hacer funcionar a plenitud cada componente del sistema educativo para garantizar un futuro digno a las nuevas generaciones. Esta reflexión no puede limitarse a aspectos técnicos o administrativos; debe abordarse como un compromiso ético con la justicia social y el desarrollo integral de nuestras comunidades.
Los derechos educativos en Michoacán trascienden la simple cobertura escolar. Hablamos del derecho fundamental a una educación pertinente, que respete la diversidad cultural, que reconozca los saberes locales, y que a la vez prepare a los estudiantes para los retos globales. El derecho a la educación implica acceso equitativo a oportunidades de aprendizaje significativo, infraestructura adecuada, docentes capacitados y materiales didácticos de calidad. En un estado caracterizado por sus contrastes socioeconómicos, garantizar estos derechos significa combatir activamente la desigualdad y construir puentes hacia la inclusión efectiva.
El ejercicio adecuado de las atribuciones en materia educativa requiere una nueva ética pública. Los funcionarios educativos, directivos escolares y docentes debemos asumir la responsabilidad que conlleva nuestro papel como garantes de derechos. Esto significa abandonar prácticas clientelares, superar inercias burocráticas y colocar en el centro las necesidades reales de estudiantes y comunidades. Ejercer debidamente las atribuciones educativas es reconocer que cada decisión, desde la asignación presupuestaria hasta la implementación curricular, tiene impactos concretos en las trayectorias vitales de miles de niñas, niños y jóvenes michoacanos.
El buen gobierno en educación se construye desde la transparencia, la participación comunitaria y la rendición de cuentas. No puede haber transformación educativa sin diálogo genuino entre autoridades, docentes, estudiantes y familias. Las políticas educativas efectivas surgen de escuchar las voces de quienes habitan cotidianamente las aulas, de reconocer las realidades territoriales diversas, y de construir soluciones colaborativas. El buen gobierno educativo es aquel que planifica estratégicamente, evalúa honestamente sus resultados y corrige el rumbo cuando es necesario.
Las generaciones jóvenes michoacanas merecen mucho más que la reproducción de modelos educativos obsoletos. Merecen espacios de aprendizaje donde su curiosidad sea estimulada, donde sus identidades sean valoradas, donde adquieran herramientas para transformar positivamente su entorno. El futuro de nuestro estado depende de nuestra capacidad para formar ciudadanos críticos, creativos y comprometidos con el bien común. Esto solo será posible si concebimos la educación no como un servicio más, sino como un derecho humano fundamental y un bien público indispensable.
Pensar la educación en Michoacán implica también reconectarnos con nuestra rica herencia pedagógica. Desde las escuelas normales rurales hasta las experiencias educativas autónomas en comunidades indígenas, nuestro estado ha sido semillero de innovaciones educativas con profundo sentido social. Recuperar esa memoria histórica nos permite imaginar futuros educativos arraigados en nuestras realidades y a la vez orientados hacia la emancipación colectiva.
El momento actual nos convoca a una renovación del compromiso educativo. Frente a crisis múltiples —ambientales, sociales, económicas— la educación michoacana debe constituirse en espacio de esperanza y transformación. Esto requiere valentía para cuestionar lo establecido, creatividad para diseñar alternativas y perseverancia para materializar los cambios necesarios.
Es muy importante asumir que el camino no será sencillo, pero cada paso que demos hacia una educación más justa, inclusiva y relevante será una victoria para las generaciones presentes y futuras de michoacanas y michoacanos.
Pasar del deber ser a transformar la realidad es verdaderamente retador. Hoy, por muchas razones, la educación en Michoacán se encuentra en una encrucijada donde decisiones recientes impactan directamente el ejercicio efectivo de los derechos educativos.
Tres fenómenos merecen nuestra urgente atención: la prohibición de alimentos «chatarra» en escuelas, el incremento en tarifas del transporte escolar y la restricción de espectáculos que promueven contenidos violentos.
Estas medidas, aunque con intenciones aparentemente positivas, presentan complejidades que requieren un análisis crítico y propuestas integrales para garantizar que las políticas públicas realmente fortalezcan el ecosistema educativo michoacano.
