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Equipo de Alfredo Ramírez se desmorona… Le ordenaron hacer la paz y sigue con la guerra

Morelia, Michoacán, 17 de noviembre de 2025.- La marcha del Sombrero congregó a una alta participación ciudadana, aunque marcada por la presencia de actores políticos y grupos con intereses ajenos al movimiento, además de episodios de violencia y agresiones contra periodistas.

Como se anticipó, el movimiento mostró señales de contaminación debido a la intervención de líderes priistas y experredistas, quienes —señala la columna— intentaron sacar provecho político del descontento social. El autor cuestiona que quienes hoy expresan indignación no impulsen sus propios movimientos para demostrar si aún cuentan con respaldo ciudadano, recordando que la población está hastiada de la corrupción, la impunidad y el saqueo de recursos públicos.

El texto advierte que el Buen Fin no trajo calma ni al país ni al estado, y subraya que, aunque el Plan para Michoacán inició, los resultados aún no son palpables. Enfatiza que más allá de decomisos —que incluso podrían ser «sembrados»—, se requieren detenciones reales de líderes criminales que mantienen sometidas diversas regiones del estado.

Ante el anuncio de repetir la marcha, se sugiere establecer filtros que eviten la presencia de actores violentos y políticos con antecedentes negativos.

La columna también aborda la caída de Juan Carlos Oseguera, señalando que su salida era previsible debido a su falta de perfil en materia de seguridad. Destaca que la intervención de Omar García Harfuch marcó un punto de quiebre, y apunta que incluso la Fiscalía se encuentra bajo observación por denuncias de presunta colusión con el crimen, expuestas durante la misma marcha.

El análisis concluye que el equipo del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla muestra señales de desmoronamiento, mientras éste insiste en su estrategia política de posicionar a Gladys, pese al desgaste. Señala además que, aunque desde Palacio Nacional se le instruyó buscar conciliación con otros grupos de Morena, el mandatario habría hecho caso omiso, lo que aviva especulaciones sobre un posible desacato y sobre la continuidad de sus disputas internas.

Las recientes declaraciones de Jesús Mora generaron molestia entre jóvenes del llamado Movimiento de la Generación Z, quienes consideraron ofensivas sus descalificaciones. La columna subraya que este tipo de posturas incrementa el rechazo social hacia figuras públicas que, en lugar de dialogar, optan por desacreditar.

El análisis también destaca que, a pocas horas de asumir como subsecretario de Operación Policial, Ramsés Adalid Vega Sayabedra fue señalado por un antecedente de 2017, cuando la FGE lo detuvo y le aseguró equipo para presuntamente falsificar documentos oficiales, incluyendo placas vehiculares y licencias de conducción de distintos estados. El texto critica la falta de filtros y la aparente negligencia del gobierno estatal al designar funcionarios con señalamientos graves en su historial.

Respecto al Movimiento del Sombrero, la columna reflexiona sobre su fragmentación. Indica que mientras algunos ciudadanos participan de forma genuina, otros buscan capitalizar políticamente el descontento y algunos más operan desde intereses poco claros. Recomienda que, si la Generación Z decide movilizarse, lo haga desde sus propias causas y no bajo un movimiento que —según el autor— se ha contaminado.

En el ámbito educativo, el texto sostiene que el Instituto Tecnológico de Morelia (ITM) atraviesa una crisis profunda. Señala que las carencias históricas en infraestructura, mantenimiento y conducción institucional se hicieron evidentes durante la ceremonia del 60 aniversario, donde se entregó un reconocimiento sin firma oficial, hecho que exhibió fallas administrativas graves. Según estudiantes, a Patricia Calderón Campos, directora del ITM, se le entregó un diploma carente de la firma del director general del TecNM, Dr. Ramón Jiménez López, a pesar de que la ceremonia fue presidida por la secretaria de Educación, Gabriela Molina.

La columna concluye que la acumulación de errores políticos, administrativos y de conducción en distintos sectores del estado refleja un panorama de creciente descomposición institucional y desconexión entre autoridades y ciudadanía.

Estudiantes del Instituto Tecnológico de Morelia (ITM) emitieron un posicionamiento contundente luego de que, durante el evento oficial por el 60 aniversario de la institución, se entregara un reconocimiento sin firma del director general del TecNM, hecho que consideran un símbolo claro del desorden administrativo que padece la institución.

Los alumnos cuestionaron cómo es posible hablar de orden, excelencia o avances institucionales cuando ni siquiera se revisa la validez del documento más básico en una ceremonia oficial. Señalaron que el ITM arrastra una serie de deficiencias acumuladas: ineptitud administrativa, opacidad en el uso de recursos, favoritismos en contratos, eventos políticos disfrazados de académicos, negligencia operativa y una comunicación institucional que, afirmaron, «ya nadie toma en serio».

Recordaron que las auditorías internas de calidad han sido claras al advertir la inexistencia de control documental, indicadores, seguimiento o mejora continua. Sostuvieron que el reconocimiento sin firma no es un simple descuido, sino un reflejo fiel del estado actual del ITM: improvisación, ausencia de controles, falta de liderazgo y desorden generalizado.

Los estudiantes expresaron que la administración exige pagos puntuales y presume logros, pero no garantiza ni siquiera procesos básicos, mientras la comunidad enfrenta problemas constantes: laboratorios con fallas, pasillos oscuros, avisos tardíos, trámites mal gestionados y una creciente politización del campus.

Señalaron que el «diploma sin firma» es solo la punta del iceberg, y que la comunidad estudiantil ya no guardará silencio. Afirmaron que sus movilizaciones, cierres y protestas se deben a la exigencia de transparencia, respeto, seguridad y profesionalismo.

Finalmente, advirtieron que la administración del ITM tiene dos caminos: reconocer la crisis y corregirla con claridad, o continuar negando los hechos hasta perder la poca credibilidad que queda. «El diploma sin firma no es un error: es un mensaje, y lo recibimos claro», concluyeron los alumnos. Por ahora, es todo, hasta la próxima.

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