Editoriales

El Proyecto Secreto: Un gobierno perfecto… en las palabras

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

Una sociedad esquizoide construye su futuro en un mundo ficticio, inexistente . Los gobernantes hablan de un mundo inexistente, ¿y el pueblo?

Morelia, Michoacán, 22 de diciembre de 2018.- Vivimos el momento de un mundo agitado, a veces convulsionado: declaraciones que pretenden ser contundentes, espectaculares. Los medios de comunicación llevan a todos los rincones del país las declaraciones, actitudes, acciones del presidente y el Movimiento del poder.

Por otro lado se contempla un pueblo pasivo en su ignorancia y fragilidad, sin sentido crítico porque así lo ha mantenido el sistema, para fines populistas y de control.

Hay ciudadanos atentos, reflexivos, que tratan de entender, que perciben la ausencia de un modelo reflexionado, bien estructurado de país, las incoherencias, la ausencia de los grandes principios de la gestión pública, las decisiones personalistas que traerán miseria material a los millones de pobres, que prevén situaciones realmente graves en lo por venir. Están informados de la situación a la que han llegado Venezuela, Nicaragua y otros pueblos.

En algunos hay una grave preocupación por la situación,  porque en el ámbito del discurso todo es perfecto, con el optimismo ingenuo de Leibnitz: “todo va de lo mejor en el mejor de los mundos”. Pero se percibe, en la realidad una grieta que vuelve distantes los discursos de la realidad, esquizofrenia.

Muchos en la plática y no en la realidad, algunos en la realidad también y de corazón, queremos el mundo del cambio, sin corrupción y en la justicia y el estado de derecho, gobernantes maduros, cultos, respetuosos de la fe religiosa, de la cultura, y de las instituciones de México.

Esa ha sido el programa prometido en la retórica impecable, en la estrategia experimentada y eficaz para ganar el poder.

Esa retórica continúa con el gobierno triunfador que sigue actuando como si anduviera en campaña y como oposición.

Prometieron acabar con la Mafia del Poder. Siguió el mismo juego, la misma clase política, algunos notoriamente corruptos, venidos de otros partidos, sólo cambiaron de jugadores.

El discurso de los spots publicitarios del gobierno es muy dulce, cariñoso, afirma que busquen los bienes que hacen feliz al pueblo. En realidad, son palabras huecas, engañosos, dicen lo que la gente quiere oír. Vuelan muy alto, muy por encima de la realidad precaria de los pobres.

Afirman buscar la justicia y manipulan la Constitución, la modifican sin reflexión seria para imponer programas de los hombres del poder. Dicen querer democracia e imponen la voluntad del presidente, con el apoyo de su mayoría. Dicen que van a gobernar con todos y en realidad, sólo cuentan los ciudadanos y los grupos morenos, las palabras de los partidos opositores se mandan al vacío.

La realidad se arrastra ,muy bajo, muy distante y ajena a el verdadero interés de los servidores públicos, grandes negocios de poder, dinero, riquezas materiales y glamour.

Somos un pueblo creyente, necesitamos apoyarnos en Dios que no es caprichoso ni ególatra, ni está ebrio de poder.

Necesitamos los valores universales, humanos y morales inscritos por Dios en el ser del hombre.

Lo primero que el México golpeado por la corrupción y el dolor, es el valor irrenunciable e inmutable de la verdad. Sólo ahí se puede construir una transformación.

La verdad nos hará libres. Es coherencia entre el discurso y la conducta y los hechos.

La verdad es decir con palabras lo que realmente se quiere, no ocultar las verdaderas intenciones.

La verdad no “envuelve” a la gente sencilla aprovechándose de su ignorancia y “personalidad vacilante”.

Los católicos, en su fe, tienen una reserva preciosísima de valores, su fe es la religión de la verdad. Hay que ser fieles a la verdad hasta personificarla: “yo soy la verdad”, afirma el divino Maestro.

La persona que practica la verdad, la sostiene sobre todas las cosas, sin importar las consecuencias, sin doblarse, siendo fiel a este valor hasta la muerte. Cristo murió por la verdad de su doctrina y de su obra de liberación de la corrupción.

Si el gobierno no se apoya sobre la roca inconmovible de la verdad va dando bandazos, y involucionando. Los otros valores como la justicia se vuelven relativos y se cambian por caprichos y conveniencias del diosecillo del poder.

Un signo de un jefe que no tiene la verdad es que miente y es irresponsable en sus propuestas. Se contradice con descaro.

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