Primeramente, la eliminación de alimentos ultra procesados y golosinas de las cooperativas escolares representa una medida necesaria ante la alarmante crisis de obesidad infantil en nuestro estado. Sin embargo, esta prohibición enfrenta desafíos significativos en su implementación. La problemática no radica en la intención, sino en el abordaje fragmentado que no considera las realidades socioeconómicas de las comunidades escolares.
Las escuelas rurales y urbano-marginales, donde frecuentemente la cooperativa escolar representa un ingreso complementario para los planteles y para las familias que participan en su operación, ahora enfrentarán cierta incertidumbre económica. Además, la prohibición sin alternativas accesibles y culturalmente pertinentes puede generar mercados informales de estos productos a las afueras de los planteles, fuera del control sanitario básico que al menos existía en las cooperativas reguladas.
Esta situación demanda acciones multidimensionales. Es fundamental implementar un programa gradual de transición que incluya formación para las personas encargadas de las cooperativas escolares en la preparación de alimentos nutritivos y económicamente viables. Especialmente, debe considerarse seriamente la creación de la figura del nutriólogo escolar. Así también, podrían establecerse incentivos fiscales y subsidios para proveedores locales de alimentos frescos que abastezcan a las escuelas, fortaleciendo economías comunitarias y acortando cadenas de distribución. Aunado a lo anterior, es necesario desarrollar campañas educativas que involucren a estudiantes, familias y docentes en la comprensión de la alimentación como derecho fundamental y componente central del bienestar, de la mano de autoridades educativas, sanitarias y, de nutriólogos escolares.
Es un hecho: la prohibición por sí sola no transformará hábitos alimenticios arraigados culturalmente. Necesitamos construir una nueva cultura alimentaria desde la educación crítica, el rescate de saberes gastronómicos tradicionales michoacanos y la participación comunitaria en la definición de opciones alimentarias saludables, accesibles y culturalmente significativas.
Por otra parte, el incremento del costo del transporte público puede implicar que la movilidad condicione el derecho a la educación. El reciente aumento en las tarifas del transporte escolar constituye una barrera directa para el acceso educativo. Cuando tres de cada cuatro estudiantes michoacanos, cuyas familias no poseen un automotor, dependen de este servicio para llegar a sus centros educativos, cualquier incremento implica una carga adicional para familias que ya enfrentan múltiples presiones económicas. La problemática se agudiza en barrios populares, en el periférico de las ciudades más grandes de la entidad federativa, en zonas rurales y comunidades alejadas, donde las opciones de movilidad son limitadas o inexistentes.
Este fenómeno impacta desproporcionadamente a estudiantes en situación de vulnerabilidad socioeconómica, profundizando brechas de desigualdad educativa. El ausentismo escolar, el abandono temporal y definitivo son consecuencias previsibles cuando el costo de trasladarse a la escuela compite con otras necesidades básicas familiares.
Más aún: recientemente, la titular de la dependencia que se encarga de la movilidad en la entidad federativa mencionaba en su argumentación para la construcción de teleféricos, que tres de cada diez estudiantes que sufren el fenómeno del abandono escolar es como consecuencia de problemas de transporte. Con el incremento del 2022 y el de días pasados, el actual gobierno estatal acumula ya un 22 por ciento de incremento del costo del transporte público en Michoacán. Esto es una crasa contradicción.
Ante este panorama, es importante actuar a corto plazo, implementando un programa emergente de subsidio al transporte escolar focalizado en estudiantes de bajos recursos, mediante tarjetas electrónicas que garanticen que el apoyo llegue directamente a los beneficiarios. A mediano plazo también es clave considerar la articulación un sistema de transporte escolar público en rutas estratégicas, administrado cooperativamente entre autoridades educativas y comités comunitarios. A largo plazo, vale la pena desde ahora repensar la planeación territorial educativa para reducir distancias entre planteles y comunidades, considerando opciones como escuelas itinerantes para localidades dispersas y modelos educativos híbridos que reduzcan la necesidad de desplazamientos diarios.
