La subversión cristiana y la persecución en Occidente / Jorge E. Traslosheros
Los cristianos son las personas más perseguidas en el mundo. La gran novedad de la última generación es la maligna y cotidiana persecución de baja intensidad orquestada por las élites políticas e intelectuales de los principales países occidentales
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Ciudad de México, 30 de junio de 2017.- Los cristianos son las personas más perseguidas en el mundo. La gran novedad de la última generación es la maligna y cotidiana persecución de baja intensidad orquestada por las élites políticas e intelectuales de los principales países occidentales. El silencio, cómplice ante el genocidio contra los cristianos en Medio Oriente, confirma el diagnóstico. ¿Qué motiva su desprecio hacia los seguidores de Jesús de Nazaret?
1.- La denuncia contra la cultura del descarte. El gran proyecto histórico de las élites occidentales es la cultura del descarte, denunciado con gran vigor por el Papa Francisco y predecesores. Consiste en la reducción del ser humano a individuo de desecho, simple objeto de uso y abuso al servicio del gran mercado y del gran Estado. Recordemos, mucho capitalismo no son muchos capitalistas, sino pocos y con ambición de poder sobre los individuos. A mayor control, más mercado. El gran Estado, por su parte, no es un Estado grandote, sino uno elitista y autoritario, capaz de controlar la vida de las personas.
Este proyecto histórico se sostiene sobre cinco pilares: la dictadura del relativismo; la desconfianza en la razón y la dilución de la fe; la negación de Dios-persona; la destrucción de la persona humana y el desmantelamiento de los vínculos comunitarios que puedan dotar al ser humano de libertad, voluntad y sentido, principalmente familias e iglesias.
2.- La reivindicación de la verdad. El relativismo afirma que el conocimiento de la verdad es imposible, por lo que todo revierte a la subjetividad, la percepción, el deseo y, finalmente, el capricho. Sólo considera el uso instrumental de la razón a través de la técnica, siempre que esté sometida al uso discrecional del poder. Por el contrario, el cristianismo entiende que la existencia de la verdad es independiente de la percepción subjetiva y comprende su enorme fuerza liberadora. La verdad nos hará libres, dijo Jesús.
3.- La reivindicación de la razón. La afirmación del relativismo sólo es posible si sospechamos de la capacidad de la razón para acceder a la verdad; para ir más allá del conocimiento instrumental. El cristianismo reivindica la razón como don y potencia capaz de escudriñar las realidades interiores y exteriores del ser humano. La razón es más que un instrumento. Nos permite abrir múltiples puertas al conocimiento sobre nuestra humanidad, la naturaleza y Dios. El cristianismo es la religión que creó el método científico y las universidades.
4.- Para la cultura del descarte la fe es, acaso, una fantasía tolerable cuando hace sentir bien a las personas y las deja quietas. Para el cristianismo es una forma de vida y un método de conocimiento a través del testimonio. Es la certeza, nacida de la experiencia, de que nuestra vida tiene sentido porque hay un amor más grande que me dignifica y mueve a la esperanza. El corazón humano tiene hambre de infinito y sólo un amor infinito lo puede colmar, decía san Agustín.
5.- El cristianismo, a diferencia de la cultura del descarte, afirma que la razón y la fe son realidades ciertas y complementarias; posición defendida por los pensadores cristianos desde los primeros tiempos de la Iglesia, empezando por Jesús mismo. Este diálogo nos permite caminar ligeros, con esperanza, en busca de la verdad, en pos del bien común. Lo sabemos muy bien. Aquello que es de razón, es de fe, y lo que es de fe, también es de razón, porque la verdad no puede estar en guerra consigo misma. La cultura del descarte desprecia una y diluye la otra, porque no soporta aquello que provoca nuestra la libertad y nos llama a trascender.
6.- La reivindicación de Dios-persona. La cultura del descarte no es necesariamente atea. Pretende reducir a Dios a una sensación íntima de placer y tranquilidad. Sólo acepta la idea de un dios reducido al deseo individual. Cada quien su dios, es su máxima. Los cristianos creemos en Dios quien es persona, tan decididamente comprometido con nosotros que, por amor, se encarnó en María, la Virgen, nos mostró la voluntad del padre, padeció, fue crucificado, murió, resucitó y nos acompaña en la vida y en la historia.
7.- La cultura del descarte no soporta a Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, porque nos muestra a plenitud la dimensión personal del ser humano. Somos seres dinámicos, en relación con nosotros mismos, con la sociedad, la naturaleza, la historia y con Dios. Somos personas irrepetibles, únicas, con sentido comunitario y trascendente. Seguiremos.
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