Hoy, todos somos ucranianos / Teresa Da Cunha Lopes
En 1956 abandonamos los húngaros a su suerte; en 1968 abandonamos los Checos a su suerte… Es bien verdad que el contexto histórico es diverso, pero las imágenes sangrientas de Kiev recuerdan de forma trágica el 56 y el 68. No abandonemos a Ucrania. Hoy, Ucrania somos todos nosotros
Morelia, Michoacán, 20 de febrero de 2014.- En este preciso momento en que escribo esta columna desde Morelia, y en que espero en línea para leerla en Radio Tormenta, la frágil tregua entre gobierno y oposición ha cesado de existir en Ucrania.
En este preciso momento, 18:22 horas locales (10:22 México Centro) hay de nuevo decenas de heridos de bala en Kiev y no sabemos aún cuántos muertos en los enfrentamientos de esta mañana.
En pleno corazón de Kiev, en la Plaza Maidan, todos los pueblos de Ucrania se encuentran representados. Ahí están, los Ucranianos(as) del Oeste y Ucranianos(as) del Este, los de la ciudad, los que viajaron desde las regiones del interior. Ahí, en el corazón de Kiev, ahí en la Plaza Maidan, hombro a hombro, mezclados en la esperanza de un amanecer radioso de libertad y en la sangre derramada en los últimos meses, están, tal como lo describe el filósofo francés Bernard Henri-Levi en un apelo lanzado esta mañana :» los nietos de los supervivientes del Holodomor, aquella hambruna asesina orquestada por Stalin, y l de Babi Yar, el gran masacre símbolo de la Shoah «.
Hoy, en este preciso minuto, Kiev es la «capital» de Europa, es nuestro corazón, nuestro espiritú, nuestro centro.
Hoy, todos somos ucranianos.
En París, tenemos la plaza de la Bastilla, símbolo de la libertad revolucionaria y del inicio de la era de los Derechos Humanos. En El Cairo, hace tres años, los egipcios dieron una lección de lucha contra las dictaduras en la plaza Tahrir. En Lisboa, tenemos la plaza del Carmo dónde los Capitanes de abril , comandados por Salgueiro Maia nos dieron la libertad con la Revolución de los Claveles. En México tenemos la Campana de Hidalgo y su sonido libertador que abrió la puerta de las independencias americanas, que rompió las cadenas del colonialismo disfarzado de Virreinato y que, a través de los siglos, llega hasta nosotros como cristalizador de Patria.
Los Ucranianos tienen la plaza de Maidan, esa plaza dónde desde el centro de Kiev el pueblo lucha contra la bota de Putin y derrama la sangre por la libertad, no sólo de Ucrania pero de toda la región.
La lucha que en este preciso momento se lleva a cabo en la plaza Maidan, en el corazón mismo de Ucrania, es un excepcional fragmento de Historia como solo los producen los grandes pueblos. Como en su momento lo producieron los franceses (1789); los mexicanos (1810); los portugueses (1974).
Desde la Plaza Maidan, Arseni Iatseniuk, jefe del partido de la Dama de Kiev, Julia Timoshenko, encarcelada desde hace varios años bajo condiciones indignantes, acaba de anunciar la creación de un «Gobierno paralelo». Este «Gobierno paralelo» cuya sede es esa Plaza de Maidan, cuyo apoyo es el corazón de los ucranianos, tiene ya más legitimidad de la que nunca ha tenido ese otro Gobierno de títeres a las órdenes del Kremlin.
En Maidan, no nos engañemos, los ucranianos se baten por un sueño que los une, y ese sueño se llama: Europa. Nosotros que nos hemos transformado en escépticos bajo el yugo de la Troika y que hemos (en algunos casos) abandonado el sueño de Robert Schuman y las promesas del Tratado de Lisboa, debemos mirar a Maidan y recuperar ese sueño (esa realidad) que es Europa.
NO la Europa de Merkel y de la Troika, SÍ la Europa de las Libertades. NO la Europa de los tecnocrátas de Bruselas,SÍ la Europa del espíritu , de la cultura , de los valores. NO esa Europa mezquina que está cayendo en los nuevos fascismos, sino la Europa apasionada, ferviente, heroica.
Los Ucranianos nos están dando una lección de Europa. De lo que ha sido Europa, de lo que es Europa, de lo que podrá ser Europa, cuando esta deja de lado ( y de nuevo retomo una frase del apelo de BHL): «lo que el filósofo alemán antinazi Edmund Husserl llamaba la «ceniza del gran hastío».
Yo soy ciudadana europea, portuguesa y mexicana. Soy hija de uno de los militares heroicos de la revolución de los claveles. Soy, profundamente federalista europea. Soy visceralmente americanista. Pero HOY, desde Morelia, mirando esa lección de valentía, de honor y de principios democráticos, mirando ese clamor de libertad me declaro ucraniana.
En 1956 abandonamos los húngaros a su suerte; en 1968 abandonamos los Checos a su suerte… Es bien verdad que el contexto histórico es diverso, pero las imágenes sangrientas de Kiev recuerdan de forma trágica el 56 y el 68. No abandonemos a Ucrania.
Hoy, Ucrania somos todos nosotros.