Los retos del próximo presidente del PAN / Diego Leal
El nuevo dirigente del PAN tiene que enderezar la nave, devolverle al partido esa mística que se perdió y que lo hacía diferente a los demás partidos, debe también rodearse de más expertos en comunicación política y de menos políticos, así como de investigar a fondo los actuales y futuros casos de corrupción
Madrid, España, 27 de febrero de 2014.- El pasado martes el Partido Acción Nacional emitió la convocatoria para la elección del nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional y del Comité en su conjunto. Gustavo Madero, quien busca su reelección como presidente del PAN, se enfrentará al ex secretario de Hacienda del gobierno de Felipe Calderón, Ernesto Cordero, al ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, quien se señala podría renunciar a su aspiración para ir de la mano en la fórmula de Ernesto Cordero y fungir como secretario general del partido, José Luis Luege Tamargo, ex director de CONAGUA en el sexenio pasado y un aventurado militante mexiquense, Mario Flores.
A pesar de que se le señalaba como favorita por la militancia para presidir el PAN, Josefina Vázquez Mota decidió no buscar la dirigencia, aduciendo divisiones al interior del blanquiazul.
Dichas divisiones no son nuevas. Si bien el PAN es un partido que históricamente ha sido democrático en sus elecciones internas y dicha democracia se alimentaba del debate de las ideas encontradas al interior del partido, las actuales divisiones lamentablemente no son iguales a las del pasado. Hoy lo que se ve en el partido es un ansia del poder por el poder mismo, el poder no para mejorar al partido, sino para evitar que el otro grupo se fortalezca y obtenga cargos que puedan poner en aprietos la continuidad del proyecto político de varios actores panistas.
Aunado a estas divisiones, el PAN está pasando por un momento muy complicado de frente a la opinión pública. Armando Fuentes, “Catón”, en su columna “yegua de hacienda” ve con claridad los cambios de actitud de los anteriores dirigentes panistas a los actuales. Como no tienen desperdicio sus palabras, reproduzco un fragmento de ellas:
“Atrás quedaron los lejanos tiempos en que el PAN era llamado “el partido de la gente decente”. Una cínica frase de aquella época afirmaba que había tres clases de pendejos: Los que sembraban de temporal, los que compraban billetes de la Lotería y los que votaban por el PAN. Aun así, con sus derrotas sempiternas, los panistas eran objeto de general respeto, pues se sabía que quienes militaban en Acción Nacional no lo hacían por interés, sino por mística. Ser panista equivalía a ser apóstol de la honradez política, buscador de esa bella utopía llamada democracia.”
Hoy ser panista ante los ojos de la sociedad ya no es ser ese apóstol de la democracia ni de la honradez política y mucho tiene que ver el desgaste que el partido tuvo en la Presidencia y en sus prácticas antidemocráticas, los negocios turbios de algunos panistas en los sexenios que el PAN gobernó y últimamente los escándalos de corrupción de algunos legisladores.
Hoy, para decirlo más claro, el ciudadano común no ve diferencia entre el PAN y los demás partidos, hoy ya no se habla del panista como ciudadano modelo, incluso su nivel de rechazo ha aumentado del año 2000 a la fecha entre los encuestados, además de bajar el número de sus simpatizantes.
Después de las pasadas elecciones presidenciales, el PAN realizó una autocrítica para reconocer los errores que le llevaron a la derrota electoral y a ese punto en que se encuentra ahora.
Las conclusiones no están del todo erróneas, sin embargo, poco se ha hecho para enderezar el rumbo y devolverle al PAN esa imagen del partido de los honestos, de los demócratas. Todo lo contrario, con tópicos como los “moches”, los gastos superfluos en el Senado, las fiestas privadas en el recinto legislativo, la separación entre los temas que le importan al partido y los temas que le interesan al ciudadano e incluso la soberbia publicación de un reloj decreciente que marca el hipotético regreso del PAN a la Presidencia de la República, no solo no nos asemejamos al PAN del que “Catón” hablaba, sino que a ojos del ciudadano, nos mostramos lejanos, ambiciosos y sin diferencia entre los demás partidos políticos.
El nuevo dirigente del PAN tiene que enderezar la nave, devolverle al partido esa mística que se perdió y que lo hacía diferente a los demás partidos, debe también rodearse de más expertos en comunicación política y de menos políticos, así como de investigar a fondo los actuales y futuros casos de corrupción y tomar las medidas pertinentes.
Debe de cambiar por completo su manera de comunicar, se debe actualizar la comunicación que emite el partido, debe de dejar de ser una comunicación 1.0 y pasar, al menos, a una comunicación bidireccional, debe preocuparse más por los temas que le interesan al nicho de ciudadanos que ideológicamente concuerdan con sus ideas, que es la media del país, y ofrecerles propuestas que mejoren su calidad de vida, debe de dejar de pensar en elecciones para preocuparse en las personas, comunicacionalmente hablando.
No es tarea fácil, pero si el PRI, después del año 2000, con un desgaste que lo colocaba como el partido más repudiado para los electores pudo sobreponerse, el PAN, con unidad y un trabajo serio puede, sin lugar a dudas, volver a ocupar en el imaginario colectivo el papel de partido honesto y demócrata que un día fue.