La movilidad educativa no puede seguir siendo tratada como un asunto periférico en las políticas públicas. Debe reconocerse como componente central del derecho a la educación, con presupuestos específicos y mecanismos de participación ciudadana en su planeación y evaluación.
Finalmente, la reciente restricción de presentaciones musicales que ensalzan actividades delictivas surge de preocupaciones legítimas sobre la normalización de la violencia. Sin embargo, esta medida plantea interrogantes sobre los límites entre protección y censura, así como sobre la efectividad de prohibiciones que no abordan las causas profundas del fenómeno.
La problemática es multifactorial. Por un lado, estos contenidos pueden influir negativamente en la construcción de referentes identitarios juveniles perniciosos; por otro, representan expresiones culturales que reflejan realidades sociales que no desaparecerán mediante prohibiciones. Además, estas medidas pueden criminalizar expresiones culturales populares sin ofrecer alternativas para el diálogo crítico sobre los temas que abordan.
Frente a esta situación es importante desarrollar espacios curriculares y extracurriculares para el análisis crítico de contenidos mediáticos, donde estudiantes desarrollen herramientas para interpretar críticamente los mensajes que reciben, aprovechando el énfasis que realiza la Nueva Escuela Mexicana en el desarrollo del pensamiento crítico. Paralelamente, deben impulsarse programas de creación artística juvenil que ofrezcan canales de expresión alternativos y aborden las problemáticas sociales desde perspectivas constructivas. Tercero, establecer diálogos intergeneracionales sobre consumos culturales, donde adultos y jóvenes intercambien visiones sin imposiciones verticales.
La prohibición debe transformarse en oportunidad educativa. Es importante reconocer la realidad como punto de partida para realizar reflexiones profundas sobre violencia, desigualdad y construcción de paz desde las escuelas. Las instituciones educativas pueden convertirse en espacios donde se analice críticamente por qué estos contenidos encuentran resonancia en sectores juveniles y qué alternativas culturales podemos construir colectivamente.
Estos tres fenómenos evidencian la necesidad urgente de replantear la forma en que diseñamos e implementamos políticas públicas educativas en Michoacán. Las prohibiciones y regulaciones verticales, por bien intencionadas que sean, resultan insuficientes cuando no consideran las realidades complejas de las comunidades educativas. Por ello, es importante que las autoridades educativas reactiven el Consejo Estatal de Participación Escolar en la Educación, en donde docentes, estudiantes, familias y organizaciones civiles construyamos un frente común que defienda el derecho integral a la educación. Más que nunca necesitamos espacios permanentes de diálogo multisectorial donde las decisiones que afectan la vida educativa sean sometidas a análisis crítico y donde las comunidades participen activamente en la búsqueda de soluciones.
La educación en Michoacán merece políticas integrales que atiendan simultáneamente la alimentación, la movilidad y los consumos culturales como dimensiones interconectadas del bienestar estudiantil. Solo mediante este enfoque holístico podremos avanzar hacia un sistema educativo que verdaderamente garantice derechos y contribuya a la transformación positiva de nuestras realidades sociales.
El momento de actuar es ahora. Cada día que posterguemos este diálogo profundo es un día en que miles de estudiantes michoacanos ven obstaculizado su derecho fundamental a una educación de excelencia, integral y transformadora.
Debemos ya de pensar en el sistema educativo como garante de los derechos a estar, aprender, participar y convivir de los estudiantes, para lo cual se deben de contemplar todas las aristas de la problemática, diagnosticar a fondo, tomar en cuenta a todos los actores involucrados en el diseño de la política pública, hasta su ejecución y mejora continua, lo cual disminuirá las externalidades y vacíos, despilfarros y nichos de corrupción en las acciones gubernamentales, así como se incrementará la eficacia, la efectividad y eficiencia de las acciones, elevando la legitimidad y la colaboración ciudadanas, ante estos inmensos retos subyacentes: la violencia, la comida “chatarra” y el posible abandono escolar por incrementarse la dificultad de tener acceso a transporte público.