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¿Has caminado por el mercado de Pátzcuaro…? La tradición de la negligencia

Critican mensaje folclórico que disfraza ausencia de responsabilidad técnica estatal completa

Pátzcuaro, Michoacán, 19 de mayo de 2025.- “¿Has caminado por el mercado de Pátzcuaro y te has topado con marchantes en medio del pasillo? No es un error, ¡es una tradición!”.

Esta frase encabeza un anuncio pagado por el Gobierno del Estado de Michoacán en redes sociales. Un video institucional que pretende “celebrar” la vida del nuevo mercado de Pátzcuaro —obra promovida y ejecutada por el propio gobierno estatal— termina exhibiendo sin pudor la gravedad de su negligencia: justificar el desorden, la mala planeación y la inseguridad con un recurso retórico que convierte la falla en folklore.

¿Desde cuándo la obstrucción de pasillos y rutas de evacuación es una “tradición”? ¿Desde cuándo un error de diseño y falta de supervisión técnica puede encubrirse bajo un supuesto rasgo cultural? Lo que este mensaje revela no es una característica entrañable del comercio local, sino la absoluta incapacidad de las autoridades para asumir su responsabilidad con seriedad.

El Gobierno del Estado, en su papel de promotor y responsable del nuevo mercado, tiene la obligación de garantizar condiciones de habitabilidad, circulación, funcionalidad y seguridad, conforme a normas nacionales e internacionales de diseño arquitectónico, protección civil y gestión del riesgo. El espacio de un mercado no es sólo un lugar de intercambio económico y social: es un equipamiento público que debe responder a principios elementales de orden, accesibilidad y evacuación en caso de emergencia.

Obstruir un pasillo es —más allá de lo anecdótico— un acto de riesgo latente. En caso de una eventualidad, como un incendio, una explosión o una estampida, cada segundo cuenta. Un pasillo bloqueado puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Que el propio gobierno lo promueva como un atractivo cultural, en lugar de corregirlo, es un acto de profunda irresponsabilidad.

Más aún: con este mensaje, el Estado acepta públicamente que conoce la situación, y en vez de corregirla, la difunde y celebra. En términos jurídicos, esto puede considerarse como una prueba anticipada de su omisión deliberada. Ante cualquier incidente futuro, el video podría ser pieza clave para demostrar una negligencia institucional con consecuencias penales.

También resulta evidente una maniobra discursiva perversa: ante la creciente crítica social al proyecto del mercado —por su falta de transparencia, su mala ejecución, y el desplazamiento arbitrario de comerciantes—, el gobierno decide disfrazar el conflicto como “identidad popular”. Se deslinda así de toda responsabilidad técnica y política, culpando implícitamente a los propios locatarios por continuar con una práctica que debió haberse ordenado desde el diseño.

Esta lógica de gobernanza, que convierte el error en propaganda y la falta en virtud, no es nueva, pero sí peligrosa. El problema no es sólo el mercado de Pátzcuaro; es el mensaje que envía este tipo de gobierno: uno que prefiere vender imágenes en redes antes que atender las condiciones reales de vida, trabajo y seguridad de su población.

Decir que un pasillo bloqueado “no es un error, sino una tradición”, es decirle a la ciudadanía que los derechos y la seguridad son secundarios frente a la narrativa oficial. Es cancelar el deber del Estado de hacer cumplir la ley, garantizar la vida y promover una cultura pública basada en el respeto, no en la manipulación simbólica.

No. No es una tradición. Es una falla, una omisión, una amenaza.

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