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Diálogo: Los adolescentes, riqueza dilapidada del mundo

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

La adolescencia es una edad crucial en la vida. Entre los 12 y los 17 años, la edad de secundaria y prepa. Los adultos sólo se fijan en ellos para explotarlos

Morelia, Michoacán, 03 de noviembre de 2017.- Soy un apasionado del mundo de los adolescentes y de su planeta. Tienen frescura, chispa, ahí vemos el futuro del mundo.

Acabo de aprender un dato espeluznante: cada siete minutos alrededor del mundo muere un adolescente por violencia. ¡Qué triste, lamentable!

¿Cuántos de ellos caen en las redes del crimen organizado, de las drogas? ¿Cuántos se adhieren a los cárteles y tienen las manos manchadas de sangre? Cuántos son atrapados en las redes del consumismo o de las adicciones como las aplicaciones del dispositivo, la vida en la realidad virtual, online.

No se respetan sus derechos. Son manipulados de muchas maneras. Cuando visité Asunción, Paraguay hace algunos años me quedó una imagen patética grabada, un soldado que no podía con la metralleta, era muy chiquito, tenía como unos 12 o 13 años.

Es sorprendente como la sociedad todavía no da carta de ciudadanía a la adolescencia. En la Iglesia, de los niños se pasan a los jóvenes. El Arzobispo Carlos Garfias ya los menciona en sus proyectos. En la sociedad civil simplemente los ignoran. No sabemos qué piensan de ellos los maestros de secundaria y prepa, dan la impresión de que no les importa los problemas de su edad, problemas álgidos, decisivos, de vida o muerte.

Señalamos grandes aspectos de la vida adolescente.

Hay una grave necesidad de protegerlos: contra el desamparo que sufren por parte de la sociedad. Cuántas veces los adultos no entienden nada de los adolescentes, incluidos los papás y los profesores.

Hay que amarlos con ese con ese amor que se hace existir al otro, que se vuelve preocupación, solicitud, cuidado, que es disposición para darle lo mejor de uno mismo, totalmente centrados en ellos, en su bien. Es un cariño que se convierte en comprensión.

El amor nace del conocimiento, hay que invertir tiempo en estudiarlos y conocerlos, así podremos entender cuál es su búsqueda fundamental,  su necesidad, su sueño que los mueve. Forman el proyecto de su vida, quieren ser ellos mismo y ser grandes.

Ahí está el proceso fundamental, el dinamismo que mueve su vida. . Esta orientación fundamental nos descubre el secreto de su educación, de la colaboración con la búsqueda de ellos.

En su educación, los chicos tienen necesidad de acompañamiento. Recuerden aquella película Stand by me, quédate cerca de mí.

Ellos no rechazan a los adultos amigos, que los quieren. Pero muchas veces su planeta aparece desolado, no hay nadie capaz de acompañarlos. Los adultos no los quieren, están ausentes y los abandonan a su suerte.

Hay grandes poderes que operan desde las tinieblas y buscan recuperarlos para sus fines mezquinos y criminales. Ellos, por su inexperiencia, son presa fácil del poder de las tinieblas astuto, seductor.

Ellos adolescentes por su arrojo, por su vitalidad, por su capacidad de heroísmo son capaces de todo. Los adolescentes son los mejores soldados en la guerra.

No saben calcular no miden el peligro y fácilmente se entregan al peligro extremo, a la muerte. Muchos de los miembros de los cárteles que son ajusticiados, y aparecen muertos, como dan cuenta los noticieros, todos los días, son adolescentes. Es una situación muy grave, indeciblemente triste.

Esta situación se ve confirmada por la noticia que se dio hace poco: cada siete minutos muere un adolescente en el mundo. Son miles los chicos que de esta manera terminan su vida, sin alcanzar sus metas y sin realizar su destino definitivo.

Estas muertes son una pérdida irreparable, inaceptable para la gran familia humana.

No podemos contemplar esta realidad con indiferencia, pasivamente. Hay que asumirla, enfrentarla y ver la manera de enderezar la situación y cambiar la suerte de los adolescentes.

Necesitamos abrir los ojos grandes al planeta de los adolescentes, reconocer su presencia estudiar su alma. Se necesita un conocimiento científico fundamentado y experimentado de ellos.

Hay que darles derecho sus derechos de ciudadanía para reconocer todos sus derechos, sus derechos a ser ellos mismos a realizar sus sueños, a ser felices.

Hay que dejarlos ser. Hay que abrir las compuertas de frescura y de vida de su adolescencia. La sociedad experimentará torrentes de alegría, los ideales que renuevan al mundo.

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