Morelos rebelde / Pável Uliánov Guzmán
A casi 250 años de su natalicio, recordamos a Morelos como uno de los mejores ejemplos de rebeldía en contra del mal gobierno, el cual sigue manteniendo una sorprendente vigencia, por los principios que defendía, por la fuerza misma del personaje y por el contexto actual de millones de pobres
Morelia, Mich., 29 de septiembre de 2013.- En el marco del aniversario del natalicio de José María Morelos y Pavón, es esencial recordar, estudiar y analizar la figura histórica del mejor general de la insurgencia. Hijo de padres pobres, labrador, arriero, estudiante nicolaíta a los 25 años de edad, profesor de gramática y retórica, sacerdote por 12 años (1 en Churumuco y 11 en Carácuaro), constructor de iglesias (Nocupétaro), padre de más de 3 hijos, general rebelde revolucionario, legislador social, estadista y “Siervo de la Nación” como él mismo se denominaba.
Su apariencia física no era imponente, era de corta estatura (1.50 m), su color y su tez eran oscuros (mulato), constantemente padecía de migraña. Sin embargo, en un país donde nuestra historia se ha visto plagada de hombres oportunistas, ambiciosos y corruptos que han buscado las altas posiciones de poder, sólo para satisfacer los intereses de su grupo o personales (Santa Anna, Iturbide, Huerta, Obregón, Salinas, etc.). Morelos es una de las honrosas excepciones que merecen ser analizadas y expuestas. Fue característico en él rechazar el título de “Suprema Alteza” que el Congreso de Chilpancingo intentó conferirle y prefirió uno más modesto “Siervo de la Nación”. Era un hombre de costumbres y gustos sencillos, constantemente se burlaba de lo “refinado”, de la pereza y del vicio. Sin lugar a dudas era un hombre honrado, pues pasaron por sus manos cantidades enormes de dinero y nunca se enriqueció ilícitamente.
Acudió a entrevistarse con Hidalgo el 20 de octubre de 1810 para ofrecerle sus servicios eclesiásticos al ejército rebelde, obtuvo en cambio una comisión como lugarteniente de su antiguo maestro nicolaíta y la misión de conquistar el fuerte de Acapulco. En poco tiempo logró organizar, adiestrar y coordinar una fuerza combativa eficaz y altamente disciplinada. Superó su total falta de experiencia militar, de soldados y de abastos, gracias a sus cualidades de mando, a su inherente habilidad organizativa, al detallado conocimiento que poseía sobre el espacio geográfico de tierra caliente (lo obtuvo en sus años de arriero), a su juicio de los hombres, al estricto adiestramiento y reglamentos disciplinarios que implementó (decretó que a cualquiera que robará más de un peso “aunque resultara ser mi padre” seria fusilado), todo esto bajo una estrategia de guerrilla, consistente básicamente en sorpresa, engaño y constante movilidad.
En el cenit de su carrera revolucionaria, logró controlar la mayor parte de la costa mexicana en el Pacifico, encajando una profunda cuña entre la capital y la costa bajo su mando. Por otro lado forjó un programa trascendental de reformas políticas y sociales, entre las que destacan: la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos, prohibió los calificativos de indios, mulatos, castas, cambiándolos por el de “Americanos”, insistió en que la soberanía debería residir en el pueblo a través de un congreso de americanos, prohibió la tortura, pidió la cancelación de las deudas que tenían los americanos con los europeos y propuso que las tierras deberían poseerlas quienes las trabajan. En el devenir de la historia, su programa resultó uno de los documentos más importantes en la historia social de América Latina. Subsiguientemente inició un ambicioso proyecto de prensa con la publicación de los periódicos “Sud” y “Correo Americano del Sur”, convirtiéndolos en sus armas de difusión.
De igual forma, es preciso mencionar que lucharon y se forjaron al lado de Morelos grandes insurgentes revolucionarios entre los que destacan: Hermenegildo Galeana, quien resultó uno de sus mejores oficiales, La familia Bravo (Leonardo, Miguel, Víctor, Máximo y Nicolás) que sirvieron a la causa insurgente con distinción. Vicente Guerrero, el cual recibió de él su primer adiestramiento militar. Mariano Matamoros, el más capacitado de los comandantes de Morelos, llegando incluso a ser teniente general y segundo al mando y Manuel Félix Fernández mejor conocido por su seudónimo Guadalupe Victoria.
En un balance general, Morelos ganó 25 de las 36 batallas en las que participó, sin embargo, debe de señalarse que cometió varios errores que al final le costaron la vida y el estancamiento del proceso revolucionario, entre los que destacan, la necedad de la toma de Acapulco, la cual solo se logró después de dos campañas militares, un alto costo de vidas, recursos y tiempo, lo que a la postre, proporcionó valioso tiempo al enemigo para recuperarse, reorganizarse y aislar a los grupos revolucionarios. No atacar Puebla cuando las condiciones le eran favorables, también le significo el perder la oportunidad de cortar abastecimientos y recursos de Veracruz. Someterse a la autoridad de un congreso civil que poco o nada sabía de cuestiones militares y el grave error en tiempo de guerra de separar el mando militar del político. Finalmente las contradicciones internas fueron las que lo llevaron a la debacle, tales como la designación de ambiciosos oficiales que finalmente lo traicionaron. Aunado a esto, se puede mencionar el eficaz sistema de espionaje empleado por el Virrey Calleja, lo que le proporcionó una aventajada posición de lucha.
A casi 250 años de su natalicio, recordamos a Morelos como uno de los mejores ejemplos de rebeldía en contra del mal gobierno, el cual sigue manteniendo una sorprendente vigencia, por los principios que defendía, por la fuerza misma del personaje y por el contexto actual de millones de pobres que aún esperan por líderes capaces de superar las politiquerías de su propio tiempo para levantarse del fango y junto con el pueblo trascender en la historia, tal como lo hizo el General Insurgente Morelos.
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