Editoriales

Municipios débiles: Dos historias / Yadhira Y. Tamayo Herrera

Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana
Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana

El fantasma del dinero de la delincuencia organizada en las elecciones ya hacía ruido desde hace muchos años. La reforma electoral de 2008 contempló algo al respecto. En Michoacán, la renuncia del gobernador Fausto Vallejo también tuvo que ver con el tema. Políticos coludidos con los delincuentes.

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México, D.F., 13 de noviembre de 2014.- Esta semana se cumplió un año de que el presidente municipal Ygnacio López de Santa Ana Maya, Michoacán fue asesinado. Unos días antes de su deceso, había saltado a la prensa nacional haciendo una huelga de hambre de 18 días afuera de las instalaciones del Senado de la República, exigiendo más recursos públicos para su municipio. Ahí mismo denunció públicamente que el cártel de los Templarios exigía a los alcaldes de Michoacán el diez por ciento de su presupuesto para obras públicas. Días después fue encontrado su cuerpo sin vida en el estado de Guanajuato, con huellas de tortura.

En Michoacán, hubo presidentes municipales asesinados por la delincuencia organizada como en La Piedad, Vista Hermosa, Tancítaro, Buenavista Tomatlán, por mencionar algunos de los más de 40 alcaldes asesinados en todo el país en las mismas circunstancias hasta el año pasado, según declaró el presidente de la Asociación de Alcaldes Locales de México. Los asesinaban porque se negaban a cooperar con la delincuencia organizada. El estilo “plata o plomo”.

El fantasma del dinero de la delincuencia organizada en las elecciones ya hacía ruido desde hace muchos años. La reforma electoral de 2008 contempló algo al respecto. En Michoacán, la renuncia del gobernador Fausto Vallejo también tuvo que ver con el tema. Políticos coludidos con los delincuentes, era la gran preocupación nacional. Sin embargo, el caso de el alcalde de Iguala, demuestra que los límites se han rebasado, que los delincuentes se convierten en políticos influyentes, al más puro estilo del colombiano Pablo Escobar.

El caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, a manos de la delincuencia organizada ha sacado a la luz un José Luis Abarca –el ex presidente municipal de Iguala hoy detenido junto con su esposa- con antecedentes criminales y con nexos con el crimen organizado. José Luis Abarca y su esposa le dan rostro a una pesadilla nacional recargada. La deshumanización de los criminales, al grado de lo relatado en sus declaraciones ante la PGR de cómo asesinaron y desaparecieron a los estudiantes, nos deja perplejos, con el corazón roto y con una confianza en el sistema político y social muy cuestionada.

Hoy los partidos políticos se están preguntando cómo blindarse de postular candidatos como estos. Y la gente busca darle cauce a este dolor compartido que tiene en el corazón: hacen marchas pacíficas, prenden velas, piden oración en sus muros de Facebook, escribe. La sociedad mexicana tiene que librarse de la indigestión que le ha dado enterarse de las declaraciones de los asesinos de los normalistas. No ayuda nada, otros normalistas haciendo desmanes y perjudicando a otros. Como dijo Gandhi: “ojo por ojo, y el mundo acabará ciego”… y somos más los que no queremos un México ciego, sino poner nuestro grano de arena para construir un México con visión de largo alcance, un lugar mejor para nuestros hijos. No es un solo un decir, la muerte de esos alcaldes que no cooperaron con la delincuencia organizada nos lo recuerda.

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