Editoriales

Delincuencia y periodismo (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

El autor de este artículo es el reconocido Doctor Alejandro Vázquez Cárdenas
El autor de este artículo es el reconocido Doctor Alejandro Vázquez Cárdenas

En el negocio de las drogas se requieren abogados, jueces «a modo», comerciantes y grandes empresarios dispuestos a servir de tapadera; banqueros e inversionistas de elástica conciencia, políticos corruptos y un largo etcétera. Y dentro de ese largo etcétera está el contar con una prensa a modo para darle  un matiz adecuado a las noticias relacionadas con el narco.

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Morelia, Michoacán, 18 de septiembre de 2018.- Una obviedad, el poder corruptor del narco es  indiscutible y es enorme; el negocio de las drogas, cual moderna Hidra de Lerna  a la cual le cortaban una cabeza y le salían dos nuevas, genera una impresionante cantidad de dinero pues los márgenes de ganancia son gigantescos. El  más que caudaloso río de dinero que fluye continuamente de los millones de adictos hasta llegar a los bolsillos de los grandes capos del narco definitivamente hace que miles de subempleados de ruinoso salario y otros que de plano son inempleables decidan  involucrarse en esta actividad, hasta sus últimas consecuencias, con tal de obtener una parte del enorme pastel de las ganancias ilícitas, sin que les importe el dolor y la ruina que ocasionan sus acciones.  Su pensamiento “más vale vivir 5 años como rey  y no 50 como buey”  aunado a una oferta laboral escasa y mediocre, una deficiente educación,  una cultura de “el que no tranza no avanza”, una visión fatalista de la vida y el altísimo índice de impunidad los hace sentirse protegidos.

El negocio es gigantesco, duro, cruel y exige dedicación total. Nada de aficionados; todo está estructurado, y los escalones se ganan y cuidan con criminal determinación, los ascensos en la escala jerárquica del narco se ganan sobre pilas de cadáveres.

Un negocio de este calibre no se monta de la noche a la mañana, requiere de una gran cantidad de recursos humanos y materiales, contactos diversos, apoyos y padrinos en diversos niveles, sobre todo en estructuras policiacas, desde los niveles más bajos hasta altos funcionarios, Gobernadores incluidos. Se requieren abogados, jueces «a modo», comerciantes y grandes empresarios dispuestos a servir de tapadera; banqueros e inversionistas de elástica conciencia, políticos corruptos y un largo etcétera. Y dentro de ese largo etcétera está el contar con una prensa a modo para darle  un matiz adecuado a las noticias relacionadas con el narco. Minimizar el problema, atribuir ejecuciones y ajustes entre carteles a otros actores, protestar, usando un nacionalismo barato, contra la extradición a los Estado Unidos.  Y si la lucha va en serio y el Gobierno y el Ejército se involucran en acciones decididas, con resultados concretos pues a pegar el grito en el cielo criticando a ocho columnas el uso del Ejército en estas tareas para finalmente pedir insistentemente que este regrese a los cuarteles.

Colaborando activamente en la defensa del narco se encuentran los infaltables “tontos útiles” y varias ONG «patito» que promueven la opinión de que la lucha contra el narco no debe generar enfrentamientos, que no se debe molestar a los sospechosos, que deben de dejar las cosas como están, que  insisten en cuidar los “derechos humanos” de los sicarios pero olvidando convenientemente que los policías y el ejército también son ciudadanos y tienen “derechos humanos”; los más “leídos y escribidos” insisten en que la solución es legalizar las drogas, así, como suena, sin distinguir entre la simple marihuana y las ultra adictivas y muy tóxicas drogas sintéticas generadoras de severos daños neurológicos.

No se ocupan dotes de Sherlock Holmes para sospechar cuales son estas publicaciones,  algunas son muy transparentes y desde sus primeras planas o su portada semanal puede uno intuir de qué lado están. Para estos columnistas y editorialistas todo lo que hace el Ejército está mal, todo lo que haga el Ejecutivo no sirve o está mal planeado. Los inocentes habitantes de determinada localidad sufren terriblemente bajo una implacable «ley marcial», la Normal rural de Ayotzinapa es una tranquila y apacible institución académica al nivel de Yale o Harvard, y así, en diversos tonos e intensidades se dedican a sabotear y criticar la lucha contra el narco. Ciertamente muchos lo hacen de buena fe, otros por ignorancia, pero muchos otros lo hacen con pleno conocimiento de causa, lo hacen sencillamente  porque para eso están pagados.

¿Qué hacer?, evidentemente nunca vamos a encontrar un recibo de honorarios con todos los requisitos fiscales, que muestre la relación entre un diario o revista nacional, sus “columnistas” estrellas con un cártel de la droga. Eso es candoroso, pero si podemos ampliar nuestra cultura y analizar y comparar las diversas noticias sin prejuicios ni anteojeras ideológicas.

Eso sería lo ideal.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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