Somos Nuestra Memoria: Un vínculo invisible en salud mental
Las hormonas tiroideas no sólo regulan el metabolismo o la energía física; tienen un pase VIP directo al funcionamiento de nuestro cerebro y nuestra regulación emocional
Morelia, Michoacán, 21 de noviembre de 2025.- ¿Es depresión, ansiedad, o es tu tiroides? A menudo, cuando hablamos de salud mental, imaginamos que todo ocurre exclusivamente «dentro de nuestra cabeza». Visualizamos nuestros pensamientos, traumas o el estrés diario como los únicos culpables de nuestro malestar. Sin embargo, existe un pequeño órgano en forma de mariposa ubicado en la base del cuello que actúa como un importante director de orquesta: la glándula tiroides.
Cuando la tiroides desafina, la música de nuestras emociones se distorsiona. Las hormonas tiroideas no sólo regulan el metabolismo o la energía física; tienen un pase VIP directo al funcionamiento de nuestro cerebro y nuestra regulación emocional. Ignorar este vínculo puede llevarnos a diagnósticos incompletos y a sufrimientos innecesarios.
Imagina intentar correr bajo el agua. Esa es la sensación física y mental del hipotiroidismo, una condición en la que la glándula no produce suficientes hormonas (T3 y T4). Pero el impacto va más allá del cansancio físico.
En 2024, 42,600 personas en México fueron a establecimientos particulares de salud, para atenderse por problemas de tiroides. En 2015, el dato era de 24 mil 600. Es decir, en 10 años, prácticamente se duplicó el número de pacientes con algún problema de tiroides. Y estos datos son únicamente de los establecimientos privados. Y esto tiene una correlación emocional impactante.
En el consultorio psicológico, se disfraza frecuentemente de depresión. La falta de hormona tiroidea reduce la actividad de neurotransmisores vitales como la serotonina y la dopamina. El resultado es una apatía aplastante, tristeza persistente sin motivo aparente y un llanto fácil que la persona no logra explicar.
A esto se suma la «niebla mental». El paciente se siente desconectado, con el pensamiento lento y fallos de memoria. No es raro que alguien con hipotiroidismo sea erróneamente evaluado por déficit de atención, cuando en realidad su cerebro simplemente no tiene el «combustible» hormonal suficiente para operar a velocidad normal.
En el extremo opuesto está el hipertiroidismo. Aquí, el cuerpo recibe una sobredosis de hormonas que actúa como un acelerador pisado a fondo. Si el hipotiroidismo se parece a la depresión, el hipertiroidismo es el gemelo malvado de la ansiedad generalizada.
La persona vive en un estado de hipervigilancia. El sistema nervioso está inundado de señales de alerta, provocando una sensación constante de peligro inminente, irritabilidad explosiva y, en casos severos, ataques de pánico. El cerebro no puede «apagar» el interruptor; los pensamientos se atropellan unos a otros y el insomnio se vuelve crónico, creando un círculo vicioso de agotamiento y nerviosismo.
Más complejo aún es el escenario de los trastornos autoinmunes, como la tiroiditis de Hashimoto o la enfermedad de Graves. Aquí no solo lidiamos con hormonas, sino con inflamación. El sistema inmune ataca a la glándula, y este proceso inflamatorio puede alterar aún más la química cerebral. Esto genera cuadros de vulnerabilidad extrema al estrés y cambios de humor impredecibles, dejando a la persona en una montaña rusa emocional que confunde tanto al paciente como a su entorno.
¿Cómo saber si es la tiroides? Aquí reside la clave para no perderse en el laberinto del diagnóstico. La gran diferencia entre un trastorno puramente psicológico y uno de origen tiroideo suele estar en el cuerpo.
Si la tristeza o la ansiedad vienen acompañadas de cambios drásticos en el peso, caída de cabello, intolerancia súbita al frío o al calor, palpitaciones, alteraciones en el sueño o en el ciclo menstrual, es hora de mirar al cuello. El cuerpo está dejando pistas que no debemos ignorar.
La buena noticia es tan potente como necesaria: esto tiene solución. Los síntomas emocionales causados por la tiroides no son defectos de carácter ni condenas perpetuas. Una vez que se regula la función hormonal con el tratamiento adecuado, la «niebla» se disipa, la ansiedad baja su volumen y la energía regresa.
Miles de personas que creían tener una depresión resistente al tratamiento descubren, tras un simple análisis de sangre, que su cura no estaba solo en el diván, sino también en el equilibrio de sus hormonas. Cuidar nuestra salud mental implica, necesariamente, escuchar lo que nuestro cuerpo nos está gritando.
Causas y azares…
- Detener a los jóvenes detractores del gobierno en las marchas por la muerte de Carlos Manzo, sin detener a los capos de la droga que tienen azoladas bastas zonas de las ciudades, suena muy pero muy raro. Hay alianzas que todos saben y nadie ataca.
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Hasta la próxima, que es Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche.




