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S.O.S. peligro inminente en el campo

Michoacán rural con cifras del Coneval maneja un 46.0% de su población en situación de pobreza, y un 14.3% en pobreza extrema

Morelia, Michoacán, 06 de noviembre de 2025.- Amar a los campesinos y a la Madre Tierra es una perspectiva que se alinea perfectamente con muchos de los desafíos y valores actuales. Esta postura implica reconocer la interdependencia fundamental que tenemos con la naturaleza y con las personas que trabajan la tierra para sostener nuestras vidas. De no ser así, somos ingratos.

En México, hablar del campo y sus productores es hablar de nuestras raíces, de la tierra que nos sostiene, de la cultura que nos alimenta, de nuestra propia vida. Pero también es hablar de una herida abierta, de una injusticia que han venido tolerando desde hace años, son una vergüenza los discursos de quienes llegan al poder prometiendo una “transformación” que nunca llega a los hombres del campo.

A ellos les debemos la Seguridad Alimentaria: La labor diaria de los agricultores, ganaderos, acuicultores y silvicultores principalmente, pues son ellos quienes  garantizan que las mesas de los michoacanos y gran parte de México, cuenten con alimentos frescos, nutritivos y de calidad, como maíz, frijol, frutas, cárnicos, productos del mar, hortalizas etc. productos que son cruciales para la frágil autosuficiencia alimentaria del país. Es fundamental reconocer a los productores del campo en la economía estatal, nacional y su papel en la preservación cultural y ambiental. 

Sin embargo la situación del campo en México es caótica y afronta los más grandes retos, como la pobreza estructural, el cambio climático, la inseguridad y la falta de apoyo gubernamental integral, lo que ha llevado al abandono de tierras y la baja rentabilidad para muchos productores.

A las campesinas por ejemplo desde que inició este nuevo régimen, les fue quitado el derecho de capacitarse en los programas que existían pues el gobierno los elimino con la complicidad de sus legisladores que son mayoría, ya no cuentan con la asistencia técnica de personal profesional experto en la producción rural, dieron fin al Programa de la Mujer en el Sector Agrario (PROMUSAG), de la misma forma ocurrió con  los equipos  y herramientas para el desarrollo de sus aptitudes que tenían como propósito una progresiva mejora de las condiciones de trabajo en la actividad productiva en la que laboraron, coadyuvando para que mejorara su entorno de vida.

Aun cuando el campo mexicano enfrenta varios retos: migración y repatriados, tendencias proteccionistas y mercados agroalimentarios erráticos, pobreza y desigualdad, ingobernabilidad e inseguridad. Ellos ante tanto desafío  trabajan día a día por la continuidad de la vida humana y, sin embargo,  según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el Michoacán rural tenía un 46.0% de su población en situación de pobreza, y un 14.3% en pobreza extrema.. Sin embargo, estos números pueden dar una idea del desafío pues miles de ellos viven en pobreza económica y otros tanto en la extrema, además de sufrir históricamente de exclusión social y discriminación, en principio por los que se ostentan como sus representantes, sean de las organizaciones campesinas (como una muy ultrajada, es más mi origen es de ahí), “ya hablaremos de ese agravio en otra ocasión”, sean legisladores, sus gobiernos locales y ni qué decir del federal que los ha venido tratando con la punta del pie. 

No se han dado cuenta o se hacen que el sector rural, es el gran  motor económico: Aunque se insista en subestimar, el sector agropecuario representa una parte significativa del Producto Interno Bruto (PIB) y es una fuente esencial de empleo e ingresos para millones de familias, especialmente en zonas camperas. México es una potencia agrícola emergente, siendo el séptimo exportador mundial de productos agroalimentarios.

Es ignorancia o se les olvida a quienes gobiernan que el campo es Patrimonio Cultural y Ambiental: La agricultura en México no es solo una actividad económica, sino también una forma de vida, un pacto ancestral con la naturaleza y parte de la identidad cultural del país. Los productores, en particular los pequeños agricultores y comunidades indígenas, actúan como guardianes de la biodiversidad y de conocimientos agrícolas locales tradicionales.

¡Ya basta de dogmas simbólicos! deben ser responsables y no marrulleros y que sea  también a través de acciones concretas: Que regresen los Programas como el Procampo cuya filosofía era de ser compensatorio por los apoyos que aplican los gobiernos de Estados Unidos y Canadá a sus productores en el contexto del TLCAN: Existió y debiera implementarse el de Alianza Para el Campo  que buscaba elevar la producción y competitividad agropecuaria y, con ello, mejorar el bienestar de los productores rurales. Sus objetivos incluían el financiamiento para mecanización, infraestructura, mejora genética y capitalización de los productores para que pudieran participar en el mercado de manera más competitiva. En este importante programa participaban los gobiernos del estado, de la republica además de los propios productores. 

El apoyo concurrente de la «Alianza para el Campo» fue un mecanismo de financiamiento y operación cuyo propósito principal fue mejorar la producción agrícola, aumentar el empleo rural y combatir la pobreza en el campo mexicano, mediante la suma de esfuerzos y recursos de los dos niveles de gobierno, que otorgan apoyos económicos y en insumos directamente a los productores, priorizando  a los pequeños y medianos, para fortalecer su capacidad productiva.

Comercialización Justa: Facilitar acuerdos directos entre productores y compradores (como grandes empresas harineras) ayuda a eliminar intermediarios, asegurando precios más justos para su trabajo.

Asistencia Técnica y Capacitación: Ofrecer acceso a capacitación, asistencia técnica y nuevas tecnologías ayuda a los agricultores a enfrentar desafíos como condiciones climáticas adversas y mejorar la calidad del suelo de manera sostenible.

Valorar sus Productos: Como consumidores, reconocer el origen de los alimentos y preferir los productos locales y de temporada es una forma directa de apreciar su labor. 

En conclusión, el reconocimiento a los productores del campo mexicano es una necesidad social y económica que contribuye directamente al desarrollo sostenible y la soberanía del país.

Soñar no cuesta nada la realidad es que el campo mexicano está en una crisis profunda, caracterizada por altos costos de producción (insumos, energía, maquinaria) y la caída de los precios pagados a los productores, lo que genera baja rentabilidad. Esta situación se agrava por la falta de políticas públicas efectivas de apoyo y financiamiento, estancamiento en la producción, desconfianza del sector, y problemas estructurales como el cambio climático, la escasez de mano de obra y, en algunas regiones, el crimen organizado. 

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