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La SCJN a examen: los vientos de la 4T (Por: Jorge Luis Hernández Altamirano)

El autor, Jorge Luis Hernández Altamirano, es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México
El autor, Jorge Luis Hernández Altamirano, es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México

El problema es que la 4T cada vez está más consciente del peso de la SCJN y de los evidentes dolores de cabeza que les causará, en la medida en que sigan legislando atropellando la técnica legislativa y sin ponderar opiniones diversas

Morelia, Michoacán, 10 de diciembre de 2018.- Los últimos treinta y seis años de México también generaron una serie de cambios políticos e institucionales que, entre otras cosas, son elementos clave en la explicación de una democracia representativa, competida y real.

Paradójicamente, un gobierno emanado de un esquema democrático institucional, le ha incluido en la bolsa de basura a la que ha identificado como “neoliberalismo”. El nuevo canon, sostiene que el Estado debe recuperar un papel fundamental como árbitro de los poderes fácticos, en la medida en que en éste se depositan las expectativas y esperanzas de un pueblo que le ha votado a través de las urnas.

Allende el debate sobre la construcción, adecuada o no, del discurso populista, lo que parece cada vez más evidente es que, sobre esa base, al nuevo gobierno federal parecen incomodarle una serie de controles impuestos a nivel constitucional, diseñados para que ninguno de los poderes exceda el ejercicio de sus funciones.

Uno de esos controles es la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que fue reformada en 1994 para convertirse en un verdadero tribunal constitucional, es decir uno que examinara y garantizara que todos los actos del poder público estuvieran apegados a los principios constitucionales, brindando certeza al resto del andamiaje institucional y, sobre todo, a la ciudadanía.

A lo largo de estos 24 años, la SCJN se ha convertido, día a día, en un actor cada vez más protagónico en la definición de la agenda pública. Por sus salas han pasado muchos de los grandes debates en materia de protección de derechos humanos y se han producido algunas de las decisiones más progresistas de la historia reciente.

Pero la SCJN también está convertida en el árbitro de la disputa entre los poderes públicos que hace muchos años, en tiempos del presidencialismo priísta, mediaba el habitante de Los Pinos. En efecto, el arribo de la democracia y los triunfos de representantes de diversos partidos políticos, hicieron necesaria la existencia de un árbitro imparcial que zanjara las disputas sobre atribuciones y acciones de los poderes.

La importancia de la Corte entonces no está a discusión, por eso llama poderosamente la atención la terna que el presidente ha enviado para sustituir el asiento que dejó vacío el célebre ministro José Ramón Cossío, que incluye a militantes de morena que han sido múltiples veces candidatas o miembros del equipo de la transición, y jueces que se han visto enredados en decisiones polémicas como la que redujo la pensión del ex ministro Góngora a sus hijos, en razón de que éstos no se divertían por ser autistas.

La tentación debe ser alta para un presidente poderoso, con poco menos de los 2/3 del Senado necesarios, para colocar a partidarios en una de las once sillas del máximo tribunal. En el pasado, los procesos de designación tampoco han estado exentos de crítica y, en el caso de Medina Mora, de una honda denuncia.

De hecho, está claro que el esquema de repartición de los nombramientos a través de cuotas partidistas estaba lejos de ser idóneo, pero el equilibrio de las fuerzas y el pacto hacían que los candidatos tendieran hacia un punto medio entre su lealtad y su capacidad.

El problema es que la 4T cada vez está más consciente del peso de la SCJN y de los evidentes dolores de cabeza que les causará, en la medida en que sigan legislando atropellando la técnica legislativa y sin ponderar opiniones diversas. Ese es el trabajo de la Corte, es válido que el grupo en el poder allegue personajes más cercanos a su forma de entender la justicia, pero la mayoría irrebatible no es condición para ignorar un examen de capacidades.

En todo caso, se abierto también un franco ataque que muchos de los partidarios de Morena están comenzando, al llamar a la Corte poder antipopular, en la medida en que no ha sido electo, conservador, en tanto se opone a sus dichos, y privilegiado, al defender las condiciones de independencia.

Bien haría el equipo de la nueva presidencia en recordar que estos controles no fueron creados exprofeso para ellos, sino que responden a una condición humana en la que el poder siempre tiende a su abuso.

Al tiempo.

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