La congruencia y la izquierda / Alejandro Vázquez Cárdenas
Izquierda exquisita, izquierda de salón, izquierda dorada, izquierda caviar, izquierda «progre», son denominaciones intercambiables utilizadas para denominar a ese grupo de personas que públicamente afirman ser de izquierda, pero que su corazón y sus afectos se encuentran a la derecha, donde guardan su cartera
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Morelia, Michoacán, 15 de agosto de 2017.- Artículo a propósito de esos entes defensores de la burda y criminal dictadura que padece Venezuela.
«Congruencia» y su sinónimo «coherencia» son características que no encontraremos con la frecuencia que desearíamos en el actuar diario del humano.
Izquierda exquisita, izquierda de salón, izquierda dorada, izquierda caviar, izquierda «progre», son denominaciones intercambiables utilizadas para denominar a ese grupo de personas que públicamente afirman ser de izquierda, pero que su corazón y sus afectos se encuentran a la derecha, donde guardan su cartera.
Algunos, no muchos, son sinceros creyentes de lo que dicen, recordemos el comentario atribuido a Sir Winston Churchill, si bien otros se lo adjudican a André Maurois: “Quien no es de izquierda a los 20 años no tiene corazón, quien sigue siéndolo a los 30 años no tiene cerebro». Otros son izquierdistas por imitación, ya que sus padres o algunos maestros que los impactaron durante su formación, profesaron, al menos públicamente, una orientación izquierdosa. Pero la inmensa mayoría son vulgares oportunistas, sin ideología propia, que siguen el vaivén de su entorno, buscando acomodarse de la mejor manera para su personal beneficio.
Estos falsos izquierdistas, cuya moral es la definida por Gonzalo N Santos (La moral es un árbol que da moras) los encontramos fundamentalmente en algunas universidades, sobre todo en aquellas singularizadas por su mediocridad, en buena parte de la autodenominada «intelectualidad», esa que ha vivido eternamente en estructuras gubernamentales y por lo tanto mantenida a costa del erario; también medran en esos periódicos y revistas aferrados a un pasado que ha sido arrojado al basurero de la historia, aunque también contaminan algunos periódicos serios. Muchos son antropólogos, sociólogos, economistas, historiadores, filósofos, articulistas, fantasiosos autores de apelmazados ensayos que se caracterizan por sus trasnochados argumentos que hacen evidente sus sólidas anteojeras ideológicas.
En México, como en los EUA y varios países de Europa occidental la pose de izquierdista aún reditúa dividendos. De entrada viste más a un escritor, cantante, director de cine, columnista o simple comentarista el exhibirse como gente «de izquierda», y por lo tanto, al menos teóricamente, comprometidos con las clases más desprotegidas, las «víctimas del imperialismo».
Es un curioso fenómeno que vale la pena analizarlo. De entrada, solo en los países libres ha sido posible ejercer el “izquierdismo” como juego de salón, sin mayores consecuencias y con beneficios netos para el bolsillo. En los países de la Europa del Este no encontramos marxistas de salón, encontramos museos que recuerdan el horror del socialismo real.
Sorprende la ceguera de muchos de estos «intelectuales» que no vieron, o no quisieron ver la utopía del comunismo, con su muy alto costo en vidas, hipnotizados por un mito igualitario y una explicación simplista de la historia a través de la lucha de clases. Ceguera voluntaria aderezada con bastante frecuencia con un primitivo antiyanquismo.
En cuanto a la fascinación por la izquierda entre el gremio «intelectual» y artístico, esta tiene una explicación bastante terrenal; estos personajes, parte por vanidad y parte por conveniencia, adoptan ciertas tesis y partes del marxismo que esté de moda para obtener a cambio cierto reconocimiento, canonjías, status social, académico, intelectual pero sobre todo billetes, en forma de sueldos, viáticos y subvenciones por parte del gobierno que por esos medios, domesticaban, (y domestican) con bastante éxito, a estos falsos izquierdistas.
En la actualidad, después del derrumbe de la URSS y el «socialismo real», conociéndose ya el enorme costo de este sistema ultra totalitario, nadie medianamente informado y en su sano juicio puede considerar viable este sistema. Ha sido dolorosamente claro que los movimientos de esta izquierda solo crean miseria, dolor y muerte. 100 millones de muertos contabilizados a cuenta del experimento totalitario más grande del siglo XX es una cifra bastante respetable. Nada hay comparable a esta mega tragedia; junto a esa carnicería la cifra de los 6 millones de muertos en el holocausto nazi son apenas un juego de niños.
Cito a Boris Yeltsin: «Es una lástima que los marxistas no hayan triunfado en un país más pequeño, porque no habríamos tenido que matar a tanta gente para demostrar que esa utopía no funciona».
Doloroso e incómodo, pero lamentablemente cierto.