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El Evangelio Hoy: Cristo, servidor para reunir el pueblo de Dios

Para reunir su pueblo y volverlo a él, Dios envía a su hijo como servidor, así se manifiesta en la gran teofanía del Bautismo.

Morelia, Michoacán, 13 de enero de 2020.- En tu vida. Hay un presidente que se cree mesías y quiere reunir al pueblo en torno a él para dominarlo.

El pueblo de México necesita un líder que lo guíe para salir de la corrupción, necesita a Cristo.

Dios habla. El proyecto de Dios para devolver al hombre su dignidad original y escatológica, divina permanece oculto por milenios y se va revelando poco a poco en la historia de Israel y de la humanidad.

Cristo, el gran realizador del proyecto, es elegido antes de todos los siglos. “miren mi servidor a quien sostengo, a mi elegido en quien me complazco”. Su venida está perfectamente preparada para realizar el proyecto de Dios en el momento prefijado. Desde la eternidad, su misión está clara: 

“He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones… la justicia con verdad. No se quebrara ni vacilará hasta implantar la justicia en el país”.

Él trae la vida plena, no sólo rezos y golpes de pecho. El Hijo de Dios asume la condición de los mexicanos, dominados por sus jefes y utilizado, hundido en la corrupción del poder y dinero, humillado. Cristo viene a restablecer el pueblo de México, a levantar a los postrados y sin autoestima, a devolverles su dignidad, trae la libertad, seguridad, progreso.

Es lo que en otras palabras anuncia Isaías al pueblo de Israel. “te tomé de la mano y te formé e hice de ti alianza de un pueblo… Para que abras los ojos de los ciegos, sáquese los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que viven en tinieblas”.

Cuando el tiempo designado por Dios se cumple, en la plenitud de los tiempos, “El envió su palabra a los hijos de Israel-predica Pedro-, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, señor de todos”. Cristo realiza plena y definitivamente el proyecto de Dios. Inaugura su Misión Divina en la teofanía de su bautismo en el Jordán, “se le abrieron los cielos y vio al espíritu de Dios que descendía sobre él en forma de paloma y se oyó una voz que decía desde el cielo: este es mi hijo muy amado de quien estoy muy contento”.

Pedro recuerda el gran acontecimiento y los inicios de la obra salvadora del mesías: “Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, cenando a los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con él”.

Las profecías se cumplen hoy, somos los dichosos beneficiarios. Bajo los signos y con milagros, el divino Mesías se manifiesta a nosotros. Ahora ya no es el Jordán, es la mesa del altar donde él sigue entregando las maravillas de Dios.

Lo encontramos ahora en el sacrificio de la misa, en la comunidad que participa en la liturgia y continúa la obra de salvación en la familia, trabajo, colonia, ciudad, mundo. 

Hay que vivir la teofanía, como los apóstoles y discípulos, en un encuentro personal, fascinante que nos transforma y nos entusiasma para entregarnos a la salvación de los que sufren y la liberación de la corrupción.

Vive intensamente. Date tiempo para vivir la teofanía. Busca en la comunidad, los sacramentos, los encuentros.

Cristo está aquí. Cristo se manifiesta hoy en los signos del pan y el vino, en la comunión de su cuerpo y su sangre.

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