Editoriales

La labor del canciller en la política de Estado

La Secretaría de Relaciones Exteriores, en este caso, tiene que velar por los intereses de todos los ciudadanos que se encuentren en otros países

Morelia, Michoacán, 25 de agosto de 2025.- Claudia Sheinbaum, presidenta de México, está por cumplir un año de gestiones al frente del país. Desde que aceptó la encomienda, producto del mandato popular, ha estado a la altura de las circunstancias. Aunque cada uno tiene su estilo para gobernar, es obvio que hay una continuidad en la política, sobre todo para servir a quienes más necesitan el apoyo.

De hecho, la jefa de Estado tomó el lugar de Andrés Manuel López Obrador. Lo hizo, queda claro, con el nivel y las cualidades que se requieren, eso sí, alejada de las excentricidades y de la parafernalia. Es, ni más ni menos, digna representante del proyecto de transformación. Cumpliendo con los valores más sagrados de la 4T, la mandataria, con un plan bien detallado, trazó un armado de gabinete propuesto, desde luego, por ella. Algunos, en efecto, tienen una relación añeja en distintas posiciones.

Uno de ellos, que tiene una carrera exitosa, es el canciller Juan Ramón de la Fuente. La presencia de él, desde los tiempos de organización de la campaña, fue crucial para edificar este segundo piso de la llamada cuarta transformación. A juicio de la población, que conoce a detalle el grado de efectividad de cada unas de las labores en las secretarías de estado, ha calificado su actuación como eficaz.

Desde el arranque, tarde que temprano lo sabríamos, se sentiría la mano del canciller. A él, incluso, le ha tocado vivir un momento coyuntural clave por la política que ha implementado el vecino país. Nada fácil, si tomamos en cuenta que su labor está obligada a sacar a flote la capacidad de reacción ante los momentos de atención. Es verdad, no ocurrió lo que la prensa conservadora presagiaba; sin embargo, existe, aunque no con tanta intensidad como al comienzo, una cacería de migrantes en los Estados Unidos.

La Secretaría de Relaciones Exteriores, en este caso, tiene que velar por los intereses de todos los ciudadanos que se encuentren en otros países. Sabemos que nuestros compatriotas, por su capacidad, están dispersados en varias partes del mundo. La inmensa mayoría, por obvias razones, se albergan en los Estados Unidos, pues ellos, que son la base de trabajo de muchas áreas de oportunidad, siguen a la expectativa por su estatus legal.

Partiendo de que eso ha ido en descenso, seguramente por las negociaciones al más alto nivel con la autoridad de EU, eso no es motivo para bajar la guardia. Esta misma semana, en efecto, nos tocó ver como agentes del ICE detuvieron a un mexicano en Washington. La escena me conmovió porque, detrás de todo, fluye la vida de toda una familia, el patrimonio y la calidad de vida.

Es ahí donde entra la destacada labor de un canciller, especialmente para brindarle ayuda legal y humanitaria. El humanismo, de hecho, es uno de los sellos particulares de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Existe, con el acompañamiento de estas políticas de estado, un andamiaje diseñado de asistencia para quienes han sido repatriados a México. Facilitar la asesoría, la protección y el cobijo para encontrar una salida tangible, nos habla del grado de compromiso de Juan Ramón de la Fuente.

Él, en efecto, está marcando un precedente sustancial a cargo de la cancillería. Se ha hecho merecedor de ese reconocimiento, pues se ha vuelto tan común los buenos resultados que entrega en este primer tramo. Se trata de una función integral. En esa tesitura, a propósito de ello, Juan Ramón se ha encargado de fortalecer los canales de comunicación con otros países para signar acuerdos comerciales. Las cumbres a las que ha asistido, que representan una puerta de acceso al universo de las oportunidades, confirman la mano de uno de los hombres de todas las confianzas de Claudia Sheinbaum.

Así que Juan Ramón de la Fuente, promotor del proyecto de la cuarta transformación desde la cancillería, se ha convertido en un perfil clave. Su capacidad lo hizo trepar rápidamente a ese nivel que requiere una cancillería, especialmente por lo que está en juego. Él mismo, de esa camada de actores que pidieron tranquilidad y paciencia por el clima que se generó con el vecino país, actuó en consecuencia de la función que le correspondía.

No podemos olvidarnos de ese momento que, a todas luces, constituye un hecho histórico, en especial por el acuerdo que se logró con el departamento de comercio. Eso lo revivimos siempre, pues, gracias a ello, México abrió la puerta para encontrar mejores condiciones en los productos que se exportan. Dicho en otras palabras, Juan Ramón sacó la casta y los buenos oficios para operar con funcionarios de la Casa Blanca. Fue, en resumidas cuentas, parte del equipo negociador.

Juan Ramón, a lo largo de su carrera, ya ha estado en varias posiciones, eso sí, siempre encabezando funciones cruciales que fortalecen a México.

Está por cumplir un año al frente de una de las secretarías, me atrevo a decirlo así, inherentes al desarrollo de nuestro país, pues el funcionamiento, a través de un andamiaje integral, depende de la política que proyectes en temas comerciales, especialmente cuando la innovación y la tecnología, luego del Plan México, están revolucionando el devenir social.

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