Ehhhh…. Eduquemos / Erik Avilés
Independientemente del resultado de la ignominiosa ruta de apelación que ha emprendido la FMF, instancia que busca redefinir una palabra eminentemente insultante y discriminadora para deslindarse de su responsabilidad educadora, no debemos perder de vista que el estadio es un recinto familiar en el cual los niños y jóvenes viven toda clase de experiencias significativas perdurables
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Morelia, Michoacán, 30 de diciembre de 2016.- El pasado 11 de noviembre, en Columbus, Estados Unidos, una vez más la afición mexicana hizo de las suyas y se manifestó con el consabido grito que ha adquirido una triste fama a nivel internacional. Ante esta incidencia, dadas todas las implicaciones de la reiteración de hechos recurrentes, en afán de proteger sus intereses, la Federación Nacional de Fútbol (FMF) está dispuesta a acudir a Lausana, Suiza, ante el Tribunal Internacional de Arbitraje Deportivo el próximo 26 de enero de 2017 para dar seguimiento a la apelación presentada ante las sanciones que ha acarreado, lo que implicará realizar la insufrible tarea de convencer al organismo rector del balompié internacional de que espetarle a gritos la palabra “p…” al portero del equipo visitante cada vez que realiza un despeje, posee otras connotaciones diferentes a las de proyectar homofobia. Ello resulta una labor menos que indigna para una asociación que se dedica a promover el deporte en una nación en vías de desarrollo.
Si bien la FMF ha vivido durante décadas del espectáculo y de la catarsis, ahora su modelo de negocios se ve sumamente cuestionado por la opinión pública internacional. Por ello, increíblemente, Guillermo Cantú, Secretario General de la de la Federación Mexicana de Fútbol, la mañana de ayer, en entrevista para un medio televisivo nacional, señaló que es necesario que la FIFA revise la connotación de la expresión en comento, ya que no necesariamente implica discriminación. Esto se aúna a declaraciones previas del funcionario federativo, en las que ha reiterado que con el grito referido no se agrede a un grupo social determinado ni se le discrimina, lo cual es profundamente debatible.
El que la FMF haya decidido tramitar la apelación no es un asunto menor, porque hay intereses superiores colocados en jaque, ya que la selección tricolor ha acumulado cinco multas, que suman más de dos millones de pesos, amenazando la ruta hacia que nuestra nación sea la sede del Campeonato Mundial de Fútbol 2026.
Independientemente del resultado de la ignominiosa ruta de apelación que ha emprendido la FMF, instancia que busca redefinir una palabra eminentemente insultante y discriminadora para deslindarse de su responsabilidad educadora, no debemos perder de vista que el estadio es un recinto familiar en el cual los niños y jóvenes viven toda clase de experiencias significativas perdurables, que en alguna medida moldearán su carácter y ulteriormente sus hábitos de vida. En ello radica la gravedad de tal expresión, que legitima la posibilidad de insultar a una persona que está realizando su trabajo en un equipo de futbol profesional, discriminándolo y linchándolo en cadena nacional. ¿Es exactamente eso lo que queremos que aprendan nuestros hijos al observar un aparentemente inofensivo partido de fútbol?
En una sociedad en la que cada día es más difícil exhibir los demonios de nuestra personalidad, el estadio brinda la comodidad del anonimato para realizar este tipo de actos incorrectos, siempre y cuando no se asuma por parte de los mandatarios del balompié nacional la responsabilidad de influir desde la educación no formal en la conformación de la sociedad mexicana del mañana. Hasta ahora, muy poco ha hecho la FEMEXFUT para mostrar intenciones de revertir esta situación, porque así como se encuentra la situación al día de hoy, resulta muy triste pretender organizar el Campeonato Mundial de Fútbol 2026 y vislumbrar la imagen de sociedad y nación que proyectaríamos en el máximo escaparate balompédico. Para llegar a ese escenario, sin duda se requiere alcanzar un cambio social y ello comenzará con una actitud responsable de parte de los empresarios del fútbol, quienes deben de hacer un gran esfuerzo para lograr convencer al sistema futbolístico internacional y a los tribunales de que verdaderamente se preocupan por formar a los mexicanos del mañana, más allá de alegatos y simulaciones, ocupándose por educar y no por lucrar.
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