El Evangelio Hoy: La gloria divina y el amor
Cristo, obediente hasta la muerte glorifica el Padre y manda el amor, el Padre le da la gloria divina y a nosotros también.
Morelia, Michoacán, 19 de mayo de 2019.- En tu vida. Los deportistas buscan ser campeones, la gloria del estadio, efímera y hueca. La mayor parte fracasa
Todos tenemos sed de gloria, una gloria magnifica, total y que dure para siempre.
Dios habla. El Padre tiene el proyecto secreto de salvarnos de esta vida criminal y miserable y de llevarnos a la plenitud de la vida y la alegría, compartir el esplendor divino en la gloria del cielo.
En la historia de la humanidad en la vida del hombre progresivamente y con paciencia divina lleva a cabo su plan. En los últimos tiempos, los definitivos él mismo interviene en su Hijo, Jesucristo.
Cristo se viene a compartir la vida humana y en el momento supremo, él se entrega a sí mismo hasta la muerte para dar al Padre la gloria que los pecados de los hombres oscurecieron y profanaron.
En el momento supremo, consciente de que iba a morir, Cristo revela su secreto y entrega su sabiduría, la joya más preciosa, regalo divino. Es su testamento en ese momento tan difícil, sensible y trascendente de la muerte.
“Ahora ha sido glorificado el hijo del hombre (su muerte) y Dios ha sido glorificado en él, también Dios… Pronto lo glorificará.”
Después de anunciar su inminente entrada en el Misterio Pascual, Cristo entrega su secreto sagrado, transmite lo más precioso de sus riquezas divinas.
Entrega un mandamiento tradicionalmente apreciado por los hombres el mandamiento, gran revelación y de primera importancia para sus seguidores. “Les doy un mandamiento nuevo que se amen los unos a los otros”. Los hombres en esa región del mundo apreciaban la amistad y el servicio.
La novedad está en la dimensión y pureza del mandamiento: el amor debe ser tan puro y tan profundo como el amor divino de Cristo. “Como yo los he amado”. Con toda la fuerza de Dios hecho hombre y redentor, hasta lo infinito, hasta la muerte. El amor humano se alza a la plenitud del amor divino.
Lo importante de la fe de Cristo no son los rezos y devociones, y las tradiciones a veces vacías de Cristo. Lo que nos distingue a los fieles de Cristo es el amor del Maestro, Dios y Redentor. “Por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.
Que equivocados andan muchos católicos que ponen el centro de su fe en prácticas tradicionalistas y basadas en la ignorancia de la fe.
Los discípulos de Jesús, testigos de la resurrección, gastan su vida se entregan con todo a ser testigos de Cristo. Muchos se convierten y aprenden que la fe de Cristo que es muy exigente y trae sufrimiento, que “hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios.”
El mundo nuevo es extraordinario, tan distinto del mundo viejo de pecado y placer. Cristo resucitado con su glorificación pone en marcha el mundo venidero, anunciado y deseado. Juan es testigo y vidente, contempla el mundo de la resurrección, el cielo y la tierra del pecado y la muerte habían desaparecido, no más tiranos y embaucadores, no más injusticias y atropellos de los pobres.
Atestigua el vidente Juan: “vi un cielo nuevo y una tierra nueva”.
Ve la nueva morada de los hombres, “la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia”. Es el mundo de la glorificación, la salvación ha llegado para los seguidores de Jesús. Dios está en el centro y es la gloria de los creyentes. “Esta es la morada de Dios con los hombres”.
Vive intensamente. Sigue a Cristo, déjate transformar y guiar para entrar en el mundo de la resurrección.
Cristo está aquí. En la misa entramos en la gloria de Cristo, al mundo nuevo, a la morada de Dios bajo los velos del pan y del vino.