Travesías, se estrenó en el 19 FICM
Transcurre entre dos ciudades vecinas divididas por la frontera: Tijuana y San Diego. Alejandra es una joven tijuanense, mientras Víctor es un estadounidense de origen mexicano. Diferentes circunstancias los llevarán a cruzar la frontera.
Morelia, Michoacán, 28 de octubre de 2021.- La competencia mexicana del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se nutrió con la presentación de Travesías (2021), segundo largometraje de Sergio Flores Thorija. En 2017, su ópera prima 3 mujeres o (despertando de su sueño bosnio), también tuvo su estreno en el FICM, antes de pasar por la 62 Muestra Internacional de Cine.
Travesías transcurre entre dos ciudades vecinas divididas por la frontera: Tijuana y San Diego. Alejandra (Alejandra Carrillo) es una joven tijuanense que sobrevive a costa de trabajos no calificados, como obrera en una maquila o poniendo uñas en un salón de belleza. Mientras que Víctor (Víctor García) es un estadounidense de origen mexicano que está por terminar sus estudios en una universidad neoyorquina. Diferentes circunstancias los llevarán a cruzar la frontera, dejando en evidencia lo que implica crecer a un lado u otro de la línea divisoria.
Un reciente estudio sobre movilidad social confirma que en México, el lugar de nacimiento condiciona en gran medida las opciones educativas y laborales de una persona, es decir, su futuro. Sergio Flores retoma esta idea para plantearnos la siguiente cuestión: ¿cómo es que dos jóvenes que han crecido a menos de 30 kilómetros de distancia pueden tener vidas tan diferentes?
Un muro, que no es solo físico sino político, económico y social es el que divide a los personajes. Mientras Víctor realiza transacciones internacionales en su propia empresa de internet, Alejandra debe hacer largas filas para comprar un helado en promoción. No nos muestran como ambos han llegado a este punto, pero las vistas de las colonias marginales de Tijuana, en contraste con las calles de los barrios residenciales de San Diego, nos pueden dar una idea.
La historia está contada en dos partes, precedida de un prólogo en una fiesta familiar. Daniel, hermano de Alejandra, anuncia que se marcha a Estados Unidos para ahorrar dinero y de esta manera poder construir su casa. Esta introducción termina, no sin cierta ironía, con una foto al estilo de la (literalmente) última cena, una clara referencia a una famosa escena de Viridiana (1961) de Luis Buñuel.
Alejandra reúne dinero para cruzar la línea solo para constatar la muerte de su hermano y en el camino incursiona en la industria del sexo. De esta manera, pasa del table dance en México a la pizca de la uva en California. No tarda en darse cuenta de que con las dificultades que conlleva vivir y trabajar clandestinamente, el futuro parece un callejón sin salida.
La actitud de Víctor hacia el país de origen de sus padres oscila entre la condescendencia y el temor. Su búsqueda de un sentimiento de pertenencia se traduce en acciones ingenuas (reunirse con un perfecto desconocido solo para darle las gracias), y escenas incómodas, como aquella en donde parlotea sobre negocios internacionales mientras sus familiares hacen centros de mesa para una quinceañera.
Es notoria la influencia de Carlos Reygadas (quien funge como productor ejecutivo), en ese ánimo de verosimilitud donde se vale del talento de actores no profesionales en locaciones que éstos conocen a la perfección, así como por los complejos planos secuencia que acompañan a los personajes. Esta es la coreografía trágica de dos vidas que se tocan sólo tangencialmente. El lugar de origen y el idioma los condicionan, pero al tomar ciertas decisiones, solo terminan por empeorar las cosas.
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