Educación: La culpa es de Narciso (Por: Erik Avilés)
En el principio del Ciclo Escolar, Narciso era el Verbo. Él hablaba estentóreamente respecto a la importancia transformadora de la educación en el desarrollo de Michoacán. Poco a poco, con su influjo, se apoderó de la educación estatal y tomó control de las conciencias de muchos actores clave del sistema educativo.
Morelia, Michoacán, 16 de septiembre de 2019.- En el principio del Ciclo Escolar, Narciso era el Verbo. Él hablaba estentóreamente respecto a la importancia transformadora de la educación en el desarrollo de Michoacán. Sin darnos cuenta, en su abuso del espejo, Narciso nos volvió autorreferidos. Poco a poco, con su influjo, se apoderó de la educación estatal y tomó control de las conciencias de muchos actores clave del sistema educativo.
Ansioso de encontrar un espejo en el cual reflejarse, sus influjos cundieron como epidemia e invadieron a los funcionarios federales, estatales, líderes sindicales, diputados y senadores. Todos eran uno: Narciso y ellos, en nefandísima multiplicidad.
Narciso gustaba de correr y descansar bajo el pesado y opaco domo de la política, que le otorgaba impune opacidad y no le proveía de reflejos indeseados. La serpiente del poder lo envolvió y mordió la manzana envenenada que le prometió el Solio de Ocampo para sí. La reelección presidencial, el poder absoluto, el maximato y la no la Cuarta, ni la Quinta, sino la mismísima quintaesencia de la transformación nacional se le ofrecían a sus pies si lograba dominar la educación de los michoacanos del mañana. Escrito estaba que, quien gobierna Michoacán domina México. Pero Narciso sufría una maldición: entre más se miraba al espejo, más se desconocía a sí mismo, entonces buscaba desesperadamente un reflejo que le satisfaciera, profanando todo ser, todo proceso, toda institución y toda cosa, para saciar sus ansias de aparentar ser lo que él ni siquiera acertaba a comprender. Más aún, Narciso aspiraba a trascender. Para lograrlo, intentó vestir a los niños de más tierna edad, a su imagen y semejanza con el manto de la ignorancia.
Narciso envanecía cada vez más. Cada imperfección en su imagen se convertía en una afectación a la educación de los niños. Entre más ignorantes los veía más parecidos a sí. Los delirios de grandeza de Narciso y sus aspiraciones fútiles le hacían hacer cosas cada vez más descabelladas. Las legiones de Narcisos se hundieron en los Hados para hacer las leyes secundarias en materia educativa a su modo y quisieron hacer de ellas su Pentateuco. Fue entonces que tomaron los libros de texto. Cambiar la historia de México sería fácil si se adecuaba su narrativa al espejo del autorreferido.
Narciso se volvió celoso y discurrió que quien no aplaudiera su imagen estaba en contra suya. Así, contaminó con su vigilia paranoica a los actores bajo su influjo. La pulsión de volver todo a imagen y semejanza propia convirtió en impresentable la educación de Michoacán ante los ojos del mundo.
Incluso, se atrevió a influir en la Prueba PLANEA en educación básica, ya que hubo actores que en Michoacán fueron embelesados por Narciso, quien procuró mostrar una versión maquillada del logro del aprendizaje ante el espejo: solamente 693 escuelas se evaluaron y muchas de ellas no obtuvieron resultados representativos ni siquiera de su propia comunidad de aprendizaje. Ignoró a miles de escuelas con decisiones de bloqueo y de opacidad tomadas por sus súbditos.
¿Cuál era el afán de impedir un diagnóstico comparable y con efectos de mejora continua en las escuelas primarias y secundarias de Michoacán? ¿Qué intereses protegía la opacidad? ¿A quién beneficiaría no mostrar la realidad de la educación estatal ante los ojos de la ciudadanía? Solamente Narciso tenía la posibilidad de generar una respuesta que jamás llegará ante la sociedad.
Narciso miraba emperadores de trajes invisibles, sin dejar de admirar el sorprendente parecido de sus vestimentas con las propias, tan humanamente semejantes. Por ello, la federalización de la nómina magisterial no se concretaba jamás: había un juego perverso que impedía pensar en los niños primero, siempre los acuerdos de día los destejían de noche los Narcisos.
Llegó un punto en el que parecía que todos eran Narcisos en Michoacán.
Pero, el sueño de Narciso no fue eterno. Un niño algún día abrió la Constitución y leyó que existe el Artículo Tercero que consagra su “derecho a aprender”.
El sueño se evaporó. Despertaron.
Las muchedumbres de aquel Michoacán del futuro, en su impotencia por juzgar a los verdaderos responsables se limitaron a gritar que la culpa fue de Narciso, quien al ser exhibido, desapareció entre la bruma.
Se hizo la ley, se diseñó la política pública, se presupuestó, se implementó, los estudiantes participaron, aprendieron y estaban en las escuelas, la educación se convirtió en un movimiento social unánime y hubo transformación educativa.
Es cuento.
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