Eugenesia y conciencia fragmentada en México / Jorge E. Traslosheros
Cuando Rosario Robles impuso la eugenesia en la ciudad de México, afectando por extensión a las personas Down, o cuando Ebrard impuso el aborto a libre demanda, ambos con la venia de la SCJN, muy pocos alzaron la voz porque se trataba de la llamada “agenda progresista”. Para salir de nuestra profunda crisis de humanidad es necesario superar el síndrome de la conciencia fragmentada.
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Ciudad de México, 25 de mayo de 2017.- En días pasados causaron gran rechazo las palabras de la secretaria de Educación y Cultura de Quintana Roo, Marisol Alamilla, quien habló muy feo de los niños discapacitados. Sus expresiones fueron comparadas con el discurso eugenésico, el cual propone la eliminación de seres humanos que no cumplan con cierto estándar de eficiencia neurológica, establecido por las élites intelectuales y políticas dominantes.
El rechazo me llenó de gozo y esperanza. Ahora, tal vez, sea momento de abrir una conversación sobre el más grave problema de nuestro tiempo: el síndrome de la conciencia fragmentada. Cierto. Identificamos como los más graves problemas de México a la inseguridad, la impunidad, el crimen, la corrupción y la violencia. Sin embargo, son expresiones de una crisis más profunda, cuyo origen está en la pérdida del valor de la vida y dignidad de cada ser humano, desde el primer momento de nuestra existencia, hasta el último aliento, sin regateos.
Cuando la comprensión de la integridad de nuestra condición humana se rompe, entonces nuestra conciencia se fragmenta y caemos en graves contradicciones. Por ejemplo, resulta incoherente defender la vida y, dignidad de discapacitados, ancianos y enfermos, al tiempo de aceptar la eutanasia “cuando su vida ya no merece ser vivida”, en aras de un sentimentalismo que se confunde con la compasión; como tampoco podemos condenar la violencia contra las mujeres y, al mismo tiempo, aceptar su cosificación mediante la prostitución o la pornografía, por muy voluntaria que sea. Ejemplos como éstos abundan en nuestra cultura. Lo importante es entender cómo una conciencia fragmentada no puede apreciar de manera integral el valor de los seres humanos y, por ende, se muestra limitada para articular una clara e inequívoca defensa de las personas, acorde a su valor único y maravilloso, dentro de su condición particular. Darnos cuenta duele, pero es indispensable.
La expresión más acabada de este síndrome tan común proviene de uno de nuestros ministros de la Suprema Corte, cuyo nombre prefiero no mencionar. Sus dichos, no obstante ser terribles, no merecieron el rechazo de sus colegas, ni comentario alguno de intelectuales y políticos. Afirmó que, en México, no basta la condición humana para ser considerado como persona digna de protección por el Derecho. En otras palabras, dejó en manos del Estado, mediante el poder legislativo y judicial, el determinar qué seres humanos merecen ser protegidos y cuáles pueden quedar en la indefensión. Un claro ejemplo de conciencia fragmentada, cuya consecuencia es la deshumanización de algunos grupos humanos, al grado de hacer posible el ataque “legal” contra su vida.
Es correcto condenar las palabras de la funcionaria quintanarroense por incitar a la eugenesia, pero es necesario denunciar también el aborto de pequeños seres humanos por motivos eugenésicos. La eugenesia no es buena cuando sucede dentro del seno materno, ni mala si se realiza en un momento posterior al nacimiento. La eugenesia es intrínsecamente perversa y como tal debemos denunciarla, pero nuestra conciencia fragmentada nos lo impide.
Revisemos la agenda cultural de las izquierdas, sean de raíz liberal o marxista. Luego observemos cómo ha permeado en la cultura haciendo tibios a unos, indiferentes a otros y timoratos a los más. En armonía con la social democracia europea y los demócratas de Estados Unidos, tienen como principal factor de diferenciación política el aborto, la eugenesia y la eutanasia. Proponen matar a las personas cuando el Estado lo autorice. Utilizan un lenguaje lleno de eufemismos, edulcorado e incluso cursi, disfrazado de unos derechos humanos cuya justificación, en última instancia, nunca está en la dignidad intrínseca de cada ser humano, sino en la aprobación estatal. Por ejemplo, nunca hablan de aborto y eugenesia, sino de interrupción legal del embarazo; o bien encubren el homicidio eutanásico bajo el manto de la “muerte digna”. Poco a poco han creado un discurso políticamente correcto de suerte que, quien se atreva a contestarlo, será tildado de reaccionario y arrojado a la basura.
Cuando Rosario Robles impuso la eugenesia en la ciudad de México, afectando por extensión a las personas Down, o cuando Ebrard impuso el aborto a libre demanda, ambos con la venia de la SCJN, muy pocos alzaron la voz porque se trataba de la llamada agenda progresista. Eran leyes políticamente correctas. Para salir de nuestra profunda crisis de humanidad es necesario superar el síndrome de la conciencia fragmentada. Lastra nuestra capacidad para construir una auténtica cultura de vida y esperanza para todos y cada uno de los mexicanos, sin excepciones.
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