La salud y los políticos (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)
Los humanos no vivimos solos, vivimos e interactuamos en una sociedad con alta movilidad. Por lo tanto lo que hagamos o dejemos de hacer afectará a un determinado grupo de gente. Dentro de esta línea de razonamiento desde hace varios años existe la inquietud para legislar algo que de entrada suena incómodo: Conocer al fondo el estado de salud de un político que aspire a mandar en un país.
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Morelia, Michoacán, 07 de noviembre de 2017.- En medicina tradicionalmente se cuenta con algo llamado «secreto profesional». La enfermedad es un evento de naturaleza íntima y personal, un asunto entre el médico y su paciente; imagino que a nadie le resultaría agradable saber que su historial médico pueda ser exhibido públicamente, en cuanta red social exista, con fotos, datos y señales. Nadie tiene por que enterarse que el gerente «X» padece hemorroides o que la jefa de departamento «Z» tiene una incontinencia urinaria de esfuerzo y debe de usar pañal. Mucho menos debe ventilarse públicamente enfermedades que tienen una carga negativa como sería una enfermedad venérea o el altamente estigmatizante SIDA.
Dentro del gran catálogo de enfermedades existen unas, que sin representar un peligro de muerte si revisten cierta importancia ante la sociedad como son las patologías mentales. Veamos por qué.
Los humanos no vivimos solos, vivimos e interactuamos en una sociedad con alta movilidad. Por lo tanto lo que hagamos o dejemos de hacer afectará a un determinado grupo de gente. Dentro de esta línea de razonamiento desde hace varios años existe la inquietud para legislar algo que de entrada suena incómodo: Conocer al fondo el estado de salud de un político que aspire a mandar en un país. El asunto escaló niveles mundiales ahora con el triunfo y pesadilla de un Trump con evidentes y severos problemas mentales y poseedor de las claves para desencadenar un holocausto nuclear sin antes siquiera haber enviado sus acostumbrados tuits matutinos.
El soporte histórico para esta petición existe. Recordemos algunos: El cáncer prostático de Mitterrand, diagnosticado en 1981, al inicio de su primer periodo, fue ocultado hasta 1991, cuando estaba a la mitad de su segundo periodo y ya para entonces las condiciones de salud del mandatario eran francamente malas.
Entre otros casos relevantes tenemos en 1982, la muerte del líder soviético Leonid Brezhnev que permitió la llegada al poder de Yuri Andropov, quien a sólo tres meses de asumir funciones tuvo que someterse a una operación urológica, pasando en el hospital la mitad de los quince meses que estuvo en el poder. A su muerte en febrero de 1984, le sucedería Konstantin Chernenko quien fue electo a pesar del consejo médico, y duraría en el cargo sólo un año y un mes, permitiendo el arribo al poder de Mijaíl Gorbachov, con las consecuencias históricas que ya conocemos.
En Latinoamérica tenemos el caso del ecuatoriano Abdalá Bucaram, apodado El Loco, depuesto en febrero de 1997 de la Presidencia que había asumido apenas seis meses antes, por una resolución del Congreso de su país que lo declaró «incapacitado mentalmente para gobernar».
Más reciente, julio de 2000, fue el caso del Presidente nicaragüense Arnoldo Alemán, que enfrentó la intención del parlamento de esa nación para examinarlo médicamente y determinar su aptitud mental para gobernar, en medio de constantes denuncias de abuso de autoridad.
Durante el sexenio de Vicente Fox, a un grupo de senadores priistas se le ocurrió presentar una iniciativa de reformas a la ley para poder conocer el estado de salud de diversos personajes de la vida pública, concretamente el Presidente de la República y todos aquellos que tengan mando en estructuras unipersonales (Banco de México, Presidencia del IFE, Procurador General de la República entre otros)
Esta iniciativa nació por las sospechas del uso continuo de antidepresivos por parte del Presidente Fox y por los datos que sugieren una personalidad bipolar, pero también, en forma calculada, previendo un eventual triunfo del Sr. López Obrador, personaje que en reiteradas ocasiones ha sido señalado como alguien que padece un peligroso problema mental, concretamente un severo Trastorno Paranoide de Personalidad, patología que por sus características lo inhabilitaría totalmente para funcionar como Presidente de los más de 100 millones de mexicanos.
Interesante iniciativa, pero sospecho que está condenada a dormir el sueño de los justos. Los señores legisladores tienen muchas otras cosas que hacer.